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meditandoconlaika

Detective Story

Detective Story

I don´t want to see you ever again. I wish they´d hanged you ten years ago. I wish you were dead.
P. D. James

Laika, a veces son palabras así de fuertes las que se dicen en las novelas policiales. A veces peores que estas, o más simples. Pero siempre hablan, estas palabras, de algo que yace como en el fondo de un pozo, muy en la oscuridad, que hablan de lo no-dicho, de lo impensable, del horror y del terror que habita el lado más oscuro del corazón humano.

Sabes Laika, cuando leo una buena novela negra me transformo en una especie de detective. Busco. Soy como una perra que huele por aquí y por allá, rastreando, indagando, sin parar e incansable, la curiosidad en alerta como una antena que vibra y dirige mis pasos dentro de un libro que es como un bosque misterioso y encantado. Un bosque con seres que tienen apariencia de ogros o monstruos, un bosque con trampas y peligros. Un bosque que es reflejo de la vida con su condición humana puesta al desnudo cual una herida abierta y llena de pus.

Es falso pensar que este tipo de novela solo habla del bien y del mal. De lo negro y de lo oscuro, dividiendo y separando estas dos entidades. Estamos en el reino de las emociones, de las emociones destructivas. Odio, batallas interiores, desfiguraciones interiores, desviaciones, luchas personales, guerra entre lo racional y lo irracional... Cuanta tragedia... Y cuantos héroes malditos.

Me gusta, si, entrar en este mundo demoniaco dónde los personajes bailan una danza macabra. Me gustan estas descripciones de la vida, de lo cotidiano, de lo banal. Pero repentinamente al descubierto, como más tangible, más cercano y con más humanidad.

La novela de detectives, Laika, saca a la luz todo lo que en la vida nos molesta y que no queremos ni ver ni indagar. Esta violencia tan presente en nuestra vida cotidiana, tan presente que ni la vemos, ahí esta, en la novela. Y la miseria humana y mental, tambien. Y el mal, the devil, con toda su fuerza. Si, todo esto y mucho más y tanto más. Hasta lo que no osamos decir en voz alta. La novela de crimen ilumina de una luz oscura y terrible al ser humano. Es una novela sobre la vida, la muerte y la locura.

Viaje al infierno pero tambien viaje a lo humano de este infierno. Como lector podemos participar en esta odisea dónde no hay un culpable ni un inocente. Pero sí víctimas de una realidad que es el mismo infierno. Dónde la bondad y la compasión existen buscando la verdad. Y la verdad, en la novela policial, es una especie de justicia, pero justicia como concepto universal dónde todos, asesino como asesinado, están jugando en la misma hoguera.

He tenido buenos guías en este sendero literario que muchos creen, Laika, que es un genero sin mucha importancia. Estos guías son los mismos escritores de novelas policiales, hombres y mujeres que han decidido entrar de pleno en un mundo de vísceras, luchando para entender el genero humano, para iluminar con sabiduría fallas y sufrimientos. Entre todos estos artesanos de este genero te puedo nombrar a dos o tres que considero grandes sabios. Son mis favoritos por el humanismo que veo en sus palabras y en sus mundos. Por la inteligencia que hacen sobresalir de sus personajes malditos, o por la compasión que nos hacen sentir cuando entramos en sus tierras dantescas.

Unos utilizan su arte haciéndonos reír, como Joseph Wambaugh. Pero se trata de una risa triste ya que no hay nada mas triste que la ciudad de Los Ángeles y la vida de sus policías. Y es que Wambaugh fue él mismo un policía durante muchos años hasta que decidió que ser policía era estar muy cerca del suicidio. Sus novelas hablan de una terrible realidad que gracias a él se nos muestra más humana y más comprensible. Y leerlo es entender un poco más el mundo que nos rodea.

Otros escritores utilizan la psicología, como P. D. James. Y la critica social para comprender que los asesinos tambien son víctimas de un sistema, nuestro sistema social y judicial y tambien cultural. Entramos, con esta escritora inglesa, en el fondo de un abismo mental, personal. Y al salir de uno de sus libros tenemos la impresión de entender un poco más al ser humano.

Y otros juegan con el miedo para hacernos emprender un viaje en la más horrible y temible realidad como lo ha hecho Jonh Ball en su ultima novela The Van. Y esta novela, que para mí es la novela más terrible que he leído en mi vida, es la historia de una encuesta sobre un serial killer. Una encuesta que muestra lo que es la maldad y como esta maldad nos toca a todos, que lo queramos o nó.

Ya ves Laika en que mundos tan interesantes nos llevan las novelas de detectives. ¿Quieres venir conmigo por estos caminos? Di que si, Laika querida... Tú y yo entraremos en el bosque y quien sabe lo que puede pasar...

Detrás de mis ojos

Detrás de mis ojos

Laika, me siento muy cosy, hoy. Ya sabes, muy perezosa, muy mimosa. Sólo quiero cerrar los ojos. No quiero hacer nada... Cerrar los ojos, dejarme llevar por este pulso interior, suave y lento. Afuera puede llover, tronar, puede pasar lo que sea, no me toca... no me importa. Me deja completamente indiferente lo que pasa en el mundo, me es igual. El mundo, hoy, es esta habitación azul. Solamente cuenta este mi cuerpo como medio adormecido, tranquilo debajo de las sabanas y del edredón. Tú, de un lado, y Salem del otro. Y sobre la mesilla una taza con miel y limón. Y libros para acompañarme, dos de Colette, una novela policial de Joseph Wambaugh, Montaigne. Ya está.

Pero más que leer lo que quiero, necesito, es cerrar los ojos. A veces Laika, no es el cuerpo el que pide reposo sino el alma. Hoy me siento así, que no quiero hacer nada, ni moverme ni levantarme ni nada de nada. Solo cierro los ojos...

Cuando cierro los ojos entro en un espacio como fuera de tiempo. Reina un silencio espeso y reconfortante. Y aquí, detrás de mis ojos cerrados, tengo la impresión que afuera hace mucho frío, que está nevando, que está haciendo una tempestad de nieve y de hielo. Y yo estoy aquí, recogida, abrigada, protegida.

Debajo del edredón es como estar dentro de una cueva. Me gustaría, aunque fuese un rato, volver a ser una niña.

Y de repente pienso en mi padre, que murió una mañana de invierno quitando nieve. Lo recuerdo súbitamente con mucha ternura. Lo recuerdo sin enfado, sin rabia, sin pena. Lo recuerdo como lo veía, de niña. Era un gran hombre, un hombre fuerte, era la fuerza y la valentía. Era el que luchaba para que todo fuese bien, el caballero, la virilidad. Era mi padre. Admiraba su voz, su porte, sus manos que hacían caballos de madera. Nada podía pasar en su presencia, nada malo.

¿Por qué estaré recordando a mi padre? Han pasado varios años desde su muerte, tantos años sin oír su voz, sin oler este aroma a madera que era típico de él, sin ver su cuerpo fuerte y energético. Y hoy, debajo de las sabanas, detrás de mis ojos, lo vuelvo a ver y me siento toda emocionada. Mi padre me está sonriendo. Y sus ojos negros brillan mucho.

Es curioso con esto de los padres, Laika. Creo que las hijas no tendríamos problemas con ellos si no fuese por las madres. Yo sé que empecé a separarme de mi padre cuando tomé conciencia del odio que mi madre sentía hacia él. Y es muy triste que ocurra esto. Las hijas adoramos a nuestros padres. Nuestros padres son el mundo exterior, la aventura, el aire fresco, la montaña que hay que descubrir, el misterio, la independencia. Los padres, nuestros padres, son el lado masculino que quiere expresarse en nosotras, quiere salir de la prisión y bailar y crear...

Pero las madres, que odian a los padres (y muchas veces, en la mayoría de los casos Laika, este odio no se admite como odio, pero las niñas pequeñas, que son sabias, lo ven todo tan claro...), las madres no dejan a sus niñas ser espejo del padre. Y aquí, aquí mismo en esta negación, empieza la separación entre el hombre y la mujer. Aquí yace la dualidad, aquí nace el miedo, la inseguridad. La división entre el hombre y la mujer.

Debajo del edredón, en esta cueva tan recogida y tierna, de repente veo a mi padre con mis ojos de hoy, con mi mirada detrás de mis ojos, esta mirada que hoy, sin querer, he abierto para verlo. Como me gustaría pedirle perdón por todo el desprecio que en casa, las tres mujeres, sentíamos por él. Porque era un hombre y porqué mi madre nunca quiso a los hombres.

Ah, Laika... es todo muy complicado, más de lo que parece. ¿Sabes? Dame un beso, aquí, en la mejilla. Si... Así, simplemente. No pido mucho, hoy. No necesito mucho más. Y ahora voy a dormir tranquila y en paz.

Mujeres

Mujeres

Laika, me gustaría saber por qué están matando a mis hermanas. Por que cada día nos dicen que acaban de asesinar a una mujer.

¿Qué esta pasando?

Hermana, compañera, amiga que no conozco... El silencio de vuestra muerte, tan gratuita y tan brutal, es como un relámpago de fuego en el aire. Ninguna justificación para explicar que de repente ya no estéis aquí, que vuestra vida es de repente este cuerpo sin vida.

Os han matado. Un hombre, con su furia y su rabia y su miedo, os ha quitado la vida. Y no hay explicación. ¿O si? No sé, no sé...

En la calle, contigo Laika, camino y mi mirada acaricia estas mis compañeras. Cada mujer es un misterio, un mundo. Cuantas mujeres me rodean con sus vidas llenas de silencio e incógnitas. Madres, secretarias, azafatas, maestras, vendedoras, todas van y vienen. Y cada día una de ellas ya no está. Y el silencio de esta ausencia es como un golpe de puño en mi mente.

¡Mujeres! tengo ganas de chillar.

Hace poco vi en una portada de una revista británica 12 fotos de mujeres. Cada una era diferente de la otra en cuanto a su categoría social, su edad, su profesión. Y sin embargo todas tenían algo en común. Todas habían sido asesinadas por sus compañeros. Apuñaladas, estranguladas, torturadas, apaleadas...

¿Qué es lo que está pasando?

¡Mujeres! tengo ganas de chillar ante vuestro silencio. Este silencio que es como una venda que hace de nosotras unas ciegas. Y unas mudas. Y unas sordas. Ninguna ley podrá salvarnos si no nos salvamos nosotras ante y sobre todo. Ningún político ni ningún policía podrá impedir que un hombre mate a una mujer si no nos responsabilizamos de nuestra propia vida ante y sobre todo.

Y todas vamos andando como si no pasase nada. Como si una mujer asesinada no fuese importante. Como si esta historia no fuese nuestra historia. Ah, pensamos. Otra pelea que ha acabado mal.

Pero no es esto, Laika. Cuando matan a una mujer, cuando un hombre asesina a la madre de sus hijos, es un acto en contra de todas las madres, de todas las mujeres, de todos los hijos de la tierra, de todos los hombres... Es un acto en contra de la vida. No hay ninguna acción sin consecuencias. Todo acto tiene sus repercusiones y sobre todo el acto de matar, asesinar.

Ninguna ley no podrá impedir a un hombre matar a su compañera si esta no es capaz de chillar con toda su fuerza vital

¡NO!

Empecemos pues, ante y sobre todo, a decir no. No, no quiero. No, esto no lo acepto. No y no. No, no quiero vivir con un hombre que es violento. No, no, no a la primera bofetada, al primer chillido, a la primera humillación. No a la tortura psicológica, no a los abusos mentales y sexuales. Digo no. ¡Es no!

Y con este no bien integrado y bien vivido, decir no al sexismo. No a la pornografía que muestra a mujeres sumisas, no a la guerra, no a la violencia.

Y este no rotundo tiene que venir no solamente de nosotras, mujeres. Pero de todos. De nuestros hijos e hijas, a los que habremos enseñado a decir no, de nuestros compañeros para que ellos tambien sepan que hay que decir no. De nuestros trabajadores sociales, de nuestros políticos.

No, no quiero de este mundo dónde la vida de una mujer no vale un duro. Ni aquí ni en ningún lugar del planeta. No al político que sólo sabe hablar. No al maestro que sólo sabe enseñar el discurso del patriarcado. No a los mensajes que muestran que solo somos objetos sin inteligencia. Que somos víctimas.

Si Laika, es difícil decir no. Pero hay que decir no hasta que este no se transforme en un SI.

Los niños

Los niños

Laika, estos niños... Sólo querían caramelos. Me los imagino, sus manitas buscando y pidiendo, sus sonrisas soleadas, sus ojos brillantes... Con lo rico que son los caramelos, con lo buenos que son los niños...

Míralos jugar y saltar. Que color de pelo tan brillante, como algas oscuras. Y estos ojos dónde la luna se viste de negro y blanco.

Son niños, simplemente niños. Saltan y bailan y les gusta jugar y soñar. Ríen cual pájaros salvajes. Son los niños del tercer mundo. O del cuarto y hasta del quinto mundo.

¿Laika, acaso no te gustaría jugar con ellos? No piden nada más que un poco de atención. Están contentos y son simples. Son niños.

Son las raíces de la tierra, sobre todo ellos, son sus hijos. Su futuro roble. Su descendencia... Y mira como los tratamos. Mira como los matamos. Como los hacemos morir de hambre, de sed... Viven en la miseria más grande y abyecta y soportan las guerras que construimos y programamos. ¿Como es posible que los tratemos de esta manera?

En momentos así, cuando mi mirada vitriólica ve la realidad tal como es la realidad, hago el ejercicio de fijar mi atención en cosas cercanas que calman, gestos cotidianos para transformarlos en una especie de lucha interior contra lo que la barbarie quiere producir en mí, una capacidad insuperable de veneno. Ya que este es el objetivo de la barbarie. Y no quiero, no quiero...

Entonces, para mí, es un gran reto seguir viendo la belleza en las pequeñas acciones. Y además con conciencia y con una presencia que haga de mí una persona libre, alegre y buena.

Si, Laika, es un gran reto y es muy difícil.

Ven, ven Laika. Hoy prepararé un té como lo preparaban mis amigos los senegaleses. Prepararé el té para calmarme y sentirme bien. Para dejar de lado la mente y transformarme en solamente gesto. En gesto calmante y gesto presente.

Esta tetera que ves es de azul de mar y es lo único que cuenta en este momento. Es una buena tetera maciza, de cobre su materia, resistente. Es una tetera que quiero mucho porqué me recuerda un momento importante de mi vida, un invierno en Africa dónde aprendí a ser una persona responsable. Si, fui muy feliz y en parte por la constante presencia de los niños que siempre, siempre venían a mirar como una blanca preparaba el té. ¡Y como sonreían los niños! Sin malicia y con cariño y ternura, ya que preparar el té no es tarea fácil y se necesita mucha, mucha paciencia. Ellos miraban y sonreían. Y el té se hacia gracias a ellos que acompañaban mis gestos con palabras dulces y buenas, con una presencia suave, uno alimentando el fuego, otro aconsejando sobre la cantidad de té o de azúcar que se tenia que poner, y como había que verter el agua y luego empezar todo el proceso de nuevo...

Y sonreían, si... Laika, nunca he visto sonrisas como aquellas. Eran tristes y alegres a la vez, estaban llenas de compasión, de entendimiento. No pedían nada, solamente otra sonrisa.

Y así aprendí a hacer el té, sonriendo. A veces una mano oscura y suave rozaba mis dedos torpes como para calmarme y guiarme. Mi corazón latía fuerte y me sentía feliz, feliz. Y siempre había té para todos, adultos y niños. Y el té era bueno, buenisimo. Era un té lleno de comprensión y de alegría. Y durante todo el rato yo había olvidado quien era, de donde venia, había olvidado el color de mi piel, mi cultura, mi vida. Había hecho un té, con una tetera de color azul, con una tetera maciza y fuerte como el lazo que me unía a ellos, aquellos niños que eran niños y sonreían.

¿No hueles, Laika? ¡Que bueno está este té! Y lo vamos a tomar recordando un momento mágico en mi vida y lo tomaremos en honor a estos niños que han muerto por ser niños y querer caramelos en un mundo que odia a los niños. Y tú y yo después saldremos como nuevas, desalteradas y fuertes para afrontar un nuevo día.

Milagros

Milagros

Oh God, I thank you for having created me as I am. I thank you for the sense of fulfilment I sometimes have; that fulfilment is after all nothing but being full with You. I promise You to strive my whole life long for beauty and harmony and also humility and true love, whispers of which I hear inside me during my best moments.
Etty Hillesum

Laika, yo creo en los milagros...

Mira, mira que milagro es el haberte conocido y compartir algunos años contigo. Que regalo tan fantástico que la vida me ofrece con tu presencia constante y buena.

Laika... cuando nado en tus ojos veo en ellos el reflejo de la luna. Sí, tu tambien crees que es milagro mi presencia a tu lado. Y tú y yo somos como un espejo una para la otra. Y así hasta el final.

Tú me haces ver la luna en mis ojos.

¡Y es que la vida, la vida es tan así! ¿Cómo decir? La vida es un milagro en sí, una rareza, un misterio, un tesoro.

Milagro vivir. Milagro cuando por la noche me despierto y al volver la cabeza veo la presencia suave del hombre de mi vida, a mi lado y vivo, durmiendo, respirando, su corazón latiendo, su sangre fluyendo... Aquí esta, a mi lado, hasta el final, hasta que la vida diga basta.

Solo tengo que estirar el brazo, rozarlo con la mano, acariciar esta vida con mis dedos. Pero prefiero mirarlo y apreciar este instante que es un regalo, que pide silencio.

El silencio es una manera de contactar con el milagro.

Laika, la vida está llena de milagros, o llámalos como quieras estos instantes que de repente, como un rayo, nos enseñan un lado mágico de la vida, un lado sin fronteras ni barreras. Donde la mente está tranquila y ve la realidad sin mascaras. En realidad los milagros se dejan percibir cuando los ojos ven con la mirada del alma.

Que difícil se nos hace ver lo milagrosa que es la vida. Entre la guerra, la violencia, las penas y las desgracias. Y sin embargo, hasta en medio de todo esto el milagro yace, como una perla.

Déjame contarte una anécdota... En una de las mejores películas sobre la segunda guerra mundial, Slaughterhouse-five de George Roy Hill, hay una escena de mucho impacto que habla del milagro. Una fila de soldados presos americanos anda en medio de la que fue una de las ciudades más tranquilas y bellas de Alemania, Dresden, y que los aliados acababan de bombardear sin parar, durante tres días, del 13 al 16 de febrero de 1945, hasta aniquilarla totalmente. Ahora solo quedaban escombros, muerte, desgracia.

Pero en medio de toda esta tragedia va nuestra fila de soldados con la mirada perdida ante tanto horror y tanta devastación. De repente un soldado se aparta de la fila, vigilada por soldados alemanes. Acaba de ver algo en el suelo, una cosa extraña, un objeto misterioso. Lo recoge y lo muestra a su compañero. Se trata de una pequeña figurita de porcelana en forma de bailarina, algo tan frágil y tan delicado, inconcebible que una cosa así haya sobrevivido bajo tanto bombardeo y sin embargo aquí está en la mano del soldado que la mira con ojos maravillados como si viese la vida misma con su misterio y sus polaridades. Pero por el hecho de haber cogido algo del suelo este hombre testigo del milagro es instantáneamente fusilado por los soldados alemanes.

En medio de las ruinas había un tesoro escondido. Y esta es la anécdota que habla del milagro. Habla de la vida, de la muerte.

Si, Laika, los milagros hacen parte de todo esto que es la vida, todas las desgracias y las penas, los altos y los bajos, las oscuridades, el miedo, la alegría. Aunque no estemos en medio de una tragedia podemos ver lo milagrosa que es la vida. El milagro no es complicado, ni difícil de encontrar.

Milagro ver, oler, respirar, abrir los brazos, bailar. Milagro sentir la fuerza del corazón. Milagro esta capacidad de sonreír a un desconocido o de ayudar a alguien. Milagro el sol que nos calienta cada día, día tras día. Milagro la lluvia, el ocaso, la noche. Y la gente que me rodea con sus penas y alegrías. Y la tierra que sigue aquí, luchando a su manera contra vientos y mareas, presente, tan presente.

Milagro el amor.

Milagro el alma cuando hace el amor.

Milagro tú, Laika, yo, vosotros.

El temblor de la tierra

El temblor de la tierra

We have the deep conviction that everything in the universe is connected, nothing stands alone. Any violation of sacred laws causes a deep disturbance in the cosmic balance, which results in huge upheavals on the earth.

Amadou Hampâté Bâ (1901-1991), sabio de Mali

Escucha el temblor de la Tierra, Laika... Este parpadeo que viene de lejos, muy lejos y nos deja medio atontados.

Si, Laika, cuando la tierra tiembla mi corazón late fuerte, sorprendido y alarmado. Y a la vez reconozco en ello, en este movimiento bajo mis pies, como una voz muy querida. Y es que la tierra acaba de hablar.

Temblor de Gaia, nuestra madre.

Recuerdo el primer temblor que sentí. Estaba locamente enamorada de un hombre misterioso que me hizo atravesar toda una parte de los Estados Unidos para irlo a ver. En Santa Mónica, por las noches, el temblor de la tierra me despertaba. Yo abría los ojos y no sabia si era la tierra que había temblado o mi corazón apasionado. Y me volvía a dormir como en los brazos de una honda y espesa respiración.

Si, la tierra tiembla, es un espasmo, un grito, una presencia. De repente tomamos conciencia de lo frágiles que somos, sobre la tierra. De lo pequeños e infinitos que somos. En los grandes terremotos el vértigo llega cuando nos damos cuenta que entre la tierra y el hombre siempre la tierra es más fuerte. No se puede nada en contra de ella.

Temblor que es tan parecido al del amor. Por su sutilidad y su potencia, por su fuerza y su poder de cambio. Temblor que me recuerda el que sentí aquel verano viviendo cerca del río Saint Laurent. Por la ventana de la casa vi la carretera bailar como en un movimiento suave de samba. Me fui corriendo sobre la cama con mi gata, mi perro, mi hombre y me puse a reír porque la tierra se había movido y era como un saludo que ella me lanzaba, un saludo telúrico y potente pero no demasiado, justo para que la sintiese y la saborease, la tierra, mi querida y amada tierra... Aquí estoy, decia. Y yo tambien le contestaba bajo mi risa y mis lagrimas, agradecida de su suave temblor...

Laika, viva, viva está la tierra, masa energética. ¿Cómo es posible que nos olvidemos de su fuerza, de su gran paciencia, de su poder creativo? Diosa es, la única. Habitada por una fuerza universal, es el centro de la vida. Y cuando tiembla es esto que siento, toda Ella presente en una fracción de segundo.

Otra vez la tierra tembló durante una clase de literatura que se daba en el ultimo piso de la universidad. La puerta de la pieza empezó a temblar, las paredes a moverse y el suelo a bailar otra samba que hizo que de repente todos nos quedásemos callados, en expectativa. No había miedo, simplemente un gran silencio.

Dejemos que pase este bostezo, este hipo o este estiramiento de la Diosa. Gracias, gracias.

Los terremotos son símbolos de cambio, de destrucción, de abertura. Ya nada es lo mismo después de un terremoto. Ya nada está en su lugar de antaño. La tierra se ha abierto, y se ha vuelto a cerrar. La tierra ha bailado. La tierra se ha quejado. La tierra ha gruñido.

Entre un temblor y un terremoto hay muy poca diferencia. Y esta diferencia no la decidimos nosotros, pobres hormigas. Esta diferencia, Laika, la decide Ella.

Ella, que cuando tiembla me repone en mi lugar. Y por esto cuando siento el temblor de la tierra quiero arrodillarme y besarla.

Tu mirada

Tu mirada

My body is all sentient. As I go here or there, I am tickled by this or that I come in contact with, as if I touched the wires of a battery. I keep out of doors for the sake of the mineral, vegetable and animal in me.

Henry David Thoreau

Con solo mirarte ya tendría que ser suficiente, Laika. Mirarte sin parar, cuando juegas, cuando ríes, cuando respiras o haces la siesta.

Pero el día empieza mal, mi amor. Anuncio de la decapitación de un pobre rehén. Estoy a punto de parar de fumar pero lo primero que hago es encenderme un cigarrillo. Veo las fotos de este rehén con su familia, su hijita, su esposa.

Relaja. Respira hondo. No pasa nada.

¿Quién dice que no pasa nada? ¿Los necios o los sabios?

Hondo, hondo, como si estuvieses en el vientre del mar.

El día, con noticias así, tan bruscamente lanzadas en nuestras vidas, me parece gris, áspero. Uno puede sufrir por los otros, es cierto. ¿Y qué? Hay que trabajar, ganarse la vida haciendo camas, leer, hacer las compras, pasear, tantas cosas hay que hacer para que el día se deshaga sin mucho compromiso y sin mucho dolor.

Acaban de asesinar a un hombre. Una niña está llorando.

Relájate. Respira con la barriga. Deja que el aire entre y tranquilice este tu corazón. Y tu alma, tu alma.

En el trabajo nadie habla del hombre desconocido allá, tan lejos y tan cerca. Qué fácil es conversar sobre trivialidades que no hablan de nada. De artistas y de maniquíes. De bodrios que dan nausea.

Yo, que quería parar de fumar, me enciendo otro cigarrillo y cierro los ojos. Quiero mirar esta realidad de otra manera, quizas con tus ojos, Laika. ¿Cómo sería el mundo visto con tu mirada límpida y buena? Una mirada sin prejuicios ni moral. Una mirada que no juzgaría a estas mis compañeras que no entienden que un padre acaba de ser asesinado. Que una niña está llorando.

Respira hondo... Las voces de mis amigas de trabajo se alejan y tengo la sensación de andar en medio de una playa vacía y me siento sola, sola.

El día continua. Hacer camas es una especie de meditación blanca. Las sabanas se abren como alas de mariposa gigante. ¡Vuela! ¡Que mi dolor tome aire, espacio, movimiento! Que la rabia se evapore y se diluya en un cerrar y abrir los ojos... Y que cuando abra la vista ya no quede nada, apenas una aura blanca.

Un, dos, tres. Tu respiración es como el compás de tu corazón. Relája... Deja entrar el aire, déjalo salir, un, dos, tres. Relája...

El mundo es una espiral, sin fronteras ni barreras. Con tu mirada, Laika, sí, con tu mirada sobrevolar espacios dónde el odio no tiene raíces. Y esta cama que estoy haciendo que solo sea cama de amor.

¡Ah! Laika. En tu mirada sólo hay sabor suave. Tus ojos me dicen que solo el amor.

Respira, respira y mira como todo esto es una ilusión. Mira como salto solo al verte, mira como río con solo olerte. ¿No ves?

Sí, Laika. Te veo.

Y tranquila me quedaré hasta esta noche , relajada. En otra vida, quizas, yo seré una perra que mirará la vida con tus ojos.

Hombres

Hombres

Living is moving, time is a live creek bearing changing lights.
Annie Dillard

Es una tarde de septiembre un poco oscura. Las nubes no acaban de abrirse y creo que no va a llover... No va a llegar el agua refrescante para quitar el polvo de esta metrópolis tan cargada de energía negra como las nubes mismas. No va a llover sobre la tierra ni tampoco sobre mi pelo, cuando me pasee contigo esta noche, Laika querida. Seguiremos, pues, aguantando el sofoco de la piedra sin vida que nos rodea, y lo aguantaremos porque nada podemos hacer en contra del deseo del cielo.

No... No estoy triste Laika. Simplemente un poco en la luna, un poco pensativa. Es el otoño. Es lo que está pasando en el mundo. Pero sobre todo es Luisa y los recuerdos que han llegado de súbito, hablando con ella, de algunos hombres de mi vida. Es un tema muy complicado, el hablar de los hombres. Es un tema que hay que coger con pinzas, tan complicado y delicado que es. Y siempre que Luisa viene con su pastel de queso, hoy a sabor de mandarinas, acabamos hablando sobre ellos...

Luisa me ha preguntado cuantos hombres había amado en mi vida y no he sabido que contestarle. ¿Muchos? ¿Pocos? ¡Que pregunta tan complicada, Laika! Me he quedado como sobre un precipicio. Me he tenido que sentar, el pastel de queso lo he tenido que dejar suavemente sobre la mesa.

- Pues no se, hija, no tengo idea.

Y he mirado en el vacío, es decir en un lapso de segundo muchas caras de hombres han pasado delante mi vista. Caras que casi había olvidado, unas que he querido olvidar, y otras que no quiero olvidar nunca, nunca. ¿Acaso los he amado a todos?

Luisa, la practica y la diseñadora, me miraba como una vieja profesora de religión.

- A ver. La pregunta no es tan complicada como parece. ¿Cuántos? ¿Dos? ¿Cinco? ¿Cincuenta? ¿Ninguno? Piensa un poco.

Pero yo no puedo pensar cuando se trata de los hombres. Si, he amado a muchos. Y la mayoría tambien los he odiado. Dime ahora tú, Laika, si no es complicado esto de los hombres.

Y es que la relación entre los hombres y la mujer es una relación entre el amor y el odio, siempre. Es una relación de separación. Es una relación entre dos planetas, entre dos especies, entre dos culturas. Pero bueno, hay el amor en medio o mejor dicho, arriba, bien arriba del hombre y de la mujer. Y el amor no tiene fronteras. Yo podría amar a un extraterrestre sin ningún problema. Lo que he hecho cuando he amado a los hombres.

Luisa se ha puesto a reír, y en su mirada he visto que ella tambien había amado a extraterrestres.

- ¿Pero eran sexys, almenos? ha preguntado.

- Pues no creas, la mayoría no.

Nos ha rodeado entonces un silencio muy tierno, los recuerdos han aparecido en el comedor, sonriendo. Cuando pienso en los hombres que he amado quiero ver sol y alegría, aunque la relación haya terminado a gritos. O con lagrimas. O en un abrazo amistoso. Siempre es así, un final entre un hombre y una mujer. Que no es un final pero un continuar.

No sé, no sé cuantos hombres he amado. La pregunta me parece un poco absurda.

- ¿Tan importante es el numero? digo.

Luisa me mira de reojo. Luisa la racional. La que quiere respuestas sobre sentimientos y emociones de los cuales no sabemos nada o casi nada sobre ellos. Y el amor, el más extraño y bello de entre todos.

He amado mucho, mucho. Y a veces he amado tan poco, o tan mal. Y en medio he odiado, y me odiado. Hombres que no valían la pena, unos que no merecían mi atención, algunos que quizas hubiese sido mejor no conocer. Pero todos sin excepción me han abierto los ojos. Por muy malos que fueran. Por muy mala que fuese yo.

Y algunos de entre ellos merecen un recuerdo especial. Hibou, porque me enseñó la belleza en la diferencia. Jaqui, que me abrió, tanto odio sentí por él, el camino del perdón. ¿Y Juan? Hasta Santa Mónica lo fui a ver, y su bondad, misteriosa y llena de compasión, me abrió las alas de mi interioridad. Gracias a él tomé la decisión de venir hasta aquí, ya que descubrí mi latinidad viviendo en un país nórdico. ¿Y que decir de Joaquín, mi gran amigo? Quien me hizo descubrir el deseo y la imaginación, y la complicidad que puede nacer entre dos sexos opuestos... Claude, con el cual aprendo que la amistad es amor, tambien. Y otros, los que vendrán o no, es igual, siempre algo pasa entre un hombre y una mujer. Y siempre hay hombres en la vida de una mujer.

Entonces, Laika, no he podido contestar a esta pregunta. No he querido contestarla. Prefiero que sea una pregunta abierta, como este cielo que de repente, ¿ves? deja como un camino entre las nubes. Y creo que si, va a llover...

La gente

La gente

Cuando se quiebran las fronteras del yo, se comprende
que no hay nadie en casa
Menzan Zuihô

Yo no creo mucho en los políticos, Laika, ya que los considero gente que no está muy bien de la cabeza. Pero sé que han habido buenos políticos y si reflexiono un poco, lo que es raro, te podría nombrar a dos o tres. Allende creo que fue uno de ellos y Gandhi tambien. Jesús fue un excelente dirigente pero no le interesaba la política. Tambien estoy convencida que Martín Luther King fue un buen político y, si no lo hubiesen asesinado, hubiese llegado a ser un buen jefe de estado.

Con los dedos de las manos se cuentan estos hombres que nos faltan por su valentía, su coraje y sobre todo por su bondad. El resto, como dice muy bien la expresión francesa, c´est de la merde. Y muy grande.

Entonces hoy, viendo las noticias, he pensado que lo que importa no son los políticos sino más bien la gente. La gente normal y corriente, las pequeñas hormigas que viven sobre la tierra y luchan y sufren y mueren desapercibidas. Es decir, nosotros, la humanidad. Esto realmente importa, creo. Cada uno tiene una vida y esto es lo que hay. Nada más ni nada menos.

Laika, si miras bien a la gente entras en mundos realmente fabulosos y sorprendentes. Entras en la verdad, la realidad. La gente, cuando te fijas en ella, cuando la miras y te callas, cuando te acercas a ella en silencio y humildad, es una puerta hacia la verdad. Cada persona es portadora de una verdad bien particular, bien individual. Cada persona es un mundo, un firmamento, un paisaje, una música, un poema.

Me gusta mirar a la gente. Mirarla de lejos, de cerca, de lado, boca arriba, boca abajo, en la oscuridad, bajo la límpida luz solar. Pero mirarla. Y cuando hago este pequeño ejercicio de mirar, me pasa algo curioso. Por una parte, me olvido de quien soy, pierdo mi identidad, ya no soy yo pero el Otro, soy energía abierta, que capta; por otra parte sigo siendo yo pero otra, energía que recibe, que se alimenta. Una energía que solo es emoción y vibración. Esta energía que muchos dicen que es como una luz y claridad y entendimiento.

Mira, mira a la gente Laika... mira como es bella la gente, como lucha la gente y vive y ama y sufre... la gente. Como nos parecemos todos en esta marcha. Como somos iguales aunque nuestras vidas sean tan distintas. Aunque no tengamos el mismo color de la piel, ni rezamos el mismo Dios. Como nos parecemos en nuestras diferencias.

¡Me gusta, me gusta tanto la gente, Laika! Porqué río con ella, y lloro y me enfado y me veo en la gente, espejo y reflexión. Ah, este niño que acaban de matar es mi infancia que yace destrozada en el suelo. Y esta mujer asesinada es mi rabia que se despierta y grita. Los abuelos abandonados y dejados de lado son mis padres y mi propia vejez que veo en ellos... Y mira, mira esta pareja que se besa con dulzor, cuantos amores míos en estos labios ajenos. Y este trabajador que entra por la puerta, agotado, lleva en él todo el cansancio de la tierra que yo tambien vivo, intensamente...

Hoy en las noticias he mirado a gente llorar y sufrir a sus queridos que ya no estaban. Es tan triste ver el sufrimiento en los otros y lo único que yo puedo hacer es compartirlo. Y entonces es mi pena que vivo, mis queridos que ya no están y que de repente abren los ojos y me miran gracias a esta gente que me hace frente con sus vidas que son caminos de la verdad, de una verdad simple y bella.

¡Viva la gente, Laika!

Alas

Alas

Cuando la desesperación se arraiga en mi mente, Laika, debido a estos días demasiado nítidos que estamos viviendo y dónde vemos, y esto lo dice mi amigo Joaquín, que no hemos aprendido nada, pero nada de nada... pues hago tres cosas que me calman y me permiten respirar con un poco más de tranquilidad.

Primero, salgo contigo de paseo. Y cuando te veo jugar con tus amigos los perros puedo reír. Luego me hago un buen plato de patatas cocidas. Laurie Colwin, en su libro ¨A Writer in the Kitchen¨ habla de algunos alimentos que curan el dolor del alma. Entre ellos la patata cocida. Lo he comprobado y funciona. Así que, cuando estés triste Laika, te daré estas dichas patatas y veras lo bien que te sientan.

Y como nó, busco fuerza en mis amigos los libros. Hay un autor que siempre está a mi lado, como un gran árbol, y esto desde hace muchos años. Lo quiero mucho, me aporta consuelo y alegría, me susurra palabras buenas y sabias y me hace ver que la vida es, entre otras cosas, un espectáculo a la vez horrendo y cínico y a la vez de una belleza extraordinaria. Este escritor me ayuda a tomar conciencia de estas dos verdades que son, si lo piensas bien, dos pillares de gran saber. Son, tambien, dos certidumbres inquebrantables.

¨El imperio del hombre es interior¨ dice Antoine de Saint-Exupery. Y en esta pequeña frase yace toda su visión del mundo... y de toda su vida, que fue una vida plenamente vivida, que fue una vida sufrida y compartida, que fue el reflejo de un ser que supo existir enteramente, fiel a unos ideales que eran simples ya que se trataba de amar y de dar y de comprometerse.

Tenía, Saint-Exupery, una mirada de ángel. Así lo veo, Laika. Sus alas, que fuesen metálicas o interiores, lo abarcaban todo: la miseria humana, la belleza en esta misma miseria. Leerlo es siempre encontrarse en estos dos extremos, estas dos polaridades. Y al mismo tiempo estar en el centro y entender que no existe ningún centro. O más. En el centro hay un jardín con un jardinero. En el centro hay el hombre.

Cuando no sé exactamente lo que me pasa tanto la rabia o la ira se apoderan de mi mente, o el odio o la desesperación, entro de pleno, brazos abiertos, en su libro Terre des Hommes. Me dejo llevar con ímpetu y energía por un hombre que no tuvo miedo de ver la realidad en su faz más negra y que supo transformarla en un paisaje justo, límpido como el desierto que él conocía tan perfectamente. Aquí está, el piloto valiente. Aquí está con toda su bondad. Nos mira en los ojos y nos muestra con sabiduría y poesía que un paisaje tiene varias dimensiones, nos enseña humildemente nuestra pluralidad, nos aprende a mirar inteligentemente una imagen con ojos de aventurero, con ojos de poeta, con ojos de humanista, con los de un artista, con curiosidad y apertura. Y sobre todo nos da el ejemplo que un buen piloto es alguien que hace su trabajo con seriedad y con una mirada estelar.

Terre des Hommes es un magnifico viaje interior para ayudarnos a tomar conciencia de nuestra universalidad. No hay fronteras en este bello planeta humano. La lucha, la vida, la muerte, los amigos, los otros, el trabajo, la arena, el agua, las nubes y las montañas, las guerras, el hambre y la sed, el saber de los insectos, el mar... todo, absolutamente todo está tambien en nuestro interior, si sabemos encontrarlo. Hay que volar, hay que buscar, indagar, hay, sobre todo, que amar. Si uno no ama la tierra, esta tierra tan bella que es más que una tierra, si uno no la ama enteramente, con conciencia, si uno no la ama con ternura, con pasión, con locura, en toda su totalidad, en toda su claridad y obscuridad, la tierra no se dejará ver ni entender. Volaremos sobre ella como pilotos ciegos. Y esta ceguera, que es una especie de irresponsabilidad, nos perderá. Esta ceguera hará de nosotros unos fantasmas, unos burócratas, unas maquinas.

¨Ser hombre, dice Saint-Exupery, es justamente ser responsable¨. Mirar la miseria humana de frente, sentirse responsable en todo, de todo, en lo bello como en lo nauseabundo. No con una mirada de piedad. Pero sí participando en esta mirada, alimentándola, dándole vida y energía. Y nunca, nunca, jamás perder la esperanza.

Esto es lo que me aporta Saint-Exupery, Laika. Ya ves como es importante que lo lea ahora, en este momento dónde hemos visto de nuevo la tierra chillar, desconcertada.

La filosofía de mi abuelita

La filosofía de mi abuelita

No quiero ver las noticias, Laika, no quiero... Llantos, lloros, gemidos... Mujeres de negro en un teatro trágico que es la vida.

El otoño está triste, hoy.

Mi abuelita solía decirme que lo más importante en la vida era el amor a los niños. Mi abuelita, que era muy humana y buena, cerraba los ojos cuando hablaba de los pequeñines.

- Si no se quieren a los niños, hija mía, no se quiere nada. Una sociedad que no respeta a la niñez es una sociedad muerta.

Mi abuelita entonces suspiraba muy fuerte, como si le faltase el aire. Laika, en aquellos días cuando yo la iba a visitar de verano en verano en su vieja casa, yo no entendía sus suspiros. Pensaba que eran suspiros de vieja mujer cansada. Pero ahora entiendo que no era esto. Ahora sé que era el suspiro de la impotencia. La rabia transformada en suspiro.

Yo no sé Laika, yo no sé suspirar. La rabia se me queda en la garganta y se hace nudo y me duele. Mi rabia seria bastante terrible si la dejase suelta. Derrumbaría paredes de mármol, tan fuerte es. Lo que pasa es que la tengo controlada, le hablo, le digo que se quede quieta. Pero rabia se queda.

Laika, ¿tú puedes entender lo que está pasando en este mundo? Tú que eres tan sabia, dime que es normal todo esto. Apacigua esta inquietud que es como una sed inagotable. Calma este dolor que late constantemente ante tanta miseria e ignorancia.

Estos niños en esta república rusa, estas pobres víctimas de la estupidez y del orgullo. Estos militares inconscientes y burros. Este político mafioso, el señor Putin. Y detrás de todo esto este petróleo que mata, mata, mata. La avidez humana es insondable como una nube negra y asquerosa.

Mi abuelita tambien hablaba de políticos. Suspiraba y decia que eran pistoleros. Cuando discutíamos de la guerra, de las que ella había vivido y de las que estaban ocurriendo, ella decia que todo era una espiral, sin principio ni fin. Me miraba intensamente y estudiaba el furor rojo en mis ojos.

- No sufras inútilmente, murmuraba entonces. ¿Ves mis rosas? Cierra los ojos y respira hondo. Con la barriga.

Hay muchas cosas que mi abuelita sabia para calmar este malestar mío que yo tiraba constantemente a la superficie para que ella supiese en que terrible mundo vivíamos.

- Ven, decia a veces, ven a masajearme los pies que me duelen mucho. ¡Toma esta leche de almendras y frota, frota!

Y mientras yo le hacia los tan queridos masajes mi abuelita discurría sobre la belleza de los pies, todos los pies de todos los seres humanos que hay sobre la tierra.

- Mira que buenos que son, a soportar tanta idiotez en un cuerpo humano. Y mira que delicados que son, y tan sensibles. Frota hija, frota y luego te frotaré yo y veras...

Hoy, mi abuelita ya no está aquí para calmarme, saciarme. Hoy tengo que hacerlo sola, ir a buscar dentro de mí esta paz que no veo. Laika, ¿quieres dar un paseo? Iremos al parque a visitar a los arboles.

- Un árbol es un buen amigo, decia mi abuelita. Su silencio es como el agua, lleno de vida. Cuando el ruido te haga perder el equilibrio ves cerca de un árbol. Ahí estarás.

No sé si mi abuelita tenía razón o no. Quizas esta noche cerca de un árbol vea más que mi cara triste. Quizas vea todos estos niños que han muerto por nada. Sentaditos sobre una hoja verde me mirarán y quizas entonces podré rezar, yo que no sé como rezar.

Fragmentos y personajes

Fragmentos y personajes

Fue durante la fiesta del cumpleaños que él le dijo así, medio riendo, pero qué dices... si eres demasiado vieja para estas cosas. Hubo un silencio, de estos largos silencios que son todo menos silencios, hasta de ruptura hablan estos silencios impenetrables y a la vez tan claros. Él la miró en los ojos ya arrepentido de sus palabras y le pidió perdón con la mirada pero creo que era ya muy tarde, ya no valía la pena ni pedir perdón ni nada.

Eso creo pero no estoy segura. Nunca estoy segura de nada con mis personajes. A veces actúan de una manera y yo no le puedo hacer nada. Eso de tratarla de vieja en medio de una fiesta, pues no sé, no sé. Pero yo lo oí nítidamente, eso dijo, eres ya muy vieja y los otros personajes tambien lo oyeron y sobre todo Fabiana, sobre todo ella. Y bueno, tambien Josefa, sentada sobre el sillón, toda de rosa la Josefa. Creo que Joaquín
sabia muy bien que diciendo eso Josefa se pondría contenta. Bueno, creo que no, que no lo sabia pero sí que tenia como una intuición.

Antes habían hecho el amor, sin embargo, y con mucho placer y pasión, esto lo sé porque los estuve mirando. Además Joaquín y Fabiana son muy espontáneos y les gusta, sí, hacer el amor. Me lo dijo Fabiana cuando la vi estirada sobre la cama esperando a Joaquín que no había llegado aun de la universidad. Estaba leyendo y levanto la cabeza y me miro directamente en los ojos y me pidió si iba a dejarle hacer el amor con Joaquín. Yo tardé en contestar porque nunca estoy muy segura de nada con mis personajes. A veces les pido de hacer algo y hacen todo lo contrario. Depende de los personajes y depende de mi fuerza de voluntad.

- Bueno, te lo pido porque tú ya sabes que me encanta hacer el amor con él, es tan bueno conmigo.

Bueno, bueno... Esto era discutible. Los hombres son buenos pero tambien son otra cosa. En fin... Fabiana estaba muy guapa sobre la cama con el pelo mojado (acababa de ducharse) y la luz de la mesita daba un reflejo azulado sobre su cabello negro. Su cuerpo desnudo y cálido bajo las sabanas me gustaba desde un punto de vista puramente creativo y esto porqué lo sabia abierto y en espera de otro cuerpo.

- Pero bueno, le dije a Fabiana, tu solo piensas en hacer el amor y nada más. Esto no puede ser. Hay cosas más importantes en la vida ¿no sabias?

En su mirada había una cierta ironía cuando preguntó: "¿No me digas?" No le contesté. A veces no vale la pena hablar. El caso es que yo los estuve mirando mientras se amaban sobre la gran cama, una cama ancha y tibia, una cama que era perfecta para amarse, acariciarse, besarse, enredarse. Lo vi todo, sus cuerpos unidos, la luz de la habitación, la luz de sus ojos, el rozar de las pieles, el hondo de las respiraciones. Y me gustaba mirarles en sus debates y debieron notar algo porque de repente Joaquín levanto la cabeza y sonriéndome me dijo:

- Oye, ¿no te gustaría unirte a nosotros? ¿O es que eres solo una mirona?

Leonard dice que tendría que tomarme unas vacaciones pero lo dice riendo mientras me ofrece una Guiness y me enciende un pitillo. A Leonard le cuento todo porque él tiene una gran comprensión física y mental de mí. Y esto que es un informático. Una vez por semana nos damos cita en este pub Irlandés y bebemos y reímos y hablamos y luego, si estamos de mal humor o de buen humor o como sea Leonard me lleva a su casa de campo situada en una buena zona no muy lejos de Barcelona y bueno, eso ya es otra historia que no voy a contar aquí porqué no interesa a nadie. El caso es que a Leonard le gusta oír las aventuras de mis personajes. Yo me pregunto si será porque siempre hay una cama debajo de ellos. De ahí su mirada siempre tan brillante, su alegría cuando confío mis dudas e invenciones. Su gran atención bien viril y masculina.

- A ver chica, ¿me puedes decir por qué Joaquín trata de vieja a Fabiana? ¿Estará cansado de ella?

En realidad no sé exactamente porque Joaquín dijo aquellas palabras. Alomejor estaba de mal humor. Bueno, ya lo dije antes, por ahí andaba la pesada de Josefa, una mocosa de 23 años, rubia por cierto y con mirada de sirena. Una estudiante de Joaquín, y una buena estudiante, es decir obediente y amable. El muy pillo de Joaquín tuvo la desfachatez de invitarla al cumpleaños de Fabiana. Una fiesta muy animada, con sangría, tortilla de patatas, bocadillos de chorizo y queso, alcohol fuerte. Y de repente alguien dijo que se podría organizar una orgía, era una broma de estas sin mas y Fabiana dijo que seria bueniiiiiiisimo y entonces Joaquín salió con eso de lo vieja que estas, que a las viejas no les va esto de acostarse con dos o tres tipos a la vez. Ya hablé del silencio como una espada y luego vino el suspiro del silencio cuando Fabiana se dio la vuelta sin romperle la cara a Joaquín con la botella que tenia entre las manos. Joaquín miró de lado, de repente tenía frío pero estaba consciente que Josefa lo estaba enfocando con tanto candor que rápidamente se le fue el frío, se le fue la culpabilidad, se le fue todo sentimiento amargo. Y hasta se le fue el porqué había dicho aquello.

- ¿Estas segura? pregunta lentamente un Leonard muy amoroso. ¿Cómo puedes estar tan segura de lo que sentía Joaquín en aquel instante? Eres mujer. Estas cosas son muy complicadas.

Si, estoy segura, segurisima de lo que estaba viviendo Joaquín en aquellos segundos espesos cual una masa negra y rosa, negra como la mirada de Fabiana cuando alzó los ojos hacia él, sorprendida, y rosas sus bellas mejillas, rosas como el vestido de Josefa, o como Josefa debajo del vestido. Lo que no estoy segura es de sí Joaquín se estaba dando cuenta que aquello era el principio de una finalidad irreductible entre él y Fabiana. Fabiana ella ya sabia, lo supo desde que vio a Josefa llegar, Josefa entrando en la casa, atravesando el umbral de la puerta y buscando a Joaquín con aquella mirada que fue como un látigo en las sienes de Fabiana, y bueno, lo de vieja fue mas que un latigazo, fue un punto, un punto oscuro, un punto y aparte. Un punto final.

Leonard se ríe. En parte me gusta Leonard por su risa que es como una ventanilla que me permite ver las cosas con perspectiva y espacio. Pero no solamente hay su risa. Como Joaquín, Leonard es un buen amante. Esto es muy importante, Fabiana lo sabe como lo sé yo.

- No te vayas por la tangente, me sopla Leonard y sé que en sus brazos todo es posible hasta la misma verdad. Los brazos de Leonard son fuertes y en ellos tengo la sensación de que voy a ver mas claro y de que no voy a perderme, nunca.

- No, no es esto... No le tengo celos a Josefa... Pero sí, Fabiana es mayor que Joaquín, casi 13 años de diferencia. Esto es un punto muy importante ¿no crees?

Leonard me besa la frente.

- Si, es importante pero no necesariamente motivo de ruptura o de desgana. Fabiana es bella, tu mismo lo dijiste. Es fuerte, valiente, como todas tus heroínas. ¿O es que quieres terminar el cuento estilo tragedia?

Hay cosas que no puedo controlar, por ejemplo esta atracción por la novedad que Joaquín empezó a sentir. Este deseo por otro ser, otra Fabiana (eso cree él.) ¿Quién soy yo para decidir lo que hará el personaje de Joaquín? Y otra cosa: Fabiana sabia perfectamente que esto, algún dia u otro, ocurriría. Por la edad, si, y por otras cosas tambien, para empezar por el mismo destino que hizo llegar de súbito, una mañana de otoño, a una Josefa en la clase de Joaquín y cuando él levantó la mirada de sus notas solamente vio a Josefa.

- ¿Y si hicieses desaparecer a Josefa del decorado, que pasaría?

Las caricias de Leonard son extraordinarias, son como las de Joaquín, estoy segura. Y Leonard tiene el don de concentrarse en el gesto al mismo tiempo que habla y reflexiona. Es una buena terapia, él lo sabe y yo tambien. Hacer el amor y hablar, como si hacer el amor diese lugar a otro nivel de la palabra, de la mente. Un dia voy a tener que escribir un cuento con un personaje como Leonard.

- Si... Ya he probado pero no funciona. Josefa es muy fuerte, no creas. Más fuerte de lo que pensaba. Parece medio idiota y en parte lo es por su juventud y su inocencia. Pero no quiere largarse de la historia.

- ¿Se lo has pedido?

- Si... ay, si... se lo he pedido pero no quiere, dice que tiene derecho de existir al igual que Fabiana. Y realmente creo que tiene razón. Por muy burra que sea.

Después pierdo la cabeza pero no llego a perderla enteramente aunque mi realidad con Leonard me lleve en un océano de placer. No puedo, no quiero olvidarme totalmente de Joaquín, de Fabiana ni de Josefa, no puedo olvidarme de la habitación donde Joaquín amó por ultima vez a Fabiana, de la fuerza que había en aquellos gestos tan suaves porque eran los últimos, de la mirada que me dio Fabiana cuando Joaquín se levanto para prepararse para la fiesta, y pronto llegarían los amigos... No, no puedo olvidarme de la mirada de Fabiana, de aquella luz en sus ojos negros posados sobre mi y
pregúntame por qué...

Melanie o el lado oscuro del otoño

Melanie o el lado oscuro del otoño

Tout ce qui se dit d´une forêt est vrai, ou le devient.
Colette, En Pays connu

Oro y sangre en el aire es el otoño.

Laika, escucha la voz del otoño... Hay muchas historias de otoño, extrañas y misteriosas, historias tristes... y te voy a contar un cuento triste de otoño. Es un cuento que nunca he contado a nadie.

Empieza en verano con una niña que se llamaba Melanie. Era una niña muy bonita, como las que te gustan a ti, como las que contigo juegan a tirarte de las orejas. A Melanie tambien le gustaba jugar con los perros, sobre todo con Firgoff, mi bello labrador retriever, negro como el bosque era mi buen perro manso. Firgoff le acariciaba las manos, que tenia todas regordetas, y esto hacia reír a Melanie. Cuando Melanie ríe es el sol que se despierta, así es la risa de una niña de apenas 6 años.

Así la recuerdo. Riendo y suspirando de alegría.

Pero los veranos son cortos, a veces apenas hay veranos en aquel país que fue mío durante una larga época de mi vida. Y entonces llega el otoño, con su olor a viento del Norte y su sabor a hojas mojadas. Llega el otoño con sus cortas tardes grises, su tierra mojada, sus arboles de colores múltiples. Y es que el otoño tiene un murmuro muy intenso pero muy pocos saben oírlo. De nada sirve chillar en otoño, nadie oye nada. Las puertas se cierran, las ventanas son bocas oscuras... Todo va preparándose para el invierno, el duro blanco invierno que pronto llegará con su hielo y su dureza transparente.

El otoño es tierra húmeda y un día encontraron sobre ella el cuerpo de Melanie, en el bosque no muy lejos de casa. Las pequeñas y delicadas piernas de Melanie sobre la piel de la tierra.

Un hombre la había raptado y luego la había abandonado en el bosque, atada a un árbol. Aquel hombre, que apenas tenia 20 años, era un ogro, el ogro del otoño, el que espanta a las niñas, a las sombras, al que los perros ladran cuando lo ven. Y Melanie no pudo salvarse del bosque dónde esperaba el ogro.

Melanie en medio de un bosque oro y rojo. Nadie oye sus gritos, ni su llanto, ni sus suplicas. El otoño apaga la luz de los corazones, eso decían las gentes de por allá.

Luego, caminando con Firgoff en las duras noches de otoño, yo oía la voz de Melanie. En el borde del canal, cerca del bosque, me paraba. Firgoff miraba a lo lejos. El tambien la oía. Un llanto triste, sí, muy muy triste... Y nos preguntábamos los dos, inquietos ¿dónde está Melanie? ¿Acabó durmiéndose sobre la tierra aún caliente, tan amarilla y suave? Dinos que sí, Melanie... Dinos que si, que vino un delfín dorado que te llevó sobre su espalda fuerte y sabia y que viste ranas y grillos y alas de pájaro, alas de estrella.

Como ves, Laika, este cuento de otoño es muy triste. A veces el otoño es así y no se le puede hacer nada.

Mi amigo el otoño

Mi amigo el otoño

Ya he sentido el otoño, Laika, en la suave brisa de esta mañana. Ah, otoño, mi otoño querido... mi amado otoño que cada año llega con sus olores y sus bellos colores. Otoño, como todos los que he vivido con gran pasión.

Años antes de que nacieras, mi querida Laika, muchos años antes de que fueras una estela en el firmamento, yo he vivido otoños en otro país, otoños rojos y ocres, otoños que me aturdían la mente y mi corazón latía suave, suave... Si, Laika, el otoño es mi estación preferida. Es la época del año que más me gusta, y mi alma, la oigo, suspira de placer.

Ahí, en aquel país tan grande y tan frío donde estuve viviendo tantos años, el otoño era corto pero intenso. Llegaba con un olor, el olor fuerte del viento del Norte, y este viento que tenia mucha personalidad y fuerza me acariciaba la cabeza, el pelo, la mente, las mejillas. Sobre mi bicicleta Gertrude yo bailaba con él. Era como hacer el amor con un soplo de energía. Aaaaah, el otoño. Que sople el otoño sobre mi cuerpo y mi espíritu, que sople y me golpee con toda su fuerza y su intensidad. Que llegue, que llegue...

Y que maravilloso espectáculo de luces y tonos nos ofrece el otoño. Los arboles parecen, de pronto, llamas y la tierra una piel de viejo toro. Todo arde como desde dentro, como si sangre brotase con arte desde el fondo de la tierra. Rojo, rojo y amarillo y verde y ocre salmón y marrón y carmín... manantial de luz y de materia viva.

Yo iba y venia en medio de los otoños del gran Canadá que eran cortos y que lentamente, con sabiduría, nos preparaban al duro invierno blanco. Recuerdo el ultimo otoño que pasó como una constelación, dejándome en un baño de alegría. Era mi ultimo otoño en Quebec y yo lo sabia y hasta el otoño, mi gran amigo, tambien lo sabia. A cada esquina de mi pueblo amado el otoño me esperaba sonriendo, aquí un árbol que de repente me saludaba con sus ramas espesas, bailarinas y coloreadas de múltiples tonos bermejos, allá pájaros y aves volando felices en medio del viento y yo, en compañía de Firgoff mi perro canadiense, lo veía todo como por primera vez, y mi corazón no paraba de sorprenderse. De repente aparecían trozos de campo que súbitamente se habían vestido de rojo violeta y turquesa, y era como entrar en una fiesta luminosa. Hasta las calles de Montreal parecían más límpidas y limpias. Y la gente ya se vestía con tejidos más tiernos y cálidos.

Aquel ultimo otoño amado me permitió centrarme en mi misma. A ratos, sin saber porqué, me miraba en el espejo. Mis ojos brillaban de todo el paisaje exterior que me saludaba por ultima vez. Por la noche con Firgoff me despedía de los arboles de mi barrio querido, dónde fui tan feliz gracias en parte a ellos. Cuantos abracé con ternura y con una tristeza muy otoñal, muy sabia y viva. Gracias, gracias les decia bajo un cielo que siempre estaba habitado por muchas estrellas. Y el otoño, yo lo sé, sonreía.

Que llegue el otoño y yo estaré aquí, con Laika, esperando. Que llegué ya, mi amado amigo el otoño.

Vigilia

Vigilia

De temps à autre, on a envie de s´arrêter. Exprimer le réel est chose ardue. Mais quand on se met en tête de vouloir exprimer l´existence, on risque de ne rencontrer que l´inexistant.
Frantz Fanon

Cada vez que veo algo sobre la Segunda Guerra Mundial se crea en mí como una especie de silencio dorado. Pierdo mi realidad, Laika, y ya no estoy aquí. Me he transportado en el tiempo.

¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?

Todos tenemos, estoy segura, un lugar dónde nuestro doble vive, anda, ama, sufre. Para unos su doble puede encontrarse en una pirámide egipcia, para otros en la Edad Media, o el Renacimiento. Tuve un amigo senegalés que estaba obsesionado por el juicio de Nuremberg como si él lo hubiese vivido hasta en las entrañas. Otro compañero de trabajo sentía un gran amor por París y decia que cada vez que iba a visitar la ciudad de las luces era como encontrarse a sí mismo.

Mi doble, Laika, vive en un lugar espacioso y vago como es el espacio de la segunda guerra mundial. En un terreno que a lo largo de los años de mi vida he ido asimilando, queriendo. Una tierra de agua y de sangre pero viva y cálida. Y si lo digo en presente es que estoy convencida que mi doble, mi otra yo, sigue ahí, viviendo, y sigue ahí esperando.

Esta curiosidad al principio y que luego se ha transformado en pasión me ha abierto puertas que han desarrollado mi crecimiento y mi pensamiento. Mi persona se ha modelado a unas raíces clavadas en algún rincón de la Europa entre 1940 y 1945.

...Y cada vez que veo algo sobre aquellos terribles años se me abre el corazón y el alma se queda quieta, mirando y reconociendo. A veces es una foto que entre mis manos es más que un cliché. A veces un documental que habla de este espacio que es mío, sigue siendo mío. A veces un libro en el que reconozco mi voz, mi espíritu. Y siempre estoy ahí, bajo aquel cielo tan negro, entre las ruinas de las ciudades, o en las largas colas humanas de las carreteras. Ahí estoy, entre la muchedumbre invisible y tan presente, las carretas y los últimos víveres atrapados con furia y desesperación. En los hospitales, curando a los heridos, escuchando la muerte triste de los jóvenes, ayudando a los niños que lo han perdido todo. Ahí sigo, en los brazos de los viejos esperando la muerte, en los brazos de las madres que ya no tienen hijos y en el de las viudas, y acariciando los perros abandonados y hambrientos, acariciando los gatos hediondos y heridos.

Siempre llego a verme en los grandes campos donde la destrucción es una pesadilla absurda, al lado de un soldado de apenas 13 años que se ha caído de cara y donde un rayo de sol le acaricia el flequillo rubio, sí, en medio de la miseria abyecta del gueto de Varsovia. Bajo las bombas que los aliados tiraron sobre la bella Dresde, bajo las que los rusos y americanos tiraron sobre Berlín. Si, estoy ahí, mirando, llorando, consolando un soldado que se ha parado para beber agua y que me mira con mucha tristeza... Es un soldado de mediana edad, quizas más joven de lo que parece, quizas más viejo de lo que es, rodeado por compañeros en el cruce de una carretera pero está solo, más solo que un árbol en medio del desierto, y estoy con él y me pregunto lo mismo que él, o quizas él ya no se pregunta nada pero yo sí, yo sigo preguntando y no pararé de preguntarme nunca.

Camino con los refugiados y tambien con los soldados, me paro junto a mujeres que acaban de violar, me paro en las bocas de los metros, contemplo el terror, la desesperación. En todas partes estoy, en las estaciones de trenes, en los barcos, en los aviones de la RAF, en los oídos que escuchaban los discursos de políticos enfermos de la cabeza, en el corazón de los mártires, en las manos de los torturadores.

Mi doble está ahí, a veces luchando a veces no. Tambien mi doble ríe porque tambien la risa existía en aquel momento tan triste de la historia, tambien existía el humor y el cine y las novelas rosas. Y hubo un momento en que hubo esperanza y fuerza, porqué de lo contrario no estaríamos aquí ni tú ni yo, Laika.

Hubieron instantes de gran amor, de gran pasión, de gran esperanza. Hubieron cambios. Ahí tambien estoy, tomando fuerzas. Con las mujeres, en las fabricas de bombas, con ellas conduciendo autobuses y aviones, preparando la comida, luchando el día a día. Llevando entre sus manos hospitales, ambulancias, aparatos de fotos que siguen enseñándonos la realidad, fusiles. Organizando, escribiendo, creando. Ahí están, más fuertes que el roble, valientes y valerosas. Con pantalones o con faldas, con uniforme o sin, se levantan cada día y siento el corazón dentro de sus pechos, la sangre correr bajo sus pieles. No paran. Son hormigas sabias. Son hormigas inteligentes. Me gustan, oh, como me gusta verlas. En medio de la destrucción ahí están, y yo con ellas. Aprendiendo y liberándose de los viejos mundos y de las viejas ideas. Supervivientes incansables. Bellas amazonas.

No, no todo pasa, Laika. Mi doble sigue ahí, vigilando. No olvides, me dice bajito. No olvides... Aquí estoy.

La risa, simplemente...

La risa, simplemente...

Mieux est de ris que de larmes escripre, pour ce que rire est le propre de l´homme.
Rabelais (1483, 1553 )

Laika, mira esta foto. En ella se puede ver una cara de un señor con rostro de payaso. ¿No ves? Es mi viejo profesor.

Desde que terminé mi licenciatura no lo he vuelto a ver. Fue, el señor Parc, mi mejor pedagogo, el más integro y, creo, el más inteligente.

Un trimestre seguí un curso sobre Rabelais, con mi querido maestro. La chica que empezó las clases no era la misma que las terminó. En el periodo de tres meses Rabelais y el señor Parc me enseñaron muchas cosas. La más importante: lo necesaria que es la risa.

Hay que reír, Laika, hay que reír. La risa, decia el señor Parc, cura el alma y ayuda a guardar la mente sana. Riamos, pues. ¡Abrir el libro y empecemos!

Fueron unas semanas intensas y bellas. Reíamos, los alumnos, como crios, felices y serenos. Al entrar en la clase las paredes desaparecían y emprendíamos una marcha intemporal por la vieja tierra de Rabelais, La Loire. Con Rabelais como guía. Con mi viejo profesor como interprete.

Decia el señor Parc:

- Cuando Rabelais estuvo de medico en Montpellier, los archivos del hospital muestran que hubo menos decesos y más curaciones. Era un medico que hacia reír a sus pacientes.

Su obra, desde su famoso Pantagruel hasta El Quinto Libro, es un estudio intensivo sobre la condición humana pero con la risa como personaje principal.

¨Es verdad, dice Rabelais, que este libro no es perfecto menos en materia de reír. Mi corazón no puede elegir otro tema ya que veo en que pena os encontráis. Mejor tratemos el tema de la risa que el de las lagrimas ¨

El sufrimiento y la muerte del hombre; las torturas que se les hacían a los presos, la guerra, el poder, la moda, la filosofía, la inquisición, la educación... De todo habla Rabelais y todo es materia para reír. Y en exceso para que podamos verlo mejor y entenderlo. La política, lo social, la religión, el matrimonio, Rabelais no se olvida de nada. Comer, beber, follar, cagar, ver, tomar, amar, odiar, matar, nada en absoluto es dejado de lado. Crudamente y sin mascaras. La tierra, el fango, el humus, el semen, los excrementos, la sangre, la vida. Rabelais nos abre no solamente el alma para curarla de sus peores temores. Nos abre las vísceras y nos muestra, riendo, de que materia estamos hechos.

Nuestro siglo, el siglo XXI no es más tranquilo que el siglo de Rabelais. Pero hemos perdido, Laika, el sentido de la risa. No sabemos utilizarla para ayudarnos a vivir. Para criticar y mostrar. Para señalar y apuñalar.

Pero tenemos que reír, Laika.

Se me vienen a la mente tres artistas que me recuerdan vagamente a Rabelais. Son tres cineastas que han sabido utilizar la risa para compensar el dolor y acariciar el alma herida.

El primero, un italiano, Fellini. Es cierto, sus películas son muy ¨rablesianas¨ por sus excesos y sus temas terrenales, la madre y el sexo, los hombres y las mujeres, el amor, el circo. La soledad y la desesperación desaparecen al ver una película de Fellini. Ríes. En el mundo de Federico Fellini, la risa es como la tierra que se abre y te abraza y te cura.

El otro artista es español, Luis Buñuel. Buñuel, como Rabelais, ríe de todo, a su manera. Del machismo, de la religión, del poder, de la muerte. Hasta en sus películas más melodramáticas que realizó en México, la risa se encuentra escondida detrás de la rigidez de los personajes que actúan como autómatas, en medio de un decorado sobrio, casi oriental, como si estuviésemos viendo un teatro de marionetas. Pero la violencia y lo absurdo tienen una presencia constante en las películas de Buñuel y hay que reír de ello para verlo y reconocerlo.

Y el ultimo artista es Buster Keaton, el mejor cómico del cine mudo, maravilloso acróbata y excelente payaso que supo reír y hacernos reír del ser humano, del amor, de la pasión, del machismo, de la guerra, del patriotismo...

Parc nos aconsejó, al terminar el curso, que en cualquier momento de desesperación abriésemos la obra de Rabelais.

- Entrar en ella, decia, dejaros llevar por la risa, por la exageración y las bufonerías, por la fiesta y el carnaval. Y no olvidéis que no hay nada mas serio que Rabelais.

Aquí tengo el libro, Laika. Mira lo viejo que está, lo usado, lo querido. Es mi Biblia y mi amuleto. Es un libro que no cambiaría por nada del mundo. Ya ves.

Calor, calor...

Calor, calor...

Hace mucho calor, Laika... Son días amarillos y espesos y el cuerpo es como una fruta húmeda, mojada... Se abren los poros, la piel vibra.

Todo baña como bajo una espesa nube dorada. Flotamos, respiramos con más lentitud. El ritmo cardiaco cambia, tiene que ajustarse a este clima bochornoso.

Tanto calor me aturde y atonta. La mente divaga. Es como tener fiebre mental. Los recuerdos aparecen un poco indecisos, como tímidos.

Cierro los ojos... Maggie me sonríe pero solamente de sus ojos tan verdes. Se da la vuelta y contemplo su ancho cuello suave y moreno. Dice:

- Esta playa parece la espalda de Dios. En ella me quedaría siempre, siempre...

El sol está en su punto zenit y el mar va y viene como bailando la samba. Hemos estado escuchando todo el día a Antonio Carlos y me siento romántica. Yo tampoco me iría de esta playa, nunca, nunca. Estirada sobre la arena ocre y lisa me olvido de todo, todo. Del hombre de mi vida, de mis perros y gatos, de mis libros. Ah, el tiempo pasa, pasa... y que pase, pase.

No, no quiero abrir los ojos, Laika... que Juan me está mirando con los suyos,oscuros y felinos. Es otra playa, en otra vida, una playa un poco aislada del pueblo, escondida entre dos montes de rocas negras, una playa materna y cariñosa, muy suave y tierna la arena y el mar entre verde y azul. Yo estoy estirada y siento que mi corazón está en su punto zenit, latiendo fuerte, fuerte. Los dedos de Juan ríen sobre mi piel morena y me gustaría que siempre fuese así, así. Mi piel húmeda y alegre y nada más, nada más. Bailar, así, sobre un campo de oro. Ah, oro fue este amor aquel verano, verano...

Espera Laika, espera... mira que estoy viendo a Jasmine correr cerca de las olas y su cuerpo largo, tan parecido al mío, parece de agua, agua. Y se acerca hacia mí, cristalina y ligera y me dice:

- Hay peces que quieren jugar, ven a jugar amiga.

Me levanto y siento mi cuerpo en su punto zenit, fuerte, fuerte. El mar acaricia mis tobillos y chillo de alegría. Si siempre fuese así, tan simple, simple. El agua del mar me abraza y me siento hija de este espacio grande como mi cielo interior. Que refrescante es la vida a veces, a veces.

Deja, Laika, que el calor me emborrache un poco, poco. Otros días vendrán, ya lo sé... Pero ahora estoy tan bien, bien... Deja, Laika, deja... Es verano y hace tanto calor, calor...

La siesta

La siesta

En Provence, le soleil se lève deux fois, le matin et après la sieste.
Yvan Audouard

Es de tarde y el comedor está en la penumbra. Las persianas, verdes, semi bajadas, dejan entrar una luz ocre oscura. Sobre el sofá está estirada una mujer, un brazo sobre la frente. ¿Estará durmiendo? En el suelo hay un gato, Salem, y a su lado, Laika.

Laika, apuntando con su hocico el posterior de Salem: ¡Eh! ¡Levanta!

Salem, moviendo la cola con languidez: déjame en paz... ¿No ves que es la hora de la nada?

Laika, insistiendo: Yo quiero jugar...

Salem, ronroneando: Es la hora del vacío, de la siesta... ¿No sientes la quietud que nos rodea? Es como un visillo amarillo oscuro, no pasa nada y todo baña en una paz sin limites.

Hay un largo silencio. No se oye nada, apenas la respiración de los tres seres que reposan en este comedor de un pequeño piso situado en una gran ciudad. Estamos en agosto, un agosto espeso y húmedo.

Laika, suspirando: Es que me gusta tanto jugar. Cuando juego me olvido de todo, de la pesadez del día, de la tristeza que a veces veo en Ella, de su inconsolable búsqueda de no se qué... A mí jugar me calma y me hace sentir feliz.

Salem, estira su largo cuerpo: Vale, vale... ¿Pero no ves que ahora es el momento de tomar energía? Apenas se oye el murmuro de la calle, estamos aquí como en una bola de agua. Oye su respiración, es lenta y tranquila.

Laika: ¿Crees que esta durmiendo?

Salem, cierra los ojos y bosteza: No, no está durmiendo. La siesta no es el sueño de la noche. En esta hora como fuera del tiempo, como flotando en el espacio, uno no duerme, uno se apacigua. El cuerpo pierde consistencia, la mente, las ideas... Ah, perra tonta, a los gatos nos encanta la siesta y por algo será.

Laika, mira con tristeza en el vacio: Yo nunca puedo reposarme enteramente. Cuando duermo es siempre de un ojo y las orejas en alerta. No hay paz entera para un perro porque siempre estamos vigilando, cuidando, protegiendo.

Salem, como medio dormido: ¿No ves que ahora no hay ningún peligro? Escucha, escucha esta quietud, esta calma que todos los grandes sabios aconsejan para lograr la felicidad. Aquí está esta calma, ¿No la oyes?

Laika, sorprendida: No, no oigo nada.

Salem, abre un ojo: Si no estás en la calma no puedes oír su voz. Es una voz muy intima, sin palabras, sin eco. Habla de lugares sin tempestades, ni ruidos, ni movimientos.

Sobre el sofá el cuerpo de la mujer se da la vuelta, deja escapar un ligero suspiro.

Laika, seria: Hablas demasiado, la vas a despertar. Habla bajito, deja que repose su cabeza y sus ideas...

Salem, murmura: Eres tú quien me hace hablar.

Laika: Shhhhhhh

El silencio del comedor es intimo y suave. En la penumbra se pueden ver las formas pero como sin definición. Todo está suspendido, hasta el mismo aire, hasta la misma respiración. Los bigotes de Salem apenas se mueven.

Salem, languidamente: Me gusta esta hora robada al tiempo. Mi mente se vacía y siento mi cuerpo vibrar. La sangre corre, pero con lentitud. Es como tener fiebre pero sin dolor. Sueño... estoy en un campo muy, muy verde claro, hay mucha luz que cae del cielo, una luz amarilla y fuerte. Oigo los pájaros, oigo las ardillas, y algunas moscas. Miro, todo es tan simple. No quiero ni moverme, soy un espectador pasivo. El corazón late con tranquilidad. ¿Estoy vivo? Tengo sueño...

Laika suspira. Reposa su cabeza sobre sus patas delanteras y suspira. Poco a poco siente una pesadez en los ojos.

Laika:: Si no puedo jugar entonces esperaré quieta. Dejaré que los minutos floten, sin fuerza ni insistencia. Dejaré que el tiempo pase con tranquilidad, sin apego. Que mi cuerpo pierda poco a poco su nervio, que mis músculos se relajen y sentiré el pulso de mi corazón, únicamente el pulso. Ah, sí...

La mujer sigue estirada, sin moverse. Que paz, piensa. Como dar gracias a esta paz. ¿A quien he robado este momento? A nadie. Mi cuerpo apenas existe, mi mente son mis ojos que no ven nada. Oigo ruidos, pero vienen de muy lejos. El gato, la perra, duermen a mis pies, me acompañan en este silencio que pronto, demasiado pronto, amanecerá en otra vida. Ah, pero por ahora solo quiero esto, que dure, que dure esta siesta bendita.

Presente

In eternity there is indeed something true and sublime.
But all these times and places and occasions ares now
and here. God himself culminates in the present
moment, and will never be more divine in the lapse of
all the ages


Thoreau,Walden

Laika, dicen que meditar calma y da energía. Lo que sí sé es que cuando medito yo siento la calma en mí y entonces el buen humor me acompaña.

Pero meditar es mucho más que calma y energía. En realidad uno medita para centrarse en el presente, este presente que se nos va de la mano, ya que los seres humanos somos como las hormigas, no paramos nunca. Nunca estamos aquí. Nos duele parar. Confundimos quietud con vacío. Cuando es lo contrario. La quietud es el presente que se nos aparece con toda su fuerza y claridad.

¿Sabes lo que he hecho esta mañana, Laika? He abrazado a mi compañero como si nunca más pudiese abrazarlo. Lo he cogido en mis brazos a este hombre de mi vida, a esta fuerza, a este acompañante y amigo. Como sí nunca más. Como si fuese la ultima vez. Presente. Aquí y ahora. Lo único que cuenta, lo único que vale, lo único que está. Este presente.

Que difícil es vivir el presente. ¿Tanto miedo nos da? Meditar es estar aquí y ahora. Escribir tambien. Jugar... Cuando te veo correr, Laika, cuando te veo reír con tus amigos, cuando saltas y cabriolas, estas presente. Y estando aquí, ahora, no hay miedo, no existe la angustia, ni el temor. Ni pasado ni futuro.

Si, Laika, tú eres un pequeño Buda. Tu sabes vivir en el presente, y disfrutarlo.

Pero que difícil es estar en el presente. Entre recibos, pagos, el trabajo y los amores, entre la duda de lo que somos, o la duda de lo que hemos sido y la duda de lo que seremos.

No sabemos que estar presentes ahora y aquí es una certitud, una fuerza indestructible.

Que difícil es disfrutar este momento único, que nunca más vendrá. ¿Quién nos dice que estaremos aquí dentro de un minuto? ¿Quién nos puede asegurar que mañana abriremos los ojos y veremos el sol? Mañana no existe, no existe ni la hora que viene, ni el minuto que sigue. Solo este ahora, este momento. Aquí estoy. No hay nada más.

Que difícil es saborear cada instante como si fuese el único, lo que es. Cuando como, cuando amo, cuando veo, cuando siento. Cuando respiro... En realidad sólo hay esto, esta respiración.

Laika, quiero ser como tú. Un animal presente a todo, en este momento. Estando en este aquí y en este ahora lo veo todo con más claridad. Mi mirada se abre. Mi cuerpo se relaja.

Te veo, presente. Eres una luz única y buena. Me enseñas lo que tengo, este mundo y esta vida. Me aprendes a respetar este mundo y esta vida. No hay nada más.

Ven, Ven... Laika, ven que te abrace en este presente magnifico y único, en este momento eterno, sin barreras ni fronteras, en este ahora que me une a ti, mi buena perra, ven que te abrace como si nunca más.

Diseño verde

La forêt est un état d´âme.
Gaston Bachelard

Son unos días de mucho calor. Tanto, que apenas se puede respirar. La humedad es pegajosa y densa. El aire apenas corre.

Salgo a la calle porqué en casa me siento agobiada. Son las 3 de la tarde, y bajo el sol tengo la impresión que la tierra a mis pies es fuego. Me voy al viejo Barcelona. Entro en la primera granja abierta, no hay muchas en el mes de agosto que funcionen. Pido una horchata.

Aunque me gusta mucho la soledad, estos días siento la ausencia de Javi, de viaje al Pakistán. Me añoro de su gran humor irónico y de sus payasadas. De la risa medicinal que produce en mí el estar con él. De las largas conversaciones sobre literatura y cine que hacen de nuestras noches un debate constante. Y de nuestra cama que ahora me parece un ancho campo desierto.

Abro el libro que estoy leyendo, The Cruel Way de Ella K. Maillart. De repente una mano se posa levemente sobre mi hombro. Levanto la cabeza. Es Pedro.

Con uniforme de Mozo de Escuadra Pedro parece mas alto. El color de la tela de su camisa le hace resaltar sus ojos negros, que me miran sonriendo. Esta muy guapo, en realidad nunca lo he visto tan guapo. Una gran calma emana de su figura. Se quita la gorra y su pelo se ilumina por el sol que entra con gran fuerza del ventanal, a su espalda.

- ¿Cuántos ladrones has atrapado hoy?

Su risa, que me ofrece sin dejar de mirarme me suena a cascabeles. Es ligera y cantante.

- Más que ladrones son turistas que vamos recogiendo del suelo. Con este calor caen como moscas. ¿Y tú? ¿Qué haces por el barrio? ¿No estarías mejor en la piscina?

El cuerpo de Pedro yo ya lo he entrevisto entre las aguas azules del gimnasio de nuestro barrio. Ahí conocí a Pedro, una mañana de invierno. Tiene un buen dorso y unos buenos brazos y aquel día me había quedado mirándole largo rato, yo que casi nunca ni miro ni veo a los hombres en general. Dentro del agua todo él resoplaba energía y fuerza. Y ahora esta enfrente de mí, alegre y simpático. Sus brazos reposan sobre la mesa que nos separa. El vello de su piel, ligero y suave. Siento como un pequeño estremecimiento. El calor me hace ver cosas que nunca quiero ver.

- Estaba agobiada. Además Javi está de vacaciones y, francamente, el piso me pesa.

- Si, dice Pedro pasándose la mano sobre la frente que tiene húmeda. Hace un calor espeluznante.

De repente me siento muy relajada y bien. Pedro sigue mirándome detrás de sus ojos, dos piedras oscuras y brillantes. ¿Es mi imaginación o es que Pedro me esta estudiando de una manera un poco indiscreta? He aquí sus ojos posados, el espacio de un segundo infinito, sobre mi cuello, mis clavículas, los hombros, mi pecho, mis brazos. Todo esto mientras hablamos del Pakistán y de la señora Maillart. Y yo tambien lo miro y veo cosas de él que nunca me había fijado: su sonrisa que más que simpática es sensual; su nariz, rectilínea, perfecta, que le da un aire ligeramente canino a toda su faz; su cuello donde resalta una vena.

Súbitamente me siento muy acalorada, como si el fuego exterior se hubiese incrustado bajo mi piel.

- Amigo, me tengo que ir, ya deben haber abierto el museo de Picasso.

Nos levantamos y me acerco para besarle la mejilla. ¿Y si en vez de la mejilla le besase el borde de su boca?

- Olvídate de Picasso y ven conmigo, he acabado mi turno. Tengo la moto, te llevo de paseo.

El asfalto, fuera, arde. Hay muy pocos transeúntes y las calles del barrio Gótico parecen salir de un cuadro de Canaletto. La luz y el vacío, la perfección estática de la iluminación del cielo tan ocre, el silencio. Nos dirigimos hacia la Plaza San Jordi, casi vacía. Una viejita vestida toda de negro pasea un pequeño perro. Cerca de la entrada de la Generalidad Pedro saluda de la mano a un compañero, vigilando bajo el sol.

- Siempre llevo un casco extra, dice Pedro poniéndomelo sobre mi cabeza. Te voy a llevar en un lugar mágico. Te gustará. Hace tiempo que no paso por ahí.

El tiempo para cuando estas subida sobre una moto abrazada a un hombre. Es lo que me digo mientras Pedro avanza sobre Diagonal y luego coge una calle rumbo montaña. Las avenidas de Barcelona, pienso, son muy románticas ya que aceptan la luz del sol con tanta armonía. La espalda de Pedro vibra bajo mis manos. La moto hace apenas ruido.

Tambien me digo que podría estar así todo el resto del día, a caballo con mi caballero. No volver a casa, a mi piso. Quedarme aquí, con Pedro. Sin preguntas ni respuestas.

Hemos subido muy arriba y finalmente tomado una pequeña carretera. El aire es fresco. El paisaje muy verde, de un verde oscuro, pasamos por una especie de gran bosque. Al cabo de un rato Pedro entra en una pequeña bifurcación. Hemos parado enfrente de un camino muy estrecho. Bajamos de la moto.

- Cuando me separé de Joanne solía pasar por aquí. Este camino que ves es muy largo, en realidad no he llegado nunca al final. ¿Te apetece andar un poco por él?

La tierra es marrón oscuro, color de piel morena. Andamos en silencio rodeados por unos grandes arboles muy altos y delgados. El aire es fresco y apaciguador. El silencio inmenso, como una gran capa. El sol a veces aparece entre las ramas y las hojas de los arboles. De vez en cuando se oye el canto de un pájaro. Por el suelo puedo ver entre rocas y tierra pequeños brotes de flores silvestres. El camino es irregular, a ratos sube a ratos baja. Sobre él hay piedras, trozos de madera, ramas muertas y secas.

- Parece un bosque abandonado.

- Lo es, contesta Pedro. Todos los bosques, casi hoy en día, están abandonados. Es una pena, pero es así. Es el mundo en el que vivimos.

Hay mucha ternura en la voz de Pedro y me doy la vuelta para mirarle. Pedro tiene los ojos fijados en la cúpula de un pino.

- Ya casi no hay pájaros ni animales. La voz del bosque se va apagando lentamente, sin que nos demos cuenta.

Vamos avanzando en silencio. Algunas raíces de los arboles están salidas de la tierra y muestran su desnudez de color claro. Puedo ver hormigas pasearse por el borde del camino. Tambien una mariposa amarilla pero muy pequeña.

- Mira.

Pedro me muestra con la mirada un árbol muy alto y espeso de tronco. Es un árbol ancho y tiene la tez gris oscura. Sus ramas, retorcidas, suben hacia el cielo y están llenas de unas hojas que parecen manos verdes.

Nos dirigimos hacia este árbol que debe ser muy anciano. Está un poco en el interior, tenemos que entrar en la espesura del bosque. Pedro me coge de la mano cuando tenemos que subir sobre un montón de viejos troncos rotos y en putrefacción.

Me acerco al árbol y le acaricio el tronco. Es muy suave, como cuero. Apoyo mi frente sobre esta capa de madera. Es como apoyarse sobre el vientre de un oso.

Oigo la respiración profunda de Pedro, al lado mío. Me doy la vuelta reposando la espalda sobre el árbol.

- Quiero energía, digo.

Pedro me besa. He cerrado los ojos. Acaricio sus hombros y sus brazos y tengo la sensación que mis manos tocan otro árbol.

Los ojos de Pedro, cerrados. Sus pestañas son muy largas, sus ojeras tiernas y tristes. Mis labios acarician esta cara tan bonita que bajo el viejo árbol parece de un animal salvaje. Me ha quitado con mucho cariño la blusa, el sostén. Siento, desnuda, la energía del árbol sobre mi espalda. No me duele esta madera que me aguanta mientras Pedro ha apoyado todo su cuerpo sobre el mío. Me he quitado los jeans para que Pedro pueda abrirme con sus dedos inteligentes, pueda olerme en este bosque verde y oscuro. Estoy húmeda y fresca como la tierra que nos rodea, llena de vida, llena de energía y humus, Pedro desnudo y los besos como alas de mariposas y las caricias como roces de estas hojas que nos protegen, parasol de inmensa belleza. Pedro me levanta una pierna, entra en mí con su semen y su vida, y el árbol mira y escucha.