Blogia
meditandoconlaika

La amabilidad

Laika, tú si que siempre eres amable. Los perros tenéis esto dentro de vosotros, en los genes. Está en vosotros, esta gentileza. Tú, Laika, eres amable con todos. Sobre todo con ancianos y con crios.

Y es que los ancianos y los crios son tambien muy amables. Unos porqué han visto demasiado y los otros porqué no saben aún. La amabilidad como manera de vivir, muy cerca de la inocencia.

Buda tambien hablaba de la amabilidad. La amabilidad implica atención y percepción.

¿Por qué somos tan poco amables? Vamos tan deprisa, siempre... No paramos de correr. Aquí, allá, sin parar, sin respirar, sin meditar. Tenemos dos patas pero es como si quisiéramos tener cien, y otros cien brazos. Aquí, allá, aquí, allá y en ninguna parte. Mientras tanto la amabilidad se evapora, como una nube. No somos amables. No tenemos tiempo de serlo con tanto trabajo, tantas tareas importantes, tantas citas y recados.

Dice Pablo Neruda:

Ahora contaremos doce
Y nos quedaremos todos quietos.

Por una vez en la tierra
No hablaremos en ningún idioma,
Por un segundo detengámonos,
No movamos tanto los brazos.

Sería un minuto fragante,
Sin prisas, sin locomotoras,
Todos estaríamos juntos
En una inquietud instantánea.

Y es que no somos generosos. No sabemos dar, darnos. Entre el aquí y el allá apenas tenemos para comer, beber y dormir. Es decir que no tenemos tiempo para nosotros. Y si no hay tiempo para nuestro pequeño ser tampoco, evidentemente, hay tiempo para los otros.

Ser amable es abrirse, darse, gozar del instante presente. Mirar y ver. Tanto correr nos quita la visión real de las cosas. Cuando soy amable me paro y respiro hondo. Veo lo que me rodea, entro de pleno en lo que está a mi alrededor. Aguanto la puerta a esta persona que viene detrás de mí, sonrío, doy mi asiento a esta otra persona que parece muy cansada, veo el cansancio en sus facciones, participo en su vida, el espacio de un segundo. O recojo esto que se le ha caído al suelo a este desconocido, poco importa su edad, que importa quien sea, me he parado, he participado. O escucho el drama de este personaje extraño que se ha sentado a mi lado en el metro y que tiene necesidad de compartir su locura y aquí estoy, cinco minutos, aunque solo sean cinco segundos, entiendo, sonrío. Participo.

Soy amable, camino con los ojos abiertos. ¿Que es lo que me rodea? Un sinfín de vidas, un sinfín de sorpresas. ¿Tanto miedo le tengo a lo inesperado? ¿Tan poco aventurero soy? Ser amable implica riesgo, riesgo de pararme, de recibir, de mostrar un poco de mi persona. Es personalizarme en medio de un torbellino de vidas, de movimientos, de aquis y de allás.

En medio de esta locomotora loca que es mi ciudad con sus vas y vienes incesantes.

Los perros sois amables porqué vivís el presente absoluto. Os divierte el momento presente. No hay ni pasado ni futuro en vuestras mentes sabias. Os dais en este instante que es el único instante que tiene sentido, porqué solo en este instante existo.

Confundimos el parar con inacción. Confundimos el dar, la ofrenda, con el despojo. Lo confundimos todo y es que corremos tanto, tanto que no tenemos tiempo de reflexionar.

La amabilidad es amor, ternura. Un cualidad que podría cambiar el mundo. Soy amable, respeto. Soy amable y borro diferencias. Ya no hay separación. Ya no hay división. Comparto, doy y recibo. Es tan simple.

1 comentario

Joaquín -

Yo también lo he pensado alguna vez: que un poco más de amabilidad es un cambio muy grande.

Por eso te pongo un amable comentario para decirte que esta entrada me ha gustado mucho :-)