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meditandoconlaika

Alas

Alas Cuando la desesperación se arraiga en mi mente, Laika, debido a estos días demasiado nítidos que estamos viviendo y dónde vemos, y esto lo dice mi amigo Joaquín, que no hemos aprendido nada, pero nada de nada... pues hago tres cosas que me calman y me permiten respirar con un poco más de tranquilidad.

Primero, salgo contigo de paseo. Y cuando te veo jugar con tus amigos los perros puedo reír. Luego me hago un buen plato de patatas cocidas. Laurie Colwin, en su libro ¨A Writer in the Kitchen¨ habla de algunos alimentos que curan el dolor del alma. Entre ellos la patata cocida. Lo he comprobado y funciona. Así que, cuando estés triste Laika, te daré estas dichas patatas y veras lo bien que te sientan.

Y como nó, busco fuerza en mis amigos los libros. Hay un autor que siempre está a mi lado, como un gran árbol, y esto desde hace muchos años. Lo quiero mucho, me aporta consuelo y alegría, me susurra palabras buenas y sabias y me hace ver que la vida es, entre otras cosas, un espectáculo a la vez horrendo y cínico y a la vez de una belleza extraordinaria. Este escritor me ayuda a tomar conciencia de estas dos verdades que son, si lo piensas bien, dos pillares de gran saber. Son, tambien, dos certidumbres inquebrantables.

¨El imperio del hombre es interior¨ dice Antoine de Saint-Exupery. Y en esta pequeña frase yace toda su visión del mundo... y de toda su vida, que fue una vida plenamente vivida, que fue una vida sufrida y compartida, que fue el reflejo de un ser que supo existir enteramente, fiel a unos ideales que eran simples ya que se trataba de amar y de dar y de comprometerse.

Tenía, Saint-Exupery, una mirada de ángel. Así lo veo, Laika. Sus alas, que fuesen metálicas o interiores, lo abarcaban todo: la miseria humana, la belleza en esta misma miseria. Leerlo es siempre encontrarse en estos dos extremos, estas dos polaridades. Y al mismo tiempo estar en el centro y entender que no existe ningún centro. O más. En el centro hay un jardín con un jardinero. En el centro hay el hombre.

Cuando no sé exactamente lo que me pasa tanto la rabia o la ira se apoderan de mi mente, o el odio o la desesperación, entro de pleno, brazos abiertos, en su libro Terre des Hommes. Me dejo llevar con ímpetu y energía por un hombre que no tuvo miedo de ver la realidad en su faz más negra y que supo transformarla en un paisaje justo, límpido como el desierto que él conocía tan perfectamente. Aquí está, el piloto valiente. Aquí está con toda su bondad. Nos mira en los ojos y nos muestra con sabiduría y poesía que un paisaje tiene varias dimensiones, nos enseña humildemente nuestra pluralidad, nos aprende a mirar inteligentemente una imagen con ojos de aventurero, con ojos de poeta, con ojos de humanista, con los de un artista, con curiosidad y apertura. Y sobre todo nos da el ejemplo que un buen piloto es alguien que hace su trabajo con seriedad y con una mirada estelar.

Terre des Hommes es un magnifico viaje interior para ayudarnos a tomar conciencia de nuestra universalidad. No hay fronteras en este bello planeta humano. La lucha, la vida, la muerte, los amigos, los otros, el trabajo, la arena, el agua, las nubes y las montañas, las guerras, el hambre y la sed, el saber de los insectos, el mar... todo, absolutamente todo está tambien en nuestro interior, si sabemos encontrarlo. Hay que volar, hay que buscar, indagar, hay, sobre todo, que amar. Si uno no ama la tierra, esta tierra tan bella que es más que una tierra, si uno no la ama enteramente, con conciencia, si uno no la ama con ternura, con pasión, con locura, en toda su totalidad, en toda su claridad y obscuridad, la tierra no se dejará ver ni entender. Volaremos sobre ella como pilotos ciegos. Y esta ceguera, que es una especie de irresponsabilidad, nos perderá. Esta ceguera hará de nosotros unos fantasmas, unos burócratas, unas maquinas.

¨Ser hombre, dice Saint-Exupery, es justamente ser responsable¨. Mirar la miseria humana de frente, sentirse responsable en todo, de todo, en lo bello como en lo nauseabundo. No con una mirada de piedad. Pero sí participando en esta mirada, alimentándola, dándole vida y energía. Y nunca, nunca, jamás perder la esperanza.

Esto es lo que me aporta Saint-Exupery, Laika. Ya ves como es importante que lo lea ahora, en este momento dónde hemos visto de nuevo la tierra chillar, desconcertada.

5 comentarios

llydia -

Gracias por vuestra visita.

Pues sí, las patatas son un regalo de la tierra que nos puede ayudar en momentos de gran tristeza o agotamiento mental. Ah! si los doctores fuesen más terrenales no habrian tantas depresiones...

Un beso para todos vosotros.

Ardibeltza -

Me ha complacido mucho leerte.

Aunque no por ello tengo la certeza de saber mejor qué es ser hombre... Me gusta lo de "ser responsable", pero es demasiado simple... No importa, me ha gustado, me ilumina.

De todos modos --debo confesar-- de lo que tomo mayor nota es de ese secreto gastronómico-farmacéutico que desconocía: que la patata cocida cura el dolor del alma. Voy a hace provisión y comprar un caldero enorme, para cocer a fuego de hoguera... :-)

Gracias.

Sergi -

Sean de principito, de aviador, de sueños o de albatros, las alas son las que de veras nos llevan a alguna parte, los pies sólo nos confunden...

Un beso y arrumacos para Laika. Me encantó leerte.

Corazón... -

Hola :)
Como siempre tu texto reflexivo...

¨Ser hombre, dice Saint-Exupery, es justamente ser responsable¨. Mirar la miseria humana de frente, sentirse responsable en todo, de todo, en lo bello como en lo nauseabundo. No con una mirada de piedad. Pero sí participando en esta mirada, alimentándola, dándole vida y energía. Y nunca, nunca, jamás perder la esperanza.

Besos!

;o)

Lyzzie -

El perro y los libros, los mejores amigos del hombre, ellos nunca te fallan :)! Por cierto!! Mi perra tb se llama Laika ;p!! Besitos!