Mi Africa
Africa fue mi primer amor, Laika.
Africa, sí... Africa negra, espesa en su negrura reluciente de colores. Africa, mi madre Africa. Mi amor, mi pasión, mi despertar.
En sus brazos que tenían la sonrisa de aquellos niños tan encantadores, en su pecho cuando me dejaba abrazar por los ojos de Maimuna, la hermana de un hombre que yo amaba, en su vientre cuando los tam tam hablaban en medio de la nitidez del calor nocturno. Sí, Africa, patria de mi corazón enamorado.
Y desde aquel entonces, patria de mi vida, de mi alma. Desde entonces, Africa, mi continente preferido, hábitat de mi mundo imaginario, de mis sueños y deseos. De mis esperanzas y desengaños.
Cada mañana, cuando abría los ojos, me sentía otra. O mejor dicho, sentía que mi ser se iba poco a poco transformando en alguien diferente, más bueno, más libre, más humano.
Africa me enseño la solidaridad, yo que llegaba de un país dónde la individualidad es reina. Laika, yo estaba cambiando porqué estaba naciendo. Y mi madre era Africa, la bella, la fuerte, la materna Africa. Ella era mi guía.
Era la época seca y mis pies saboreaban el suave andar sobre aquel paisaje dónde todo me parecía virgen. Aprendí a reír, a bailar, a escuchar el despertar de mi cuerpo.
¡Africa!
Mi piel blanca supo unirse en un acuerdo silencioso con la piel suave del negro.
Quiero el color de tu piel, quiero ser negra como la madera oscura de las mascaras. Hermana, Maimuna de mi alma, enséñame a ser africana, muéstrame el camino.
Por las mañanas tambien me despertaban los cantos al gran Mahomet desde la cumbre de la mezquita. Cerraba los ojos y me dejaba mecer por aquella voz potente y misteriosa.
Africa, fuiste un don en mi vida, un regalo. Cuando volví yo había cambiado de piel. Había aprendido la relatividad, el poder de entrar en el espacio del otro y entender desde la otra mirada, la otra piel, el otro color.
Como me duele, Africa, el silencio que te rodea, el olvido, el sufrimiento que estas viviendo, tus hijos que sufren, y sufren sin parar. Como si no existieses tú que eres la reina de todos los continentes, la más rica y fuerte, poderosa con tus minerales y tu fauna, tus inmensos lagos, tus picos soberanos... Espaciosa, misteriosa, indefinible.
Eres el espejo de la crueldad y de la bajeza humana, de la soberbia y del egoísmo. Un dedo que señala nuestra indiferencia y nuestro despotismo. A cada vez que te contemplo me duele el corazón, se pone de sílex mi alma cuando veo tus guerras tribales, tu dureza y tu falta de misericordia. Eres tambien entonces la madre de un infierno humano.
Enséñame le decia, enséñame a ser una africana. Apréndeme a rezar sobre esta tierra de color ocre como el oro de tus ojos. Maimuna, dime que soy tu hermana aunque mi piel no tenga el mismo resplandor que la tuya.
Y Maimuna sonreía, como desde muy lejos. Su sonrisa era paciencia y bondad. Con una mano apretaba su bubú alrededor de su cuerpo largo y estrecho, moreno como la rama de un árbol quemado.
Tranquila, me decia su mirada.
Me cogía de la mano, me mostraba que la piel, blanca o negra, es piel. Como la tuya, como la mía. Somos hermanas, sí...
Africa, simplemente...
Escuchando:Drums. African Percussion, Joliba, African Drumming
Africa, sí... Africa negra, espesa en su negrura reluciente de colores. Africa, mi madre Africa. Mi amor, mi pasión, mi despertar.
En sus brazos que tenían la sonrisa de aquellos niños tan encantadores, en su pecho cuando me dejaba abrazar por los ojos de Maimuna, la hermana de un hombre que yo amaba, en su vientre cuando los tam tam hablaban en medio de la nitidez del calor nocturno. Sí, Africa, patria de mi corazón enamorado.
Y desde aquel entonces, patria de mi vida, de mi alma. Desde entonces, Africa, mi continente preferido, hábitat de mi mundo imaginario, de mis sueños y deseos. De mis esperanzas y desengaños.
Cada mañana, cuando abría los ojos, me sentía otra. O mejor dicho, sentía que mi ser se iba poco a poco transformando en alguien diferente, más bueno, más libre, más humano.
Africa me enseño la solidaridad, yo que llegaba de un país dónde la individualidad es reina. Laika, yo estaba cambiando porqué estaba naciendo. Y mi madre era Africa, la bella, la fuerte, la materna Africa. Ella era mi guía.
Era la época seca y mis pies saboreaban el suave andar sobre aquel paisaje dónde todo me parecía virgen. Aprendí a reír, a bailar, a escuchar el despertar de mi cuerpo.
¡Africa!
Mi piel blanca supo unirse en un acuerdo silencioso con la piel suave del negro.
Quiero el color de tu piel, quiero ser negra como la madera oscura de las mascaras. Hermana, Maimuna de mi alma, enséñame a ser africana, muéstrame el camino.
Por las mañanas tambien me despertaban los cantos al gran Mahomet desde la cumbre de la mezquita. Cerraba los ojos y me dejaba mecer por aquella voz potente y misteriosa.
Africa, fuiste un don en mi vida, un regalo. Cuando volví yo había cambiado de piel. Había aprendido la relatividad, el poder de entrar en el espacio del otro y entender desde la otra mirada, la otra piel, el otro color.
Como me duele, Africa, el silencio que te rodea, el olvido, el sufrimiento que estas viviendo, tus hijos que sufren, y sufren sin parar. Como si no existieses tú que eres la reina de todos los continentes, la más rica y fuerte, poderosa con tus minerales y tu fauna, tus inmensos lagos, tus picos soberanos... Espaciosa, misteriosa, indefinible.
Eres el espejo de la crueldad y de la bajeza humana, de la soberbia y del egoísmo. Un dedo que señala nuestra indiferencia y nuestro despotismo. A cada vez que te contemplo me duele el corazón, se pone de sílex mi alma cuando veo tus guerras tribales, tu dureza y tu falta de misericordia. Eres tambien entonces la madre de un infierno humano.
Enséñame le decia, enséñame a ser una africana. Apréndeme a rezar sobre esta tierra de color ocre como el oro de tus ojos. Maimuna, dime que soy tu hermana aunque mi piel no tenga el mismo resplandor que la tuya.
Y Maimuna sonreía, como desde muy lejos. Su sonrisa era paciencia y bondad. Con una mano apretaba su bubú alrededor de su cuerpo largo y estrecho, moreno como la rama de un árbol quemado.
Tranquila, me decia su mirada.
Me cogía de la mano, me mostraba que la piel, blanca o negra, es piel. Como la tuya, como la mía. Somos hermanas, sí...
Africa, simplemente...
Escuchando:Drums. African Percussion, Joliba, African Drumming
6 comentarios
Noctámbulo -
Te dejo un beso y un abrazo con deseos de lo mejor para este año.
reuben -
Te estuve leyendo. Saludos.
llydia -
Un abrazo fuerte,
Ardi -
llydia -
no... no conozco la canción de Serrat que habla de Africa.
Africa es bella, si. Si algun día puedes visitarla te enamorarás de ella, como yo. Y este amor te durará toda la vida.
Un abrazo fuerte,
muralla -
¿Conoces la canción de Serrat que habla de ella?
Un abrazo. Muralla.