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meditandoconlaika

Nocturno

Nocturno The pulse of the Negro world has begun to beat in Harlem
Alain Locke (1902 - 1934)


Fervor is the weapon of choice for the impotent
Frantz Fanon

Ya ves Laika, con este calor tan pegajoso lo único que una tiene ganas de hacer es leer. Y leer a Chester Himes, uno de mis autores favoritos.

Sus novelas de crimen, situadas en Harlem, son exquisitas. Además te diré que hay autores que me atraen más que otros. Con Chester Himes tuve el ¨coup de foudre¨, el flechazo, instantáneamente. ¿Será porque es un escritor negro? Posiblemente. Siempre lo negro me ha llamado.

Nada es gratuito. No es casualidad si a los 18 años tuve la ocasión de ir al Senegal, en plena Africa Negra, y me enamoré de Ibrahim. El destino es como una flor gran abierta. ¨La négritude¨ como dicen los franceses, la piel negra, han sido referencias esenciales en mi camino.

Chester Himes me reconcilia con este pasado mío que muchas veces he querido olvidar. Hubo un tiempo en que yo quise tener la piel del color de mis hermanas africanas. Luego, más tarde, cuando lo de la barbarie del Rwanda, cerré mi alma a Africa. Pero todo está en el mismo camino, todo lo contiene la misma flor. Rechazo, pasión, que importa, todo es lo mismo.

Chester Himes me gusta por su oscuridad profunda. El color de su piel lo hizo, lo creó, lo inventó. Quizas, por el hecho de haber amado tanto a Ibrahim, y luego a otros hombres del mismo color, he podido sentir bastante hondamente lo que es el racismo. Por esta misma razón, entrar en las novelas de Chester Himes es al mismo tiempo entrar en un espacio que es un poco mío, que puedo reconocer sin juzgar, que acepto, que quiero, que me atrae enormemente, un espacio que tengo la impresión de haber recorrido.

Un territorio, Laika, que puedo hacer mío.

Hace varios años, en un viaje relámpago a Nueva York, visitamos Harlem encapsulados en un autobús. Recuerdo la intensidad de mi mirada sobre aquellas calles malgastadas y sucias, casas abandonadas, esquinas donde se podía percibir una gran miseria con sus prostitutas y drogadictos. Mis ojos lo miraban todo, la soledad y la pobreza, la violencia en los grafitis, en la postura arrogante de un policía blanco con matraca, en los ventanales rotos de las tiendas... El hecho de pasar por Harlem y de no parar y bajar me pareció absurdo. Hubiese deseado estar ahí, que las plantas de mis pies acariciasen aquellas calles sin barrer, llenas de polvo y mugre, arterias de asfalto dónde yo había seguramente andado sobre ellas en otra vida. La impresión de un ¨déjà vu¨ la tuve en aquel pequeño autobús turístico y sentí una gran ternura por Harlem.

Mucho tiempo ha pasado, Laika, desde aquel fin de semana universitario. No sé como estará Harlem hoy en día, pero si sé que la miseria no ha desaparecido en Estados Unidos, ni tampoco el racismo. Sin embargo la lectura de las novelas policiales de Chester Himes me unen, de alguna manera, con esta ciudad negra y mítica que el escritor de Missouri ha pintado con gran lucidez y vivacidad y con humor e ironía. Es muy importante esto de la risa cuando se habla de la miseria. En este sentido, Chester Himes lo hace de una manera impresionante, usando estereotipos, utilizando la farsa y las payasadas, jugando con el lenguaje y las situaciones absurdas de la calle con su violencia y su desesperación. Chester Himes sabia de lo que hablaba ya que él mismo vivió el racismo y fue sentenciado a 25 años de prisión por robo. Pero ni el racismo ni la injusticia lograron aniquilar el espíritu creativo de Chester Himes, ni tampoco silenciar la visión que él tenia del negro. Aquí han sobrevivido sus novelas, impecables y dolorosamente alegres.

Espera Laika, espera... déjame terminar este capitulo de este libro escrito por un hombre que hubiese deseado tanto conocer.

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