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meditandoconlaika

Laika

Psss. Pssss.... ¿Hay alguien?

Aprovecho que mi Amada dueña está trabajando para insinuarme y echar mi hocico por aquí. Es muy interesante todo esto pero tengo que decir que me he quedado horrorizada al ver que no había ninguna foto mía. ¡Crimen!¡Tanta Laika por aquí y tanta Laika por allá y nada, absolutamente ninguna imagen mía. Hay que ver, con lo guapa que soy... Con lo elegante y estilizada que soy... ¡Esto no se lo perdonaré nunca, nunca!

Pero a lo nuestro. Me presento: me llamo Laika y soy una pastora belga. Ella decidió bautizarme con el nombre de aquella perra tan famosa, una astronauta rusa, la primera perra que viajo en el espacio. Total, ya nadie se acuerda de ella, pobreta, y mucho mejor. Yo soy Laika, la única y exclusiva Laika.

Ya, por empezar, físicamente le gano en belleza a aquella desgraciada comunista. Mi pelaje es suave, liso como la seda, brillante, como si un rayo de luna lo acariciase y le diese un tono más profundo. Y es que toda de negra soy, ninguna mancha ensucia mi pelo, ningún rasgo, soy totalmente negra, igual que la noche. Tengo unas orejas puntiagudas y alertas sobre una cabeza que los grandes expertos califican de hermosa. Estas orejas, que mi dueña acaricia cada dos por tres, lo oyen todo, hasta lo que no es perceptible a los insectos. Mi hocico es alargado y de perfectas dimensiones y sobresalen mis dientes blancos y entre ellos mi lengua, rosa y tierna como la de un recién nacido. En cuanto a mis ojos, oh, mis ojos color café y de suave mirada se fijan en todo. Tengo una vista excelente, y de eso no se pueden jactar todos los perros. Pero yo si. Yo lo veo todo, hasta lo que no se ve.

Soy una perra alta y esbelta. Cuando salto me asemejo a las gacelas, ágil, ágil, bailarina profesional, una nube liviana y oscura que salta y vuela en los aires. Y me gusta guardar el equilibrio sobre las dos patas traseras para parecerme así a un caballo de circo. Y que la gente se me quede mirando, sonriendo, embobada por tanta gracilidad.

Cuando salgo a la calle las palomas se ponen en alerta. No hay ningún pajarraco de esta especie que se me pase desapercibido. Es lo único que ven mis ojos pardos cuando me paseo con mi Amada. Estos pájaros, rastreros y gamberros que osan pasearse con insolencia en MI territorio, son una obsesión para mí. Algunas noches, cuando respiro el viento del Norte, se me revuelca la sangre y entonces me imagino que atrapo uno de ellos entre mis fuertes mandíbulas. Que placer tan exquisito sentir el palpitar acelerado del corazón de una paloma en mi boca, y luego oír el crac de sus huesos entre mis dientes y ay, ay, el sabor amargo de su sangre me llena de una locura que desconozco pero que acepto, es mi lado lobo que se despierta, embriagándome, atontándome y gimo, gimo entre el placer y el dolor ya que yo soy una perra domesticada y estas emociones que siento sobrepasan mi entendimiento canino.

Pero nada, nada es tan fuerte como la pasión que siento por mi Amada dueña ya que para mí, ella es la luz que ilumina mi corazón. Así somos los perros, no se le puede hacer nada. Yo sólo le pido una cosa y es que siempre se quede a mi lado, que no me abandone nunca porqué entonces mi corazón se rompería en mil pedazos y yo no podría sobrevivir a tanta pena. Quiero comer con ella, salir con ella, correr, y sobre todo reír con ella. Esta tarea no es fácil, mi Amada es una persona seria y a veces un poco antipática. Se pone fácilmente de mal humor, chilla, insulta, tira cosas en los aires, en una palabra se exaspera. Cuando le cogen estos ataques yo lo que hago es esconderme debajo de la cama y esperar. Hay que decir que los perros tenemos mucha paciencia y sabemos cuando salir o no. Y cuando sé que es el buen momento salgo lo más lentamente que puedo y me acerco a ella como si me acercase a una paloma herida, con pasos sigilosos, estudiados, casi felinos. No quiero asustarla, aturdirla. A sus pies me acerco y sobre ellos pongo mi bella cabeza de perra fiel. Al cabo de un rato ella me ve, mira, al principio desde muy lejos, desde horizontes extraños que yo no llego a captar pero que entiendo desde lo más hondo de mi corazón. Sus ojos son para mí dos estrellas que acaban fundiéndose en mis ojos, siempre. Sonrío. Y es entonces cuando lentamente, con mucho cuidado para que no se apague esta luz que nos une, levanto una de mis patas y le acaricio la pierna. Mi Amada también sonrie y luego juntas nos ponemos a reir.

3 comentarios

Anónimo -

Hacia mucho tiempo que no oia alguien nombrar esta magnifica obra, uno de mis libros preferidos. Y tengo que decirte que Platero fué el primer animal que amé. Gracias por recordarmelo!

Lydia

Inés -

Platero y yo. ¿Laika y tú?

Joaquín -

Laika, qué suerte tiene tu Amada dueña de estar junto a ti... y tú junto a ella :-)