Blogia
meditandoconlaika

Silencio

Silencio Muestráme las cosas tal como son
Rumi

Que bueno es el silencio, amiga Laika... Aquí, junto a ti, oyendo tu respiración, y sintiéndote toda tú, toda tu energía.

Y es que en el trabajo, en el hotel, no hay silencio estos días. Estamos de reparación y cambios y aquello parece más un circo feliniano que un hotel de tres estrellas. Además, tenemos a un grupo de damnificados como residentes.

Hay mucho ambiente, eso sí.

Sin embargo yo necesito en estos días, y mucho, el silencio. Que es, para mí, como retomar el tiempo en mano. Mi tiempo, mi vida. Mi historia. Para no perderme ni ahogarme. Para emprender esta nueva etapa de mi vida.

En el silencio puedo al fin oír la voz suave de mi madre cuando me decía: nena, creo que me estoy muriendo... Esta frase se me ha quedado gravada en mi mente y a ratos, cuando estoy en silencio, la oigo. No quiero olvidarla, es una frase muy importante. Mi madre, en ella, me está mostrando el camino de su muerte. Y yo acepto, en silencio.

Nena, nena...

En el trabajo, este escenario que me recuerda tambien el mundo loco de Tati, me dejo llevar por el movimiento del cambio. Hay mucha adrenalina en los pasillos de mi hotel preferido, mi segundo hogar. Hay voces masculinas, ruidos metálicos, olor a madera. Hay los ancianos que decoran la recepción con sus historias trágicas y de gran soledad, hay los turistas, los pocos que quedan, y hay las chicas, mis compañeras. Me dejo llevar, como en una ola simpática.

Pero en casa es diferente. Aquí, contigo a mis pies, me quedo largos ratos en una gran quietud. Escucho mi respiración.

Nena...

No es fácil. Los días pasan y sabes que no la volverás a ver mas, ni a tocar, ni acariciar su suave mejilla.

Un día, en una biblioteca dónde estuve trabajando, una mujer me pidió un libro. Estaba nerviosa, la mujer, ansiosa y muy a lo fondo, desesperadamente triste. En el acto me levanté de mi silla detrás del mostrador de la sección de Referencias. Y juntas entramos en el laberinto de los largos pasillos de aquella biblioteca que la mujer de rasgos tristes había elegido para encontrar una respuesta a su gran dolor.

Ella y yo encontramos finalmente el libro. Era The Tibetan Book of the Dead. Cuando lo tuvo entre las manos, la mujer se puso a llorar. Yo, en silencio, escuchaba sus lagrimas, espesas de historia y de dolor. Después de un rato, de estos ratos sin minutos ni segundos, la mujer dijo:

Es que mi hija, de 6 años, se ha muerto. Y quiero entender, entender.

Más tarde, años más tarde, esta mujer se me apareció en una historia muy conocida del Buda, una historia que habla de una madre que acaba de perder a su hijo. Y como el Buda, aquel hombre tan bueno y simple, le ayudó a entender.

Entender, indagar... Como siempre, en momentos difíciles, me acompaño de libros, en este caso de dos, dos compañeros de mi silencio. Aquí están siempre cerca de mis manos. Mariá Corbí, Anne Morrow Lindbergh. Son dos amigos, dos luces. Hasta en la cama me los llevo. Debajo de las sabanas los acaricio antes de dormirme. No me dejan sola en este largo silencio.

Dos faros, dos planetas, dos firmamentos donde apoyar mi frente triste.

No es que los libros den respuesta, no es tan fácil. Tampoco el Buda le dio la respuesta a aquella mujer que, desesperada de dolor, acudió al gran maestro. El Buda simplemente le dio una pauta.

Ves y mira. Pregunta , indaga... Y verás que en todas las familias, en todos los hogares alguien ha muerto. No hay nadie, absolutamente nadie que esté protegido por esta fatalidad que es la muerte.

Laika, cuando comunico con Anne Morrow Lindbergh, cuando sus palabras bellas y claras me acarician la mente y llegan hasta mi corazón, cuando cierro los ojos y la veo, gran dama, me acerco a una verdad que es el compartir del dolor. Un dolor sin fronteras, un dolor universal. El suyo, cuando asesinaron a su hijo, el mío, el de mi vecina, el de todos. Un dolor que Buda hizo entender a la mujer que fue hacia él para que le devolviese a su hijo muerto.

Mira, nena, mira...

Dice Mariá Corbí:

La insuperable verdad final se dice inmediatamente en las montañas, los ríos, la tierra, las plantas, los árboles, los bosques, los animales y las personas. Y se dice con igual evidencia en la vida y en la muerte, en el bebé y en el cadaver, en el adolescente o en el enfermo de cáncer terminal.

Déjame cerrar los ojos madre, déjame meditar en silencio tus palabras que resbalan sobre mí como alas de mariposa, alas que me transforman, me abren los ojos del corazón y de la mente.

Por la noche el silencio es como una gran nube de oro y plata que me rodea y me habita.

14 comentarios

llydia -

Ardi, tú te mereces más que una flor, ya sabes. Pero yo solamente te puedo ofrecer una flor.

Laika está bien, siempre de buen humor. Le estoy leyendo tu historia misteriosa y se lo pasa pipa. Le encantan, como a mí, los relatos de suspense escritos con gusto y maestria.

Un beso,

Ardi -

:-)))

no pretendía meterme en tu delantal. Aunque eso de hacerte un jersey con mi pelaje suena de lo más erótico.

No.

Sólo vengo por aquí para ver si Laika está triste o alegre, y sobre qué cosas medita su dueña.

Pero.. ¿qué es esto? ¿Quién me ha colgado de la oreja una flor? :-pp

llydia -

Ardi... Ya me gustaría tener un corderito negro si tuviese una casa en el campo. Le pondría flores alrededor de las orejas y me haria jerseys de su pelaje. Lo que pasa es que vivo en esta ciudad condal monstruosa y en mi bolsillo del delantal solo cabe una ratita negra y blanca. Lo siento, eh?

Un abrazo,

Ardi -

Esa ratita blanquinegra se lo pasa pipa metida, como cría de canguro en la bolsa de mamá, en el bolsillo de tu delantal de cocina. Yo no me llevo bien con los animales. Aunque soy un cordero ;-)

Aunque Laika ya comienza a caerme bien. :-p

llydia -

Rosa, los animales para mí son misteriosos y bellos. Ahora mismo, escribiendote, tengo a Gertrude, una ratita blanca y negra, sentadita sobre mi falda, dentro del bolsillo de mi delantal de cocina. Aqui en casa hay muchas bestias, inteligentes y buenas. Y si, fuí a visitar tu pagina y me gustó mucho.

Hasta la proxima, amiga.

llydia -

Mad, muchas gracias por tu visita. Y por tus palabras. Y si, tienes razón, Laika sabe mucho de esto y estoy segura que estaría de acuerdo contigo. Los animales son intuitivos. Ojalá nos pareciesemos a ellos.

Un abrazo,

Llydia -

llydia -

Ardi, una sonrisa es mucho! Muchas gracias. Yo tambien te envio una sonrisa, la mia y la de Laika. :) :)

Ardi -

Laika... hace días que paso por aquí... y no sé qué decirle a tu amita. Es que no sé... No sé.
Te pintaré una sonrisa. No es mucho, pero... :-)

mad -

Estoy convencida -como mi madre, Muralla- de que es así, de que es ella quien te habla. Es más, estoy segura de que Laika no tiene ninguna duda al respecto.
Besos para ti y lametones a ella.

Sergi -

De Jalaludin Rumi atesoré el "ven, como quiera que seas, ven", y de Chéjov saqué un espejo y vi otra vez que el corazón humano dice las cosas más hondas en silencio.

A pesar de la niebla que nos sobrepasa en tu bosque y el mío, en otros, seguimos caminando por el sendero y encontrándonos.

Hasta entre el cadáver del bosque de ayer y el nacimiento de cada nuevo brote.

Un beso, amiga.

rosa -

Gracias Llidia por tu correo,por tus ánimos,igual para ti, me gusta tu prosa y te veo tan amante de los animales como yo.Espero que ya tengas la dirección de mi blog.
Un abrazo, te seguiré leyendo.

llydia -

Muralla, gracias.

muralla -

Queridiña: El cariño de una madre es tan inmenso, tan inconmensurable que estoy segura que traspasa todos los muros, hasta el de la muerte.
Esas alas que sientes es ella, no lo dudes, está ahí, con su amor eterno, el de siempre, y con toda la sabiduría que da la Eternidad.
No lo dudes nunca. Háblale y ella encontraré el modo de responderte, y no te sientas sola porque ella no te abandonará jamás.
Lo sé, porque soy madre y juraría que es así hasta por mi vida.
Besos. Muralla.