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meditandoconlaika

La mirada del patito feo

El caso Laika es que yo siempre he sido el patito feo de la familia. No, no... no te rías. No es para reír. Ser el patito feo de la familia es muy duro, es casi como una tragedia griega. Es como una maldición, un maleficio.

Laika, te lo puedo asegurar, ser patito feo es serlo para siempre. En fin, esto creo yo. Y lo creo porqué yo soy un patito feo.

Todo esto Laika empieza con la percepción y la mirada. Con las historias que uno oye, en casa. Con los gestos. Con los sentidos.

En casa, por ejemplo, corría la historia siguiente: yo, nací melliza pero por desgracia mi hermanita solo vivió tres días. El caso es que se cuenta que cuando la enfermera vino a anunciar la muerte de mi hermanita a mi padre, la mujer le dijo que ¨la fea había sobre vivido¨. Esta historia que hoy yo puedo contar con una media sonrisa, mi padre la contaba riendo delante de los invitados. El único que reía era él, evidentemente.

(Los budistas dicen que uno elige a sus padres, para aprender. En mi caso yo he aprendido a vivir siendo un patito feo).

Pero las historias de los patitos feos no terminan con las historias contadas entre carcajadas y cinismos. Yo diría que empiezan justamente ahí, en dónde la criatura empieza a verse un tanto extraña, un tanto diferente. Lo que es curioso es que habitualmente en una familia si hay un patito feo solo hay uno. Mi otra hermana, la que nació dos años más tarde y sin ser melliza, no fue marcada por ningún atributo. Ella ha sido todo menos un patito feo. La imagen que ella tiene de ella misma es muy diferente de la que yo tengo de mí. Es mucho.

¿Qué es ser un patito feo? Pues mira, es llevar ante y sobre todo una marca. No es una marca que se pueda ver; tampoco se puede quitar ya que no se puede ver. Es un tatuaje invisible señalado en un rincón del alma. Está ahí, simplemente. Una herida con unas raíces tan profundas que es difícil extirparlas.

Siempre me he hecho la misma pregunta: ¿Por qué mi padre, por ejemplo, no ha sabido ver en mí, y mostrármelo, mi inteligencia, mi bondad? ¿Por qué no ha visto en su hija una planta, rica, suave, poderosa? ¡Ah! Hay padres que son ciegos. Tienen estrellas entre sus manos y solo ven piedras negras. O nada, simplemente el vacío. Hay padres indiferentes. Hay padres ignorantes.

Esta pregunta nunca he podido contestarla. Ni tampoco en el despacho de un psicoanalista. Puedo deducir pero siempre estaré en la duda y como yo, todos los patitos feos de sobre la tierra. Nunca sabremos exactamente el porqué de esta exclusión. ¿Acaso saber podría solucionar el problema? No creo. Entonces he parado de preguntar.

He dicho antes, Laika, que ser un patito feo es duro. Te diré el porqué. Por ejemplo, todo lo que hace un patito feo está mal hecho, todo lo que dice, todo lo que piensa. Y uno acaba realmente pensando que es cierto, que el espejo muestra la realidad. Es un circulo vicioso que se transforma en habito, en lenguaje interior, en pensamiento. Pero el espejo no es la realidad. Ni tampoco el lenguaje ni tampoco los pensamientos. ¡Pero dile tú esto a un patito feo! El no sabe distinguir entre lo cierto y la mentira. Es un poco como la anorexia. Uno se mira en el espejo y ve un elefante. Dile tú a una mujercita que pesa apenas 40 kilos que lo que ve en el espejo no es lo que ella es...

Es muy complicado y más aún cuando decides entender. Cuando decides que a partir de ahora ya no quieres ser más un patito feo. Cuando piensas: bueno, ahora voy a tomar todos los medios para parar de una vez de ser lo que siempre he sido. Voy a cambiar, voy a ser un cisne y no un patito feo. Eso dice el cuento. Que al crecer el patito feo se transformó en el más bello y extraordinario cisne del grupo. Pero veo que los cuentos no lo dicen todo. Hablan de una manera oscura, es cierto, sobre cambios y verdades sabias, pero no dicen claramente como llegar hasta ellos.

Los budistas dicen que la compasión empieza por uno mismo, es decir que hay que ser compasivo contigo ante y sobre todo. Dice el Dalai Lama que el mejor ejemplo para definir la compasión es el amor maternal. Este amor que es incondicional y absoluto abarca los fundamentos de la compasión. En este amor hay el perdón, la comprensión, la diferenciación, el respeto, la amabilidad, la sensibilidad, la inteligencia. Este amor que es grande como el océano, o como el universo, es compasión. Es presencia y fuerza. Es cambio y lucha. Es don y pasión.

A todos los patitos feos nos falta ante todo compasión, pues, hacia nosotros mismos. Hay que meditar sobre esta fuerza amorosa que yace en nosotros para abrirla. No se trata de eliminar al patito feo sino más bien de abrazarlo. Mirarlo con ojos de madre, con estos ojos que ni nuestros padres ni nuestras madres tenían cuando nos miraban.

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