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meditandoconlaika

El detalle

... Y luego, Laika, tres días mas tarde tiraron otra bomba atómica. Esta vez fue sobre Nagasaki.

Nagasaki, puerto importante. Era el 9 de agosto de 1945.

A veces dice la gente que es mejor olvidar el pasado. Quizas tienen razón, quizas no. Todo depende de lo que buscas. Proust, este experto en el viaje atemporal, no quería la verdad. El sabia muy bien que no existe una única verdad. Impresionista, Proust iba en busca de tonos, luces y ambientes para reconstruir un decorado que le diese una visión un poco más clara y de este modo entender con más nitidez. Pero siempre desde un centro intimo, desde su mundo interior. No quería verdades universales ni entendimientos históricos.

Cuando miro Hiroshima o Nagasaki no quiero que me den datos militares. Ni tampoco cifras absurdas a mi entendimiento. Dicen que murieron unas 75 mil personas aquel 9 de agosto. Y en Hiroshima unas 140 mil.

El detalle solo cuenta, el detalle.

¿Pero dónde está el detalle en una cosa tan monstruosa? ¿Tan titánica? ¿En este horror como sin fin? ¿Cómo encontrar este detalle que nos golpeará la frente y nos hará callar? Este detalle que nos dirá que ya no sirven las palabras.

En una revista de fotos de Life un día vi una foto que me hizo callar. De nada me servían mis recriminaciones en contra de la guerra del Vietnam, ni mis discursos antimilitaristas, ni mis argumentos por la paz. En la foto había simplemente una lapida y una mujer abrazaba la lapida llorando. El silencio de la foto me hizo callar. Todo el horror de la guerra estaba en aquella foto, en aquel pequeño detalle de la condición humana.

Cuando pienso en Hiroshima y en Nagasaki no encuentro nada. Es demasiado grande.

Me pasa lo mismo cuando veo algo sobre los campos de exterminación nazi. La mente rehusa, se niega a entender. Al principio apartaba la mirada, o cerraba los ojos. No quería ver. Y un día ose mirar. Pero busqué el detalle y lo encontré en los ojos de un prisionero. Se veían muchos, estaban en grupo detrás de una reja y fijaban el objetivo de la camara. Y solo miré a uno, y viéndole me callé. Entré en el silencio del detalle.

Pero Hiroshima y Nagasaki... ¿Dónde encontrar el detalle en medio del infierno? Las cenizas, el llanto de la tierra que acaba de morir, de repente.

Hay una película muy bonita que habla de este tema, es decir, de cómo llegar al otro, al otro que ha sufrido lo que la mente no puede captar. En Hiroshima, mon amour Alain Renais logra entrar en el detalle. Y este descubrimiento del detalle pasa por el amor. Si no hay amor no hay visión. El amor es la llave que abre las puertas del entendimiento.

Hiroshima, mon amour es la historia de una mujer que busca. No solamente entender lo que ha pasado y el porqué, sino tambien como seguir viviendo con Hiroshima. Qué es Hiroshima. Y para encontrar un sentido a ello esta mujer tendrá que buscar dentro de ella otros Hiroshimas, quizas porqué Hiroshima es un espejo gigante que nos muestra el detalle en grande.

La intolerancia, el racismo, el sadismo. Todo lleva a Hiroshima. La ignorancia, la miseria mental nos traen a Hiroshima. El despotismo, el nihilismo, el fascismo, Y hasta la condición humana nos muestran Hiroshima en toda su incandescencia dolorosa.

Hiroshima, mon amour habla de humildad y de compasión. Un hombre y una mujer se aman y esto aunque haya existido Hiroshima. Él es japonés, y ella es francesa. En el fondo todos estuvimos en Hiroshima, todos estaremos en Nagasaki.

Y, Laika, si no entendemos esta simple verdad seguirán habiendo Hiroshimas y Nagasakis.

Deseo

Try to guard them, poet,
however few there are that can be kept
The visions of your loving.
Set them, half hidden, in your phrases.
Try to sustain them, poet,
When they are roused in your brain
At night, or in the glare of noon.
Cavafy

En el sueño un hombre me desea. Es, simplemente, una historia de deseo que me llena de alegría y felicidad. Y al despertarme soy agua y luz.

Todo el día he pensado en el deseo. En las veces que he vivido esta energía tan potente. En los hombres que han despertado en mí este fuego incandescente, único. Y por qué con ciertos hombres sí y con otros no. En la lección del deseo en la vida de una mujer. En mi vida.

Recuerda, amigo... No hace tanto tiempo. Estuvimos juntos unos días de verano, quizas era en agosto, aquella cama que yo abrí, de un tirón, y tú me esperabas con tus brazos abiertos. Y me abriste mis brazos, y más que mis brazos. No solamente el cuerpo me abriste pero mucho más, mi corazón y hasta mi alma.

El deseo... El deseo entre un hombre y una mujer. La llegada de esta energía que hace que en nuestras miradas aparecen estrellas y nuestra cabeza es la tierra que da vueltas y vueltas... Esta fuerza que une cuerpo y alma a la vez. En la mente, en la piel el deseo vibra y hace vibrar.

Hay juego, cuando un hombre y una mujer se desean. Hay mareo. Hay risas. Y los sentidos, todos, se despiertan y vuelven a nacer el hombre y la mujer.

Era una cama muy ancha, muy larga. Tú habías llegado de muy lejos, apenas nos conocíamos. Y de repente, entre las sabanas, te reconocí.

¿Será el deseo fuego abrasador? Llama que enciende una luz interior y es como si todo se dejase ver como la primera vez, con la misma inocencia de antaño, con la misma sorpresa. El cuerpo se despierta después de un largo invierno. El deseo es primavera, es amanecer. Uno anda sobre una tierra húmeda, rica, materna y fuerte. Los besos entonces son palabras de la brisa. Besa, bésame hasta que me olvide de quien soy. El deseo borra la memoria. Solo gime este presente, este momento entre tú y yo. Esta unión inefable. Este contacto entre lo divino y lo carnal.

Aquel verano, recuerda, hice el amor como con la vida misma. Mi cuerpo se expandió y me abrió mi universo interior. Crecí, gracias a ti.

Mira, mira, no tengas miedo de mirar como se aman el hombre y la mujer que se desean... Ve como de repente las manos acarician con más profundidad y delicadeza, como manos de músico, y estos cuerpos que bailan en unión, en conjunto, al mismo ritmo. Ya no hay batallas, diferencias, lucha. Hay, al fin y sobre todo, armonía.

El deseo que nos unió, aquellos días tan extraños, fue una enseñanza sabia y bella. Aprendí que mi piel era suave, buena. Que mis ojos podían brillar como la luna. Que mi cuerpo era el instrumento más rico de sobre la tierra, fuerte como un árbol, resistente como el agua, vibrante como el sonido. El deseo hizo de mi cama un prado verde, vivo. Lloré, chillé, reí, gemí... Y nunca, nunca me sentí sola. Tú, amigo mío, fuiste mi guía.

Recuerdo

Laika, escucha...

Erase una vez un niño.

El día había nacido un poco gris, con grandes nubes que parecían osos polares. El niño, que tenia un pelo muy negro y unos ojos rasgados como los de un gato, se puso a andar. Salió de casa muy contento porqué iba a la escuela y le gustaba mucho estudiar. Cada mañana, que hiciese sol o no, el niño cantaba una canción, una canción que solo él conocía, una canción sobre gatos y perros jugando con una pelota rosa y amarilla.

El niño se llamaba Tuchiru, llevaba el nombre de un actor muy conocido que su padre admiraba mucho. Tenía 11 años este niño de pantalones cortos y su camiseta llevaba un dragón pintadito en el lado del corazón...

Y de pronto estalló un gran silencio, un silencio eterno de polvo y ceniza. Un silencio eterno sin sueños, sin niños con dragoncitos ni pantalones cortos. Sin calles con gatos y perros jugando con una pelota.

Esto ocurrió hace muchos años, en un lugar dónde a veces voy por las noches, cuando me siento triste y sola. Esto pasaba y pasa en mi corazón en aquella isla sin pájaros.

Si, Laika, esto ocurrió en Hiroshima.

Hiroshima. The New Dictionary of Cultural Literacy, Third Edition. 2002

Hiroshima (heer-uh-SHEE-muh, huh-ROH-shuh-muh) A Japanese city on which the United States dropped the first atomic bomb used in warfare, on august 6, 1945.

Pastel de queso y feminismo

Luisa ha llegado con su mítico pastel de queso.

- Des grosseilles, dice sonriendo. Lo siento pero no quiero traducirlo.

Uuuuuy, esta de mal humor, se le nota en el ligero sabor amargo que desprende. Yo puedo oler estas cosas, como que soy una buena perra belga... Pero lo importante es el pastel de queso y sigo a Luisa saltando, al igual que un caballito de circo, mi querida y adorable amiga Luisa con su pastel de queso a las groseilles.

- ¡Basta Laika! me chilla Ella.

No la escucho ya que lo más importante por ahora es este pastel cremoso y de ligero color violeta que Luisa deposita sobre la mesa del comedor. Nos va a ir bien hincar diente en este buen pastel. Hace mucho calor y es lo mejor que una puede hacer en temperaturas tan altas. Comer, comer, comer pastel de queso.

Es el santo de mi Amada ama, hoy. Santa no sé qué. Una santa, dice ella mientras trae de la cocina un cuchillo, dos tenedores y dos platos (¿dónde demonios está mi plato?), una santa muy trabajadora. Pintora. He aquí estos potes de pintura que acabo de comprar. Hoy he decidido llevar bien mi nombre. Vamos a pintar todo el piso. Necesito color en mi vida.

- Esto de pintar mañana, dice Luisa abanicándose con una revista que llevaba debajo del brazo. Hoy necesito hablar. Estoy de mal humor.

Lo importante, pienso yo, es el pastel de queso que Ella va cortando en silencio. Lo otro, los males humores, las neuras, lo que sea, no tiene significación válida. He decidido quedarme quieta, como la escultura de la loba capitolina. Ni un pelo de mi bello pelaje se mueve. Estoy en espera de un trozo de pastel de queso.

- ¿Se puede saber por qué estas de mal humor?

Luisa alumbra uno de sus cigarrillos rusos. A este ritmo no vamos a comer pastel ni el año que viene. Decido cambiar mi postura estática etrusco-romana depositando mi pata derecha sobre una rodilla de Luisa. Pero no pasa nada.

- Hay dos cosas que odio en este país, amiga. Los toros y el machismo. Es arcaico. No puedo sopórtalo. ¿De qué ha servido la revolución feminista?

Ella ríe de una manera un poco irónica.

- Nuestro amigo Joaquín te diría que las revoluciones no sirven para nada, en este caso creo que estamos de acuerdo con él.

- Y entonces, ¿qué pasa? ¿Vamos a seguir con los toros y el machismo hasta el final de los tiempos? Es patético...

En realidad lo que es realmente patético es este pastel de queso que sigue sobre la mesa desprendiendo un suave olor a flores y leche natada. ¡ Que delicioso pastel de queso! La emoción me hace cerrar los ojos. Se me llena la boca de saliva, ahora soy como el perro de Pavlov, el gran fisiólogo ruso, torturador de perros sabios. Es que ver un pastel de queso entero y sin catar es, realmente y simplemente, una tortura imponente.

- Las revoluciones sirven para cambiar el mundo digo yo, dice Luisa encendiéndose de mal humor otro pitillo siberiano. ¿Pero como es posible que hoy, en el siglo XXI puedan verse en la calle o en el metro y hasta en las paradas de autobuses, rótulos mostrando el cuerpo de una mujer como objeto? Ni las sufragistas hubiesen aceptado esta situación.

Hay un espacio denso de silencio, denso como la temperatura ambiental, húmeda y cargada como una nube a punto de explosionar. Quizas... ahora... ¿el pastel? Suspiro pero es como suspirar en un pozo vacío. Ni mi eco me responde.

- Las sufragistas, como dices tú, ya hubiesen salido a la calle con pancartas y estos rótulos ya estarían incendiados. Lo que pasa es que vivimos, como dice Denis Arcarnd, en una era de ¨ comodidad e indiferencia ¨. Es como si la mirada hubiese desaparecido. Nos hemos vuelto ciegos. No vemos nada entonces no pasa nada.

Eso digo yo, no pasa nada. El pastel sigue intacto. Reluce, sobre la mesa, de todo su esplendor. Yo solo veo pastel en esta tarde pegajosa de verano. ¡Bof! ¿Qué es un rotulo sexista comparado con un pastel de queso de grosellas? Pues no se puede comparar, simplemente.

Ella está jugando pensativamente con el cuchillo. A ver si se decide ya de una vez.

- Las manifestaciones en contra de las corridas no sirven para nada. Luchar en contra de los carteles anunciando el cuerpo de la mujer tampoco. ¿Hemos cambiado el mundo por haber chillado no a la guerra? Que yo sepa la guerra sigue...

- Pero había que chillar.

- Sí, por principio. Y tambien porque estabamos enfadados. Quizas, en esto de la mujer objeto, las mujeres no estamos lo suficientemente enfadadas. Por esto mismo de la comodidad, que es una especie de ceguera. Y la indiferencia, que es peor que un virus.

- Estamos inmunizadas a la violencia.

Yo, perra belga, tengo hambre. Dice Ella que el calor produce sueños abstractos. Pues yo estoy viendo pasteles de queso por todas partes. El vestido de Luisa, hoy es un gran pastel de queso. Sus manos, trozos de pastel. Los dedos de sus pies pedazos de pastel. En los muros del comedor bailan pasteles de queso de todo tipo de sabores: fresa, menta, banana, cerezas, piña. Llevan sombrero de copa y me guiñan con ojitos negros. Aaaaaaah.

- Un rotulo sexista es violencia, sí, dice Luisa con cara de pastel de queso. La mujer ya no es un ser pero un objeto dividido, mutilado, sin mente ni corazón. Pierde su esencia, su ser.

- Me estas definiendo al capitalismo. Total, que este pastel está calentándose, ¿lo comemos o no?

¡Palabras divinas! El pastel cortado y los bocados entablados (me han dado un buen trozo para que pare de ladrar) la vida puede seguir su curso normal, con rótulos o sin. Yo, esto de los rótulos sexistas no conozco, los perros no sabemos nada de estas cosas tan extrañas que los humanos inventan para hacerse la vida imposible. Yo, perra belga y sabia, solo conozco lo bueno, lo exquisito, un buen pastel de queso devorado en compañía de dos feministas. Esto sí que vale la pena.

Nocturno

Nocturno

The pulse of the Negro world has begun to beat in Harlem
Alain Locke (1902 - 1934)


Fervor is the weapon of choice for the impotent
Frantz Fanon

Ya ves Laika, con este calor tan pegajoso lo único que una tiene ganas de hacer es leer. Y leer a Chester Himes, uno de mis autores favoritos.

Sus novelas de crimen, situadas en Harlem, son exquisitas. Además te diré que hay autores que me atraen más que otros. Con Chester Himes tuve el ¨coup de foudre¨, el flechazo, instantáneamente. ¿Será porque es un escritor negro? Posiblemente. Siempre lo negro me ha llamado.

Nada es gratuito. No es casualidad si a los 18 años tuve la ocasión de ir al Senegal, en plena Africa Negra, y me enamoré de Ibrahim. El destino es como una flor gran abierta. ¨La négritude¨ como dicen los franceses, la piel negra, han sido referencias esenciales en mi camino.

Chester Himes me reconcilia con este pasado mío que muchas veces he querido olvidar. Hubo un tiempo en que yo quise tener la piel del color de mis hermanas africanas. Luego, más tarde, cuando lo de la barbarie del Rwanda, cerré mi alma a Africa. Pero todo está en el mismo camino, todo lo contiene la misma flor. Rechazo, pasión, que importa, todo es lo mismo.

Chester Himes me gusta por su oscuridad profunda. El color de su piel lo hizo, lo creó, lo inventó. Quizas, por el hecho de haber amado tanto a Ibrahim, y luego a otros hombres del mismo color, he podido sentir bastante hondamente lo que es el racismo. Por esta misma razón, entrar en las novelas de Chester Himes es al mismo tiempo entrar en un espacio que es un poco mío, que puedo reconocer sin juzgar, que acepto, que quiero, que me atrae enormemente, un espacio que tengo la impresión de haber recorrido.

Un territorio, Laika, que puedo hacer mío.

Hace varios años, en un viaje relámpago a Nueva York, visitamos Harlem encapsulados en un autobús. Recuerdo la intensidad de mi mirada sobre aquellas calles malgastadas y sucias, casas abandonadas, esquinas donde se podía percibir una gran miseria con sus prostitutas y drogadictos. Mis ojos lo miraban todo, la soledad y la pobreza, la violencia en los grafitis, en la postura arrogante de un policía blanco con matraca, en los ventanales rotos de las tiendas... El hecho de pasar por Harlem y de no parar y bajar me pareció absurdo. Hubiese deseado estar ahí, que las plantas de mis pies acariciasen aquellas calles sin barrer, llenas de polvo y mugre, arterias de asfalto dónde yo había seguramente andado sobre ellas en otra vida. La impresión de un ¨déjà vu¨ la tuve en aquel pequeño autobús turístico y sentí una gran ternura por Harlem.

Mucho tiempo ha pasado, Laika, desde aquel fin de semana universitario. No sé como estará Harlem hoy en día, pero si sé que la miseria no ha desaparecido en Estados Unidos, ni tampoco el racismo. Sin embargo la lectura de las novelas policiales de Chester Himes me unen, de alguna manera, con esta ciudad negra y mítica que el escritor de Missouri ha pintado con gran lucidez y vivacidad y con humor e ironía. Es muy importante esto de la risa cuando se habla de la miseria. En este sentido, Chester Himes lo hace de una manera impresionante, usando estereotipos, utilizando la farsa y las payasadas, jugando con el lenguaje y las situaciones absurdas de la calle con su violencia y su desesperación. Chester Himes sabia de lo que hablaba ya que él mismo vivió el racismo y fue sentenciado a 25 años de prisión por robo. Pero ni el racismo ni la injusticia lograron aniquilar el espíritu creativo de Chester Himes, ni tampoco silenciar la visión que él tenia del negro. Aquí han sobrevivido sus novelas, impecables y dolorosamente alegres.

Espera Laika, espera... déjame terminar este capitulo de este libro escrito por un hombre que hubiese deseado tanto conocer.

Mi tío Ricardo

For certain is death for the born
And certain is birth for the dead;
Therefore over the inevitable
Thou shouldst not grieve.
Bhagavad Gita (250 BC - 250 AD)

Mi tía, que tiene el pelo de plata y la piel ligeramente arrugada es, en mi vida presente, el único contacto que puedo tener con el pasado familiar. Yo la suelo llamar, en mi interior, ¨la llavera de las puertas incognitas¨. Es un titulo que le va bien ya que nunca sé, cuando la veo, que llave sacará ni que puerta abrirá.

Ayer fue una tarde muy blanda, pegajosa, blanca. El sol no había salido, el cielo era gris, un poco tristón. Decidí ir a visitar a mi tía.

Cuando veo a mi tía, y no la veo muy a menudo, siempre me pongo muy contenta. No solamente porqué ella es el único contacto que tengo con lo que se suele llamar la familia, sino más bien porqué veo en ella una gran sabia. Una especie de pequeño Buda.

Como siempre pasa cuando estamos juntas acabó sacando la caja de las fotos.

- Mira, tu tío Ricardo. ¿A que era guapo?

Efectivamente tengo enfrente de mí un hombre interesante, viril. De pié, los brazos cruzados, este hombre que nunca he conocido mira de lado y se puede ver su perfil, un perfil imponente y serio que muestra una gran fuerza de carácter. La nariz rectilínea y los labios espesos, las largas pestañas. Fuerza de carácter pero suavidad a la vez. Si, un hombre muy interesante.

- ¿Tenía novia?

Mi tía sonríe pero no a mí sino a la foto, al hombre que fue su hermano, hace muchos años.

- Pues si. Tenia una chica muy maja, rubia y con el pelo muy largo, tambien era muy inteligente. Los dos hacían una pareja estupenda. Pero pasó lo que paso. Vino la guerra, que los separó. Y después la paz, que los separó definitivamente ya que tu tío estaba herido de por dentro, enfermo. Esta paz que fue casi peor que lo de antes, con sus lentejas y sus miserias, sus muertes, sus asesinatos en masa. Si...

Yo no sé nada, o tan poco, cuando estoy con mi tía. Y la guerra, aquella guerra tan salvaje, tambien es algo que ignoro, como ignoro todo sobre los tíos y las tías que murieron durante aquellos años tan terribles.

- Pero no creas... tambien habían momentos de una alegría audaz, de una alegría espesa y potente como los relámpagos, y cuando tu tío volvió del campo de concentración nos pusimos todos tan alegres, era como tocar el cielo con las manos, como bailar con el sol.

En momentos así, cuando mi tía es poeta y sabia a la vez, yo no me atrevo a mirarle los ojos porqué sé que en ellos vería algo que solo es de ella, algo intimo y bello que no es mío. Entonces me concentro en la foto y escucho su voz, profunda y melodiosa.

Es como ver a alguien llorar. Yo no quiero ver a nadie llorar.

- Se había adelgazado mucho, es normal, había tanta hambre... Pero siguió estudiando, por las noches. No paraba. Y seguía amando.

Mi tía se pasa la mano sobre la frente, una mano oscura y fuerte, unos dedos que han vivido mucho, han tocado mucho, han acariciado mundos y vidas. Mi tío sonríe. Hay energía en esta boca hambrienta. Hay pasión y voluntad de vivir. ¿Por qué, entonces? Se llamaba Dolores, dice mi tía, era una mujer, existía, se movía, reía, pensaba. Gracias a su energía tan vital tu tío llegó a terminar los estudios de física pero la muerte es más fuerte que todo, hija mía. La muerte es como una tormenta. ¿Que se puede hacer cuando hay tormenta? Nada. Solamente esperar a que pase. Las tempestades son como la furia de los Dioses. Y nosotros no somos nadie.

En la foto mi tío sonríe, la misma sonrisa de mi tía, una sonrisa triste. ¿A quien está mirando con estos ojos tan brillantes? Quizas Dolores esta detrás del objetivo. Mi tío, luego, abrirá los brazos y abrazará a esta mujer que lo ama. Se besarán. Es verano y el cielo es azul, así quiero verlo yo. El aire, el sol, el polvo, el agua, todo presente alrededor de una pareja.

- Se quisieron mucho, dice mi tía de pronto. Hasta el ultimo día. Lo llevamos al hospital San Pablo, aquí, y ella no paró de venir, cada día, como una hormiguita trabajadora venía, lo limpiaba, le hablaba del futuro. Él la insultaba porqué no quería que ella viese. Pero Dolores fue una mujer muy fuerte.

Mi tío abre los brazos, son fuertes y potentes como alas de águila. Dolores entra en ellos, se deja llevar. Mi tío me mira y sonríe. Todo pasa y todo es cambio.

Pincelada

Han venido a la playa para descansar del temblor de la ciudad, de su mecánica inhumana e incesante, para alejarse de los problemas cotidianos, los empleos inseguros, los amantes inconsistentes... lejos, lejos de todo.

- Ivanovich ya no me quiere, dice de repente Luisa.

Una cosa que Ella nota, cada vez que va a la playa, es con que facilidad los problemas más íntimos afloran a la superficie. Debe ser, piensa, que al desnudarse tambien el alma se libera a su manera, dejando rienda suelta a lo que le conmueve o preocupa.

- Y¿ eso?
- Tengo el presentimiento que hay otra mujer en su vida.

Luisa enciende un cigarrillo y en sus manos hay como una tensión apenas perceptible, algo en el movimiento de los dedos, como una insaciabilidad. En tiempo de crisis Ella siempre ha notado que son las manos de su amiga las primeras en mostrar la inquietud, el desasosiego. Quizas esto tenga algo que ver con el hecho de que Luisa es dibujante. Sus manos son su punto más fuerte y tambien su más débil, y las que ante todo reaccionan ante la adversidad.

- Y si fuese cierto ¿qué pasaría? Quiero decir, tampoco es el final del mundo, creo yo...

Luisa la mira de reojo. Me mira como si fuese un bicho raro ya que, desde hace bastante tiempo, en mi vida no ha pasado ningún hombre y no pasa nada. Todo es tan simple cuando no hay hombres en la vida de una mujer.

- Es que no entiendes este sentimiento de traición. Es algo muy fuerte.
- ¿Cómo que no entiendo?
- Además terminar una relación es, para mí, un fracaso. No puedo aceptarlo. Me duele mucho.
- ¡Pero si no tiene sentido! Ya está, ya estás haciendo el gran drama.
- Vale, vale... olvídate.

Estiradas bajo el pesado sol todo parece, de todas maneras, sin importancia. Una historia de amor, un encuentro, una cita. La playa, con su fuerza ocre y perdurable, el mar y su murmullo, relativizan lo personal. En el fondo, muy lejos, se oyen las voces de unos crios que juegan a construir castillos de arena.

Luisa recuerda el día en que conoció a Ivanovich. Fue durante una exposición de pintura japonesa de la época Torii, era jueves, había pocos visitantes en aquella pequeña sala situada en el Paseo de Gracia. Frente a una estampa del pintor Sekiguchi Kiyonaga titulada ¨Casa de té a la orilla del agua¨ Ivanovich se había acercado a Luisa y, con su verbosidad fácil y conmovedora, le había empezado a hablar del famoso pintor y dibujante de artistas y de mujeres elegantes.Ivanovich tenia una manera de hablar muy particular, bajo sus palabras la estampa situada enfrente tomaba vida. Las tres mujeres, una en cuclillas y las dos otras de pie, parecían tomar relieve, se espesaban, se volvían fuertes y vivas. El pelo de las protagonistas relucía, era negro casi azul, muy vital. Los colores de los kimonos se despertaban, el verde, el naranja, el marrón, el morado, los estampados tomaban una textura casi palpable, las rayas y las flores pintadas sobre las telas sobresalían. Un velero, situado en el fondo de la estampa, parecía avanzar sobre aguas tranquilas. En el suelo una pequeña tetera despertaba las papilas gustativas y olfativas. Una mano de una de las mujeres señalando algo a la derecha de la pintura tomaba movimiento. Todo parecía iluminarse gracias al extraño monologo del Ruso que mostraba la riqueza y delicadeza, la armonía, la elegancia en los detalles. Luisa respiraba hondamente, lentamente, se dejaba llevar en un viaje extraño y suave hecho de palabras y colores. Cuando Ivanovich paró de hablar se miraron cara a cara y fue como un gran reconocimiento. A partir de aquella tarde no se habían separado.

- Seguramente no es que haya otra mujer, simplemente el Ruso necesita espacio, y tu tambien, aunque no quieras reconocerlo.
- Quizas tengas razón. Oye, ¿vamos a mojarnos un poco?

Después de nadar un rato se vuelven a estirar. El sol ha cambiado de posición y tienen que mover las toallas. Luisa siente que el agua le ha limpiado un poco el corazón, le ha quitado peso y una cierta amargura. Luego, después de ir a comer algo mexicano, Luisa dibujará algo sobre este día. Una playa muy ancha y de sable fino, un mar espeso y vivo y dos mujeres sentadas mirando el horizonte. Le pondrá un titulo y este será ¨Dos amigas en una playa una tarde de julio.¨

Ojos de perra

¨What does it matter if that dog had such a despised appearance, if its soul was plunged in the ocean of light?¨

Dr. Javad Nurbakhsh, Dogs from a Sufi point of view

Hubo Roble, mitad Rotwailler mitad Golden Retreiver, macizo y fuerte como un tronco de árbol. No era mío pero sí de mi padre que había decidido que sería el guardián del taller. Y gran guardián lo fue aunque bueno como un ángel. Siempre pensé que Roble era el mejor de todos los perros. Me gustaba mirarlo, verlo sonreír, entrar en sus grandes ojos negros que eran toda bondad. Paciente, soportaba con mucha elegancia el mal carácter de mi padre. Pero mi padre, que solo supo darse cuerpo y alma a su arte, no supo amar a Roble. Un día de mi cumpleaños fui a casa de mis padres y ellos me regalaron la muerte de Roble. Dijeron que aquella misma tarde habían ido a sacrificarlo porque tenía una enfermedad de la piel muy grave y que no tenían tiempo ni paciencia de curarle.

Ah, como recuerdo aquel día. Mis dos amigos que me habían acompañado y yo quedamos petrificados sobre las sillas. La furia se apoderó de mí pero seguí quietamente sentada, sin decir palabra. No lloré, no chillé. Miré a mis padres. Los miré profundamente con unos nuevos ojos, una mirada abierta de pronto sobre ellos que era la mirada de Roble, un regalo de Roble que me permitía ver un poco más sobre el corazón del ser humano. Sí, aquel día aprendí mucho, mucho. Por ti, Roble.

Siempre han habido perros en mi vida. Son gente de mi tribu, como suelo decir. Modelos de comportamiento, me gustaría tener su sabiduría y su inteligencia.

En gran parte los perros han sido mis grandes maestros, unos guías que me han ayudado a construir mi personalidad y mi manera de ver la vida. A empezar por la primera perra que tuve, a los 4 años, en Francia. Recuerdo lo buena que era cuando daba a luz y dejaba que los crios del vecindario viniesen a verla. Fue ella la primera que me dejó entrar en el mundo de los perros recién nacidos. La vida que acababa de florecer, en mis minúsculas manos ella, aquella perra sin raza ni pedigrí, me dejó tenerla, descubrirla, me dejó, bajo su sabia mirada, que me maravillase ante tanta suavidad. ¡Ah! Perra de la cual he olvidado el nombre, un día inesperado nos fuimos de aquel pueblo para venirnos a Barcelona y subimos en el coche y te quedaste detrás, enfrente de la casa de mi infancia, abandonada por la familia, olvidada, dejada de lado. Empezaste a correr detrás del coche. ¡Corre, corre perra querida! Hoy, en mi cabeza, sigues corriendo, ladrando y corriendo, sorprendida, y una niña de 6 años te mira desde la ventana trasera de un automóvil que va y va y se aleja y esta niña nunca más volverá a ver tus ojos tristes y buenos, tu cuerpo materno, tu sencillo amor.

Proust viajaba en el tiempo de su memoria no para recordar pero sí para revivir y recrear y así entender mejor. Yo te vuelvo a ver, mi perra querida, corriendo cuando de repente te das cuenta que el coche se va sin tí, y en el coche toda tu vida, toda tu desesperación, toda tu razón de ser. Una niña te mira como de muy lejos, yo sigo siendo aquella niña mirando, pero ahora entendiendo, y tú te vas alejando cada vez más y más hasta ser un punto negro en el horizonte, hasta desaparecer totalmente. Siempre te miraré con los mismos ojos, mi primera perra amada, con un dolor extraño e injusto que se apoderó de mí y que sigue aquí, presente como una luz interior. Es un dolor que me ha acompañado toda la vida, ahora lo sé, como una sombra o como una amiga, y que ha hecho de mí una mujer un poco triste, un poco dura. Y todos estos perros que he amado a lo largo de mi vida, perros de cuatro patas como de dos, si, todos me llevan a ti, perra gris y sola, perra buena y dulce, que corre corre sin parar, perra cariñosa como nadie más, tú que me enseñaste a recibir y a dar. Gracias.

Gracias a mi padre

Mi padre, que tenia muchos defectos, fue tambien un gran artista. Lo uno no quita lo otro, hay que reconocerlo. Su profesión, ebanista, la transformó en arte.

Los muebles que él creaba eran perfectos, macizos, duraderos. Dentro de cinco siglos, si no hemos desaparecido del mapa, aun estarán presentes estos enseres que mi padre se rehusaba a firmar. Su humildad, en este sentido, era alucinante. Su profesionalidad tambien. Fue un gran artesano. Arcaico, anti moderno, no quiso nunca comercializar sus obras. Murió pobre y desconocido.

Si hablo de mi padre, Laika, es porqué hoy he soñado en su casa. En el sueño la casa estaba habitada por dos mujeres, una madre y una hija. Trajinadas, preparaban una cena y el suelo de la cocina brillaba de un resplandor dorado. Era un suelo de madera, trabajado con mucho arte. Cuando me he despertado he recordado el parqué que mi padre hizo, de rodillas. Nunca le comenté lo bonito que era, nunca se me ocurrió decirle. Mi padre, en aquel entonces, era mi enemigo. Era el dragón con él que yo tenia que luchar, para sobrevivir.

Y es que quieras o nó, el padre es el primer hombre en la vida de una mujer. Es el primer encuentro con este ser tan diferente de nosotras, ¨el sexo opuesto¨, o el otro sexo.

Mi padre fue, pues, el primer hombre de mi vida. Gracias a este encuentro entre su destino y el mío, aprendí a auto-definirme. Descubrí mis fuerzas y mis debilidades. Desarrollé el mundo de las ideas, de la pasión, de la lucha. Aprendí a ser mujer.

Mi padre fue un gran machista. Y hoy, aunque parezca mentira, le tengo que agradecer esta mentalidad que tenía tan obtusa y cerrada, a ratos tan limitada. Mi feminismo viene de mi padre, que no paraba de burlarse de las mujeres y que estaba convencido que habíamos nacido para servir a los hombres y nada más. ¨ Las mujeres en la cocina ¨ decía sarcásticamente. Durante muchos años las comidas familiares fueron forum de discusión entre mi padre y yo. Agudicé la argumentación, las ideas. Fui una experta en peleas verbales.

Pero no todo es tan simple como lo parece, Laika. Si mi padre fue el primer hombre en mi vida, el primer modelo, justamente por esto mismo los hombres que aparecieron en mi ruta se le parecían de una manera muy peculiar. Eran machistas empedernidos, cínicos y, como dicen los anglosajones, un tanto algo ¨morons¨ . Y es que el forum de las comidas familiares lo había trasladado fuera de las paredes de casa, en bares, discotecas, en camas tristes y grises. Una tarda muchos años en descubrir, y a que precio, que a un padre no hay que buscarlo en los brazos de otros hombres. Al padre no se le puede cambiar, ni educar. El padre hay que eliminarlo, punto. El día en el que yo hundí la espada en el corazón de mi padre fue un gran día para mí, una gran liberación. Este gesto simbólico es una de las acciones más difíciles que una niña tiene que hacer para entrar en el mundo de la mujer.

Los padres nos enseñan que no todos los hombres son iguales. Que hay que luchar para ser una persona integra e independiente. El camino es arduo, peligroso, tramposo. Mi padre, perfeccionista, me mostró que la perfección no existía. Me enseño, sin saberlo, a ser fuerte como la madera con la cual él trabajaba. Y esta lección es el regalo mas duro y simple que mi padre me legó.

La mirada del patito feo

El caso Laika es que yo siempre he sido el patito feo de la familia. No, no... no te rías. No es para reír. Ser el patito feo de la familia es muy duro, es casi como una tragedia griega. Es como una maldición, un maleficio.

Laika, te lo puedo asegurar, ser patito feo es serlo para siempre. En fin, esto creo yo. Y lo creo porqué yo soy un patito feo.

Todo esto Laika empieza con la percepción y la mirada. Con las historias que uno oye, en casa. Con los gestos. Con los sentidos.

En casa, por ejemplo, corría la historia siguiente: yo, nací melliza pero por desgracia mi hermanita solo vivió tres días. El caso es que se cuenta que cuando la enfermera vino a anunciar la muerte de mi hermanita a mi padre, la mujer le dijo que ¨la fea había sobre vivido¨. Esta historia que hoy yo puedo contar con una media sonrisa, mi padre la contaba riendo delante de los invitados. El único que reía era él, evidentemente.

(Los budistas dicen que uno elige a sus padres, para aprender. En mi caso yo he aprendido a vivir siendo un patito feo).

Pero las historias de los patitos feos no terminan con las historias contadas entre carcajadas y cinismos. Yo diría que empiezan justamente ahí, en dónde la criatura empieza a verse un tanto extraña, un tanto diferente. Lo que es curioso es que habitualmente en una familia si hay un patito feo solo hay uno. Mi otra hermana, la que nació dos años más tarde y sin ser melliza, no fue marcada por ningún atributo. Ella ha sido todo menos un patito feo. La imagen que ella tiene de ella misma es muy diferente de la que yo tengo de mí. Es mucho.

¿Qué es ser un patito feo? Pues mira, es llevar ante y sobre todo una marca. No es una marca que se pueda ver; tampoco se puede quitar ya que no se puede ver. Es un tatuaje invisible señalado en un rincón del alma. Está ahí, simplemente. Una herida con unas raíces tan profundas que es difícil extirparlas.

Siempre me he hecho la misma pregunta: ¿Por qué mi padre, por ejemplo, no ha sabido ver en mí, y mostrármelo, mi inteligencia, mi bondad? ¿Por qué no ha visto en su hija una planta, rica, suave, poderosa? ¡Ah! Hay padres que son ciegos. Tienen estrellas entre sus manos y solo ven piedras negras. O nada, simplemente el vacío. Hay padres indiferentes. Hay padres ignorantes.

Esta pregunta nunca he podido contestarla. Ni tampoco en el despacho de un psicoanalista. Puedo deducir pero siempre estaré en la duda y como yo, todos los patitos feos de sobre la tierra. Nunca sabremos exactamente el porqué de esta exclusión. ¿Acaso saber podría solucionar el problema? No creo. Entonces he parado de preguntar.

He dicho antes, Laika, que ser un patito feo es duro. Te diré el porqué. Por ejemplo, todo lo que hace un patito feo está mal hecho, todo lo que dice, todo lo que piensa. Y uno acaba realmente pensando que es cierto, que el espejo muestra la realidad. Es un circulo vicioso que se transforma en habito, en lenguaje interior, en pensamiento. Pero el espejo no es la realidad. Ni tampoco el lenguaje ni tampoco los pensamientos. ¡Pero dile tú esto a un patito feo! El no sabe distinguir entre lo cierto y la mentira. Es un poco como la anorexia. Uno se mira en el espejo y ve un elefante. Dile tú a una mujercita que pesa apenas 40 kilos que lo que ve en el espejo no es lo que ella es...

Es muy complicado y más aún cuando decides entender. Cuando decides que a partir de ahora ya no quieres ser más un patito feo. Cuando piensas: bueno, ahora voy a tomar todos los medios para parar de una vez de ser lo que siempre he sido. Voy a cambiar, voy a ser un cisne y no un patito feo. Eso dice el cuento. Que al crecer el patito feo se transformó en el más bello y extraordinario cisne del grupo. Pero veo que los cuentos no lo dicen todo. Hablan de una manera oscura, es cierto, sobre cambios y verdades sabias, pero no dicen claramente como llegar hasta ellos.

Los budistas dicen que la compasión empieza por uno mismo, es decir que hay que ser compasivo contigo ante y sobre todo. Dice el Dalai Lama que el mejor ejemplo para definir la compasión es el amor maternal. Este amor que es incondicional y absoluto abarca los fundamentos de la compasión. En este amor hay el perdón, la comprensión, la diferenciación, el respeto, la amabilidad, la sensibilidad, la inteligencia. Este amor que es grande como el océano, o como el universo, es compasión. Es presencia y fuerza. Es cambio y lucha. Es don y pasión.

A todos los patitos feos nos falta ante todo compasión, pues, hacia nosotros mismos. Hay que meditar sobre esta fuerza amorosa que yace en nosotros para abrirla. No se trata de eliminar al patito feo sino más bien de abrazarlo. Mirarlo con ojos de madre, con estos ojos que ni nuestros padres ni nuestras madres tenían cuando nos miraban.

La merienda

Personajes:

Laika, pastora belga
Salem, gato callejero y vulgar,negro
Ella, dueña de Laika y de Salem
Invitadas

En un comedor 8 mujeres están reunidas para una merienda de verano. Hay, sobre una mesa, bocadillos, vasos y un recipiente con sangría. Las mujeres hablan muy animadamente y parecen estar de buen humor. A un lado del comedor un perro y un gato estudian el espectáculo.

Salem: Míralas, míralas, son como gallinas locas, que pesadas...

Laika: Pero que dices... si son muy simpáticas!

Salem, mira fijamente las piernas de una de las mujeres: Estas piernas me molestan, quiero arañarlas.

Laika, abre los ojos con espanto: ¡Ni te atrevas! Ella se enfadaría mucho, son sus invitadas y no puedes hacer una cosa tan horrible.

Salem, bosteza estirandose hacia delante: Tú no eres quién para decirme lo que tengo que hacer o nó. No faltaría más. Que un perro me mandase, decidiese de mis acciones... ¿Acaso no sabes que los gatos no aceptamos orden de nadie? Por algo fuimos dioses, en aquellos años de nuestra gran Gloria.

Las mujeres beben y fuman, es una tarde de verano húmeda y fuera hay un gran sol valiente y fuerte que lo quema todo. Pero dentro del comedor es como estar en medio de un gran vientre tierno.

Salem, se ha vuelto a sentar sobre su posterior y ha tomado una pose de figurina : No me gustan las reuniones de familia, los grupos excitados y excitables, las voces estridentes. ¿Cuántas son? Demasiadas. Han llegado como una oleada de mar, intransigentes en sus gestos bruscos, animadas y pesadas. Son mujeres. Las mujeres son así, como gaviotas tontas y hambrientas.

Laika, nerviosa y febril: Si, pero son simpáticas. Ya me han acariciado cada una de ellas el hocico, y me han dicho cosas deliciosas ¨ Que perra tan bonita, que pelo tan suave y negro, que cuerpo tan esbelto... ¨ Me miran y ven en mí la loba escondida detrás de mis ojos pardos. Ven en mí la perra sabia y dócil que soy, la amante del contacto, la guía de la oscuridad dónde el alma no sabe cual rumbo tomar. Soy Laika, perra entera y sincera, presente y compañera.

Salem, bosteza abriendo grande su boca dónde puede verse su dentadura fina y blanca : Continua y voy a dormir hasta el verano próximo. ¡Que pesada que eres! Siempre buscas dos colas en un mismo rabo. ¡Que suerte la mía de no haber nacido perro! Yo no necesito un espejo para verme, amiga mía. Yo soy entero y presente ante mi mismo. No necesito que me adulen o me engatusen. No me importa el gentío. No me importan los otros. Vivo, existo y esto para mí es suficiente.

Laika, fijando un punto, Ella: Mira como ríe. Parece una niña traviesa cuando ríe de esta manera, como si la risa fuese agua que resbalase de sus labios. Que suave su expresión en este instante dónde se rompen sus ojos en mil estrellas y su piel toma el color del melocotón cuando la alegría le hace resbalar la cabeza hacia atrás y que el cielo parece golpearle la frente.

Salem, taciturno, sombrio: Ha bebido.

Laika, sonriendo, la lengua salida: No solamente ella, todas ya han bebido bastante de esta poción que Ella preparó ayer mientras escuchaba a Francis Cabrel. ¿Qué tendrá este liquido rojo y suave como la sangre que las hace reír tanto? ¡Que misterio!

Salem, altanero: Están borrachas, todas sin excepción

Laika: Que no... están contentas, simplemente.

Salem, frío, intransigente: Me molesta esta alegría.

Laika, mueve el rabo a una velocidad estridente: Pues a mí me encanta. ¡Que feliz que soy cuando veo la felicidad en los otros! Cuando puedo discernir la complicidad y el juego, el gesto amable, el cuerpo ligero, flexible, dócil. No hay tormenta, ni nubes negras ni truenos. Hay solamente una gran paz que baila con palabras sin importancia, historias estúpidas y tontas, caricaturas y payasadas. Es una merienda muy entretenida, para ellas es como una demora, un descanso bien merecido.

Salem, lamiéndose una de las patas delanteras con mucho cuidado: Es curioso que todo lo veas de esta manera, tan simple, tan inocente. Todo te parece correcto, siempre estas de acuerdo en todo. Que asco.

Laika: Huele, huele el buen pastel de queso que ha traído una de ellas de la cocina. Hmmmm, que rico.

Salem, continúa haciendo su aseo como si de nada: Eres un caso. Eres como ellas, un cerebro limitado, yo diría casi vacío como el cerebro minúsculo de un mirlo. Sin consistencia, sin potencia. Hasta vuestras grandes alegrías son insignificantes.

Laika, seria: ¿ Qué sabes tú de felicidad si siempre estás más serio que un pingüino?

Salem, una pata delantera en el aire: Cuidado, que mis uñas son como finísimos hilos de plata y cuando cortan abren en profundidad.

Laika, parpadéa ligeramente: No me das miedo. Yo, con mis molares, puedo romperte el pescuezo en un decir. Si quieres, probamos.

Salem, ríe pero con ironia: Hasta en esto eres inocente. En un segundo puedo quitarte los ojos y hacer de ti una perra inútil y desgraciada. Que miseria ser un perro y no apreciar la fuerza y el peligro. Me das asco. ¿Cómo haces para no apreciar mi inteligencia y mi astucia? Te sorprende un rimero de mujeres histéricas y en cambio no reaccionas ante el animal más peligroso de este rebaño aquí presente. Hay que ver lo naïve que eres, y esto que ya tienes 3 años. Pero sigues siendo como un cachorro.

Laika: Posiblemente tengas razón. Eres un ser peligroso y negro, como el color carbón de tu pelo. Te respeto porqué no me gusta el combate, soy un ser de paz, yo. Veo lo bueno en todo, hasta en lo malo. Así me lo han enseñado mis antepasados, en mis genes. No le puedo hacer nada, este es mi camino.

Salem, sarcástico: Tú y yo como el Ying y el Yang.

Laika, de repente frenética y excitada: A estos dos señores no los conozco. ¿Qué no hueles el pastel de queso? Tengo hambre...

Salem, cierra los ojos: Vete, vete... Lárgate ya de una vez y déjame solo aquí, contemplando este espectáculo patético femenino de 8 mujeres comiendo un pastel de queso.

Laika: pues sí, me voy. Cada una me dará un trozo de pastel, estoy segura. Hay tres pasteles, uno de fresa, uno de naranja y otro de chocolate. Todos de queso, de este queso de leche de vaca tan bueno y suave que cuando lo comes parece que se cierra el mundo a tu alrededor y estas como en una nube cálida y tierna. Me recuerda mi madre, el queso de estos pasteles. Te dejo aquí, gato antipático y salvaje. Después no vengas y me pidas un trozo de pastel, que no te lo daré.

Salem: No, yo no pido nada. Yo solo quiero que todo esto acabe ya de una vez. Y que todo vuelva a la normalidad.

Laika se acerca sigilosamente hacia el grupo de mujeres. Es una tarde de verano, muy húmeda.

Junio

A veces Ella se pone de mal humor. Ultimamente esto le pasa muy a menudo, sobre todo cuando está con Luisa, su mejor amiga y cuando las dos, sentadas en el comedor, hablan de los hombres.

Es junio y hace mucho calor y yo me quedo quieta mis orejas de perra sabia en punta, para escuchar mejor.

- Es que no sabemos hablar de otra cosa, dice Ella. Es como una obsesión. Debe ser normal, a nuestra edad...

Esto ocurre porque estamos en junio, digo yo. En junio los arboles están todos tan verdes, tan fuertes. Hay como una fuerza telúrica en los aires que trastorna los sentidos. A Ella se le vuelve la mirada triste y le sale el mal carácter.

- ¿Y dónde están los hombres? pregunta Luisa un cigarrillo ruso entre los dientes.

Luisa, me he dado cuenta, lleva siempre cigarrillos rusos y esto desde que sale con un tal Ivanovich. A mí me gusta el olor a bosque que desprenden sus cigarrillos, me recuerdan campos y flores durante la primavera. Es que soy una perra muy romántica...

El ruso de Luisa lo vi una vez, cuando vino a buscarla en casa. Era alto y fuerte como un roble, casi me dieron ganas de morderle pero la mirada de Ella me paró de facto. Era rubio, con unos ojos muy parecidos al gato de la vecina.

- Ivanovich, dice Luisa, ... es un hombre muy abierto. De mente, digo. Para él una mujer tiene que ser fuerte, valiente, libre y sobre todo tiene que haberse leído toda la obra de Goncharov almenos cinco veces.

- Es un romántico.

- No creas. Los rusos son muy así, directos y francos.

Yo sé, ya que yo lo sé todo de Ella, que a mi amada dueña no le gustan tanto los rubios. A ella lo que le gusta son los hombres un poco románticos.

En junio el barrio se transforma en un camino verde y el sol cae como en largos rizos sobre el techo que hacen las ramas de los arboles. Las palomas se han vuelto lánguidas y tranquilas y los pájaros muy traviesos. Hace tanto calor que por las tardes mi Amada decide quedarse tranquila en casa, con un buen libro. Y Luisa viene a cada dos por tres con un pastel de queso para hacerle compañía. Es verano y todo es posible.

- Mira, los hombres son muy complicados, más que nosotras. Quieren una mujer inteligente a ratos, y una planchadora a otros. Una amiga fiel cuando están tristes y una madre cuando están solos. Ay, no sé, no sé.

Nunca están satisfechas las mujeres. El perro de arriba, Toby, que pasa por un viejo sabio callejero (ha visitado Inglaterra) asegura que las mujeres son como el agua, indefinibles. A Toby le gustan más los hombres, pero Toby es un macho. Un día le pregunté si pensaba lo mismo de las perras y me miró con una sonrisa de lado. No le dio tiempo contestarme ya que su Amo tenia prisa.

- A mi un hombre que supiese darme unos buenos masajes en las piernas no me desagradaría, dice de repente Ella tragándose un trozo de pastel de queso que parece delicioso. Mis piernas necesitan mimo, que están las pobres hechas polvo.

Luisa ríe. Cuando Luisa ríe yo oigo campanillas de plata. Yo adoro a Luisa. Un poco menos que a Ella, bien entendido. Pero Luisa tiene algo muy bueno y es que de vez en cuando me da cachitos de pastel sin que Ella la vea. Y me hace un guiño que me hace sentir muy importante.

- ¿No te gustaría que un hombre te tratase como si fueses una diosa griega?
- Depende. Podría gustarme si me viese como su Belona.
- O su Artemisa.
- Hoy en día los hombres nos ven de todo menos como diosas.

Ahí suspiro yo para que se den cuenta que las perras no somos como los hombres y que para nosotras nuestra Ama es nuestra diosa. Cosas de perros.

Ella, mi diosa, siempre se pone triste cuando habla de los hombres. Hay en su mirada como una especie de silencio. ¿Será porqué no hay ningún hombre en casa? ¿Será porqué la soledad, sin un hombre, es algo muy difícil? Yo, desde luego, no entiendo. Yo no necesito a nadie más que Ella, Ella día y noche. No necesito de un hombre que venga y se quede y me moleste o me aparte.

- Y es mejor así, dice Ella suspirando. Es mejor que los hombres nos vean como somos, y hasta que nos envíen a la puñeta, porque así nosotras tambien lo podemos hacer. Enviarlos a la quinta luna, como decia mi abuelita. Y no pasa nada.

Se ve que esto de los hombres y de las mujeres es muy complicado, Pitula, la caniche del cuarto tercera tambien me lo decia el otro día. Además me dijo que por muy caniche que fuese pensaba en largarse a la primera oportunidad ya que sus dueños eran unos pesados, siempre con peleas y gritos. Harta, decia Pitula, harta y uno de estos días ¡ciao!

- Los hombres son mas complicados que un buen pastel de queso, dice Luisa riendo.
- Ni que lo digas, chica. Ni que lo digas.

Se levantan y me dicen que es hora de dar un paseo, que la luna ha salido, y es luna llena y ya ha refrescado y es junio y me siento feliz.

Maria

Querida Maria,
he querido enviarte esta respuesta via los comentarios pero no ha habido manera de hacerlo, hay un problema y no se cual. Aqui tienes lo que te escribí luego de haberte contestado de mala manera.

...Además María te voy a decir lo que es la virilidad. No entiendo porqué le tienes tanto miedo a esta palabra. ¿No será que no la entiendes? La virilidad no es nada del otro mundo pero no está relacionada a algo peligroso. Una mujer puede ser viril y femenina al mismo tiempo. Porque viril quiere decir fuerte, valiente, seguro de sí mismo, viril quiere decir energía, fuerza interior. Un machista no es viril porqué en la base del machismo hay el miedo. NO vivimos en una sociedad viril ya que nuestra sociedad es machista.

No tengo una visión sexista de la sociedad, María, más bien digo que la sociedad es sexista. Lo que yo critico es el sexismo que hace que la mitad de los habitantes del planeta no tienen, la mayoría, ni voz ni voto. Digo que las guerras las mandan los hombres, es mi opinión. Y pienso sencillamente que si las mujeres hubiesen tenido el poder no lo hubiésemos hecho de esta manera, con guerras y peleas, destruyendo y matando, abusando, violando. Aniquilando y saqueando la tierra.

Cuando digo a Joaquín que no le pregunte a una africana si es igual que un hombre lo digo de una manera irónica, para hacer resaltar dos cosas: Primero, la africana no tiene los mismos derechos que el hombre y esto ella lo sabe y yo tambien y Joaquín igual. Y segundo la africana, aun no teniendo los mismos derechos, trabaja más que el hombre africano. Esto no lo digo yo pero sí los expertos o más bien las expertas.

Nuestra sexualidad nos hace. Somos cuerpo sexual. En este planeta la sexualidad es la base de muchas injusticias. Si eres mujer, es posible que no tengas la misma suerte que si eres hombre. ¿Acaso esto no es sexual? En China si naces con el sexo femenino tu vida está en peligro y puedes ir a acabar en un orfanato. En Japón los niños son los más mimados. En Canadá violan una mujer cada 5 minutos. ¿Esto no es sexo?

Pero bueno... mientras hayan hombres viriles el mundo podrá seguir rodando con tranquilidad. Yo conozco hombres viriles, tengo amigos viriles y mi compañero es muy viril. Pero no todos los hombres, desgraciadamente, son así. Tengo la esperanza que un día los hombres y las mujeres nos entenderemos y haremos un buen equipo. A espacio planetario, entiendo. Hasta ahora no es así. Si critico a los hombres es porque ellos tienen el poder, y el poder siempre es criticable.

Enfado

Laika, el otro día mi amigo Joaquín me aconsejó que volviese a leer a Montaigne, para calmarme.

Pero Laika, yo no quiero calmarme. Estoy enfadada y quiero seguir enfadada. Y la razón es simple. Estoy enfadada porqué no hay hombres que se puedan llamar hombres sobre la tierra.

¿Que ya lo sabias? Pues yo no. Yo siempre he pensado que aún existían la valentía, el honor, el coraje, la conciencia y la virilidad. Siempre he asociado estas cualidades con los hombres. Así me lo han enseñado, desde chiquitita. Así he pensado que era. Que mentira tan grande que nos han contado...

Estamos, las mujeres, rodeadas por un gran vacío.

Nosotras, el sexo débil, no tenemos a nadie que nos proteja. Ni a nosotras ni a nuestros hijos ni a nuestros ancianos, ni a nuestra amada madre la tierra. Vivimos en un mundo sin protección, abandonado. Es terrible.

Los hombres, el sexo fuerte, han decidido desde hace muchos siglos llevar las riendas de este mundo. Ellos han tomado las decisiones en lo referente a todo: medicina, ciencia, política, física, astronomía, arte, ecología. Todo, absolutamente todo, hasta la maternidad, ha ido a parar bajo el yugo del hombre. ¿Y qué pasa? Pues pasa que no avanzamos. Que no evolucionamos, que la vida sobre la tierra es ya un infierno en muchas partes. Pasa que sigue esta barbarie terrible que hace de los seres humanos un animal sin conciencia, la guerra. Pasa que siguen muriendo más de 50 mil crios por día en el mundo. Genocidio, asesinatos en masa, racismo, explotación, esclavitud, fanatismo, terrorismo, violaciones, lapidaciones...

Las mujeres estamos enfadadas con los hombres, hace siglos y siglos que este enfado dura y dura y dura. Es algo que no se dice abiertamente, pero que está ahí, entre el hombre y la mujer. Y nosotras, las burras, callamos. Soportamos.

¡Ah! Laika, que mal apañadas estamos las mujeres con estos hombres que no saben dirigir la tierra. Que no saben que virilidad no es violencia. Que ignoran que hay otras maneras de llevar el planeta, otras maneras menos violentas, más femeninas, más humanas.

En realidad, siempre ha sido así. Nuestras abuelas han tenido que soportar a los hombres, y las madres de nuestras abuelas, y las madres de... Bueno, para qué continuar.

Yo digo basta. Esto no puede continuar. Esto no puede ni debe continuar. Yo digo basta de tanta masculinidad en la tierra, en todas partes. Y estos hombres que nos rodean, nuestros amantes, nuestros padres, nuestros hijos, nuestros vecinos, estos hombres no quieren cambio, no quieren ni saben que podría haber otra manera de hacer las cosas. No se quejan. Y los políticos, nuestros representantes, siguen comportándose como los hombres de las cavernas. Con agresividad, con competitividad, con un sentimiento todopoderoso que les ciega y hace de ellos una raza desordenada, hace de ellos y de todos los hombres de la tierra el sexo inferior.

Ay Laika, ¡qué enfadada que estoy!¡ Pues no! No voy a leer a Montaigne. En lugar, voy a leer a Mary Daly, y a Dale Spender y tambien a Marilynn French, a Adrienne Rich. Voy a leer a mujeres que han dicho basta al patriarcado. Y pistas para combatirlo.

Laika

Psss. Pssss.... ¿Hay alguien?

Aprovecho que mi Amada dueña está trabajando para insinuarme y echar mi hocico por aquí. Es muy interesante todo esto pero tengo que decir que me he quedado horrorizada al ver que no había ninguna foto mía. ¡Crimen!¡Tanta Laika por aquí y tanta Laika por allá y nada, absolutamente ninguna imagen mía. Hay que ver, con lo guapa que soy... Con lo elegante y estilizada que soy... ¡Esto no se lo perdonaré nunca, nunca!

Pero a lo nuestro. Me presento: me llamo Laika y soy una pastora belga. Ella decidió bautizarme con el nombre de aquella perra tan famosa, una astronauta rusa, la primera perra que viajo en el espacio. Total, ya nadie se acuerda de ella, pobreta, y mucho mejor. Yo soy Laika, la única y exclusiva Laika.

Ya, por empezar, físicamente le gano en belleza a aquella desgraciada comunista. Mi pelaje es suave, liso como la seda, brillante, como si un rayo de luna lo acariciase y le diese un tono más profundo. Y es que toda de negra soy, ninguna mancha ensucia mi pelo, ningún rasgo, soy totalmente negra, igual que la noche. Tengo unas orejas puntiagudas y alertas sobre una cabeza que los grandes expertos califican de hermosa. Estas orejas, que mi dueña acaricia cada dos por tres, lo oyen todo, hasta lo que no es perceptible a los insectos. Mi hocico es alargado y de perfectas dimensiones y sobresalen mis dientes blancos y entre ellos mi lengua, rosa y tierna como la de un recién nacido. En cuanto a mis ojos, oh, mis ojos color café y de suave mirada se fijan en todo. Tengo una vista excelente, y de eso no se pueden jactar todos los perros. Pero yo si. Yo lo veo todo, hasta lo que no se ve.

Soy una perra alta y esbelta. Cuando salto me asemejo a las gacelas, ágil, ágil, bailarina profesional, una nube liviana y oscura que salta y vuela en los aires. Y me gusta guardar el equilibrio sobre las dos patas traseras para parecerme así a un caballo de circo. Y que la gente se me quede mirando, sonriendo, embobada por tanta gracilidad.

Cuando salgo a la calle las palomas se ponen en alerta. No hay ningún pajarraco de esta especie que se me pase desapercibido. Es lo único que ven mis ojos pardos cuando me paseo con mi Amada. Estos pájaros, rastreros y gamberros que osan pasearse con insolencia en MI territorio, son una obsesión para mí. Algunas noches, cuando respiro el viento del Norte, se me revuelca la sangre y entonces me imagino que atrapo uno de ellos entre mis fuertes mandíbulas. Que placer tan exquisito sentir el palpitar acelerado del corazón de una paloma en mi boca, y luego oír el crac de sus huesos entre mis dientes y ay, ay, el sabor amargo de su sangre me llena de una locura que desconozco pero que acepto, es mi lado lobo que se despierta, embriagándome, atontándome y gimo, gimo entre el placer y el dolor ya que yo soy una perra domesticada y estas emociones que siento sobrepasan mi entendimiento canino.

Pero nada, nada es tan fuerte como la pasión que siento por mi Amada dueña ya que para mí, ella es la luz que ilumina mi corazón. Así somos los perros, no se le puede hacer nada. Yo sólo le pido una cosa y es que siempre se quede a mi lado, que no me abandone nunca porqué entonces mi corazón se rompería en mil pedazos y yo no podría sobrevivir a tanta pena. Quiero comer con ella, salir con ella, correr, y sobre todo reír con ella. Esta tarea no es fácil, mi Amada es una persona seria y a veces un poco antipática. Se pone fácilmente de mal humor, chilla, insulta, tira cosas en los aires, en una palabra se exaspera. Cuando le cogen estos ataques yo lo que hago es esconderme debajo de la cama y esperar. Hay que decir que los perros tenemos mucha paciencia y sabemos cuando salir o no. Y cuando sé que es el buen momento salgo lo más lentamente que puedo y me acerco a ella como si me acercase a una paloma herida, con pasos sigilosos, estudiados, casi felinos. No quiero asustarla, aturdirla. A sus pies me acerco y sobre ellos pongo mi bella cabeza de perra fiel. Al cabo de un rato ella me ve, mira, al principio desde muy lejos, desde horizontes extraños que yo no llego a captar pero que entiendo desde lo más hondo de mi corazón. Sus ojos son para mí dos estrellas que acaban fundiéndose en mis ojos, siempre. Sonrío. Y es entonces cuando lentamente, con mucho cuidado para que no se apague esta luz que nos une, levanto una de mis patas y le acaricio la pierna. Mi Amada también sonrie y luego juntas nos ponemos a reir.

La amabilidad

Laika, tú si que siempre eres amable. Los perros tenéis esto dentro de vosotros, en los genes. Está en vosotros, esta gentileza. Tú, Laika, eres amable con todos. Sobre todo con ancianos y con crios.

Y es que los ancianos y los crios son tambien muy amables. Unos porqué han visto demasiado y los otros porqué no saben aún. La amabilidad como manera de vivir, muy cerca de la inocencia.

Buda tambien hablaba de la amabilidad. La amabilidad implica atención y percepción.

¿Por qué somos tan poco amables? Vamos tan deprisa, siempre... No paramos de correr. Aquí, allá, sin parar, sin respirar, sin meditar. Tenemos dos patas pero es como si quisiéramos tener cien, y otros cien brazos. Aquí, allá, aquí, allá y en ninguna parte. Mientras tanto la amabilidad se evapora, como una nube. No somos amables. No tenemos tiempo de serlo con tanto trabajo, tantas tareas importantes, tantas citas y recados.

Dice Pablo Neruda:

Ahora contaremos doce
Y nos quedaremos todos quietos.

Por una vez en la tierra
No hablaremos en ningún idioma,
Por un segundo detengámonos,
No movamos tanto los brazos.

Sería un minuto fragante,
Sin prisas, sin locomotoras,
Todos estaríamos juntos
En una inquietud instantánea.

Y es que no somos generosos. No sabemos dar, darnos. Entre el aquí y el allá apenas tenemos para comer, beber y dormir. Es decir que no tenemos tiempo para nosotros. Y si no hay tiempo para nuestro pequeño ser tampoco, evidentemente, hay tiempo para los otros.

Ser amable es abrirse, darse, gozar del instante presente. Mirar y ver. Tanto correr nos quita la visión real de las cosas. Cuando soy amable me paro y respiro hondo. Veo lo que me rodea, entro de pleno en lo que está a mi alrededor. Aguanto la puerta a esta persona que viene detrás de mí, sonrío, doy mi asiento a esta otra persona que parece muy cansada, veo el cansancio en sus facciones, participo en su vida, el espacio de un segundo. O recojo esto que se le ha caído al suelo a este desconocido, poco importa su edad, que importa quien sea, me he parado, he participado. O escucho el drama de este personaje extraño que se ha sentado a mi lado en el metro y que tiene necesidad de compartir su locura y aquí estoy, cinco minutos, aunque solo sean cinco segundos, entiendo, sonrío. Participo.

Soy amable, camino con los ojos abiertos. ¿Que es lo que me rodea? Un sinfín de vidas, un sinfín de sorpresas. ¿Tanto miedo le tengo a lo inesperado? ¿Tan poco aventurero soy? Ser amable implica riesgo, riesgo de pararme, de recibir, de mostrar un poco de mi persona. Es personalizarme en medio de un torbellino de vidas, de movimientos, de aquis y de allás.

En medio de esta locomotora loca que es mi ciudad con sus vas y vienes incesantes.

Los perros sois amables porqué vivís el presente absoluto. Os divierte el momento presente. No hay ni pasado ni futuro en vuestras mentes sabias. Os dais en este instante que es el único instante que tiene sentido, porqué solo en este instante existo.

Confundimos el parar con inacción. Confundimos el dar, la ofrenda, con el despojo. Lo confundimos todo y es que corremos tanto, tanto que no tenemos tiempo de reflexionar.

La amabilidad es amor, ternura. Un cualidad que podría cambiar el mundo. Soy amable, respeto. Soy amable y borro diferencias. Ya no hay separación. Ya no hay división. Comparto, doy y recibo. Es tan simple.

Ojos abiertos

Laika, hoy durante mi clase de Yoga me ha pasado algo muy entrañable.

Ha ocurrido durante la meditación, después de los ejercicios. Yo tenia los ojos cerrados y de repente me he sentido muy feliz. Ha sido como si alguien me hubiese abrigado con una manta de cariño.

Y entonces ha llegado a mi consciencia que esta felicidad era inseparable de los otros, mis compañeros de clase. Ser feliz entonces es fácil, he pensado. Aquí estoy, estirada. A mi lado hay gente que apenas conozco. Respiran junto a mí, largas y profundas inhalaciones que hacen de esta sala un inmenso pulmón humano con varios corazones latiendo en unión, en sincronismo, bailando al mismo ritmo.

Aquí estamos, en silencio pero alertas. Tengo los ojos cerrados pero puedo ver. Me levanto, en mi mente me levanto y los miro, compañeros de este viaje que hemos emprendido juntos, este camino del Yoga pero que es en el fondo el simple camino de la vida. Mi felicidad es tan grande que no puedo guardarla solamente para mí. Me acerco a ellos. Con la mente acaricio pelos, rozo caras tranquilas, toco hombros relajados, piernas, pies... Alegría de estar en vida, aquí, con vosotros. Que esta alegría no sea solamente mía. Mi corazón late, late, bum, bum, bum, bum, este es mi corazón, mi corazón pero tambien el nuestro, no puedo diferenciar, separar. Todos estamos en este mismo mar azul que es la vida, que es esta clase que está a punto de terminar. Que felicidad saber que siempre habrá compañeros y que todos seamos hijos de la misma tierra, de la misma agua, todos sin excepción.

Me han llegado desde muy hondo unas ganas terribles de besar, acariciar con el borde de mis labios pieles vibrantes, besar tanto misterio suave y fuerte a la vez. He pensado entonces que lo importante era esto, esta presencia inalterablemente bella y natural, el humano. He recordado en aquel momento desconocidos en el metro, en la calle, en los cafés. Parejas de enamorados, ancianos, madres paseando a crios, hombres de negocios con sus corbatas grises, estudiantes... Y todos portadores y portavoces de la fuerza viva e inquebrantable que es nuestra luz interior que hace que tambien seamos hijos del universo.

Pero la clase ya estaba terminando. He abierto los ojos. Nos hemos sentado para recitar un OM en gratitud a todo lo que nos rodea, a toda esta infinidad de incógnitas y enigmas que hacen el Ser.

Pareja

Laika, hoy estoy de mal humor. Disculpa.

Envidio a Leticia de haber encontrado a su príncipe azul. Que suerte. Nosotras, pobres hormigas de cuatro patas, tenemos que soportar a nuestros hombres demasiado humanos.

Hay días en los cuales la vida de pareja me cansa. Es agobiante, como andar en medio del desierto. Me ahogo, siento que el aire falta. Y me pregunto entonces lo que estoy haciendo aquí. Será que me he equivocado de vida. O de persona. O simplemente de pareja. Quien es este hombre que está aquí, día y noche?

Hay días y noches que no le conozco. Días y noches que no sé quien es.Hay mañanas que no le quiero ver, noches que preferiría estar lejos de él.

Momentos en que si no estuviera, la vida me sería más soportable. Instantes en que sueño que de repente soy como una leona, libre, fuerte y sola.

Sin necesidad de ti, hombre de mi vida, amor mío. Sin necesidad de tu cuerpo, de tu mente, de tu calor. Simplemente yo, batalladora y valiente.

El problema de las mujeres, el más grave problema que tenemos las mujeres es el hombre. No sabemos lo fuertes que somos sin los hombres. No sabemos lo bueno que sería un mundo simplemente sin ellos como punto de mira.

(El problema de las mujeres y de la tierra, claro.)

El problema de las mujeres es esta presencia constante de hombres en todas partes, único punto de referencia. Todo lo que se decide, todo lo que se hace, todo lo que se propone está decidido, hecho y propuesto por hombres. La misma idea de vida de pareja es una concepción masculina.

Hasta el aborto está regido por los hombres. Nuestros cuerpos y nuestras mentes.

Las guerras, las bombas, las armas, la violencia conyugal, todo esto es del mundo de los hombres.

Cuando digo estas cosas mi amigo Joaquín se enfada conmigo. Dice que no tiene sentido lo que digo, que los hombres y las mujeres somos responsables de todo, que la violencia no tiene genero, que el mal está en cada uno de nosotros. El mal y el bien.

Laika, una pareja es un pequeño planeta con sus astros y sus tormentas. Como desearía de repente que llegase un cataclismo y lo tirase todo por el suelo. Que la base, este patriarcado insolente e indolente, desapareciese bajo los escombros. Al igual que los reyes con sus monarquías obscenas, el poder masculino, mafioso y autoritario, tampoco tiene razón de ser en el Siglo XXI.

Hay algo que no funciona en este planeta y es este desequilibrio entre el hombre y la mujer, desequilibrio que no nos deja avanzar, crecer, madurar como genero humano. Una pareja, decia D. H. Lawrence, son dos columnas que sostienen un techo. Una pareja son dos entidades, dos fuerzas iguales. El Ying y el Yang, el sol y la luna, la virilidad y la feminidad.

Pero mientras tanto, hasta que llegue este equilibrio, tendremos que soportar a los príncipes azules de cuento y a nuestros hombres que solo saben andar con una pierna. Es una lata, pero es lo que hay.

Vale, Laika, vale, salgamos de paseo y a ver si nos animamos un poco!

El Circo

Gran noticia Laika! Habrá matrimonio real y podremos disfrutarlo directamente en la tele!

Es una gran noticia, efectivamente. Lo sabemos desde una eternidad pero siempre me sorprende cuando veo que se habla de ello. Y más Laika. Lo que realmente me sorprende es ver que aun existan reyes.

Yo que creía que se les había cortado el cuello, definitivamente, durante la Revolución Francesa. Fue un buen trabajo. Finito los reyes, los abusadores del poder, los hombres y las mujeres que se decian privilegiados de Dios. Los franceses decidieron que todo era mentira y que había que terminar la tarea de una manera drástica, cortar el problema desde su raíz. Ya no habría más ¨El rey a muerto, viva el rey!¨ Aquello, en la nueva era, ya no tenia sentido.

La cabeza de la reina y del rey en una cesta de mimbre. Una nueva época empezaba. Ya no se creía en los reyes magos que de magos no tenían nada.

Pero aquí, aquí Laika, se sigue creyendo en los cuentos de hadas. Se está hablando mucho estos dias de princesas y de príncipes azules. Sobre todo de príncipes azules. No solamente del nuestro, pero de los otros, hay aun bastante principies azules en esta Europa que se desea moderna y dinámica. Demasiados príncipes que más que príncipes parecen payasos.

Has visto como van vestidos? Con uniformes y medallas. Muy rectos andan, como si tuviesen un problema de espalda. Es que ser príncipe azul hoy en día tiene que ser muy difícil, hay que guardar un semblante de seriedad.

Pero tambien las reinas, sobre todo las viejas, tienen pinta de payasas. Payasas desgastadas. Las otras reinas, las mas jóvenes, son payasitas. Muñecas de cera que andan como sobre una nube. Alomejor tienen vértigo? Están tan arriba, las pobres, tan lejos de la realidad.

Un día se caerán reyes, reinas, príncipes y princesas y veras el trompazo que se darán. Entonces sí que se les podrá llamar príncipes azules de los morados que les saldrá por todas partes.

Mientras tanto, dices sarcástica, viven como reyes. Vale, en esto te doy la razón. Viven muy bien. Tienen castillos, barcos, cuentas de banco en Suiza. Invierten en todo tipo de cosas, cosas en las que no se tendría que invertir. Pero ellos están por encima de todo. Que les importa el olor del dinero de sus cuentas bancarias? Son reyes y reinas. No me hagas decir que son una mafia, porque aquí la liaríamos. Si digo esto mi vecina es capaz de criticarme y decir por todo el barrio que soy una vaca.

A mi abuela, tú la conoces, tambien le gustan los príncipes. Pero ella es de otra generación, de otro siglo. En aquel siglo se tenia la creencia extraña que los pobres habían nacido pobres por la gracia de Dios. Se ve que hoy en día se sigue creyendo en aquellas idioteces.

La boda, la tendremos que soportar que lo queramos o nó. Estamos en una democracia, los insignificantes tienen derecho de existencia. Por obligación habrá que pagar al circo y ver pasear ante nosotros a estos personajes absurdos y ridículos.

Como dice mi amigo Claude, lo siento, hemos nacido en esta época salvaje de sublime indecencia.

Corazón, corazón

Laika, hoy tengo ganas de hablar del corazón. Y no sé por donde empezar ya que el corazón es muy misterioso.

Vosotros los perros tenéis un corazón muy grande, grande como el universo, infinito corazón que tenéis. Abierto, manso, vivo. Como os envidio. Y es que nosotros, pobres seres humanos, tenemos un corazón y no sabemos que lo tenemos.

Que difícil es escuchar nuestro corazón.

Tú, Laika, corazón eres a parte entera, corazón cuando te despiertas, corazón cuando me miras, corazón cuando juegas y comes. Y sin embargo yo, para tomar conciencia de mi pequeño corazón, tengo que pararme y entonces escuchar. Si, ahí está. Su latido, su movimiento, su energía. Motor, centro, energía, fuego. Aquí está, dentro de mí. Aquí está, presente, único, músculo central, capitán de mi nave.

Pero aún así, no lo escuchamos. Hacemos como si no existiese. Prescindimos de él. Hacemos como si este corazón nunca tuviese que fallar, hacemos como si nunca tuviese que parar. No lo escuchamos. No oímos su voz intima que nos habla de lo esencial, es decir de la vida. Preferimos seguir la voz de la mente, que miente.

El corazón habla del ahora. Yo lo veo en ti, Laika. Tu actitud es infinitamente presente. No es que no tengas cabeza, Laika, no te molestes! (Y muy bonita, desde luego). Pero prefieres, entre tu cabeza y tu corazón, seguir el camino de tu corazón. Es el más simple y el más difícil. Pero los perros no tenéis miedo.

Nosotros, hormigas de dos patas, elegimos siempre lo más complicado y lo más fácil. No queremos sufrir, por esto elegimos la ruta de las ideas. Siempre analizamos. Siempre conjeturamos, huyendo así del centro, del corazón, de lo esencial. El corazón nos pide, sin cesar, presencia y don. Y esto no lo queremos.

Cuando te das a mí, Laika, te das toda tú, sin caretas ni disfraces, simplemente tú y tu corazón. No hay lugar al miedo en este elan tuyo. Hay alegría, dolor, pena, pero no hay miedo. El corazón no tiene miedo puesto que para él solo hay presencia en el presente.

Enséñame, Laika, a darme con todo mi corazón. Enséñame a prescindir de discursos y palabras. El corazón vive, siente. Cuando sufre, su dolor es tan grande que se retuerce dentro de mí, pobre corazón mío. Cuando se alegra es tan feliz y se expande a tal punto que tengo la impresión que le falta espacio aquí, dentro de mí.

El corazón late, late y me habla a su manera, sin palabras, sin discursos. Es un guía sabio que no huye ante nada, ni ante el horror ni ante la belleza. Es como un guerrero infalible, un caballero fuerte y valiente. Aquí estoy bajo el sol, bajo la lluvia, en medio de tempestades, aquí me tienes, bueno, transparente. Agua seré para tu sed, luz en la oscuridad, pan cuando tengas hambre.

Si sigues mis pasos, el tic tac de mi voz, no es que huyas.
Si sigues mi marcha simplemente serás menos ciego.