Un viaje a la Proust
Laika, esta mañana discutiendo con Claude sobre orden y desorden, pero que desordenado digo y de repente esta palabra tan simple, desordenado, quizas la he dicho con un tono de voz que, quien sabe, pronuncié un día enfrente de mi madre, mamá, es un hombre muy desordenado, y este tono de voz esta mañana pronunciado de la misma manera que aquel día, esta particular manera de pronunciar la palabra, el timbre de la voz, han producido como una obertura dentro de mí, mi cuerpo, que tiene su propia memoria, sus misteriosos caminos interiores que parten de la mente, ha reaccionado a su manera, abriendo un pasaje interior y entonces he sentido como una gran alegría, como un clic interior, un reconocimiento, una percepción sabia, una especie de Deja Vu pero tampoco esto, he visto a mi madre enfrente de mí, aquel día, yo hablando de Claude y de todo el desorden que vi cuando la primera vez fui en su piso, cerca del río, hace de ello veinte años, un desorden increíble había en aquel espacio suyo, todo amontonado sobre el sofá, libros, revistas, ropa, hasta una magnifica planta que yacía sobre aquel sofá verde como un muerto sobre el césped, y todo aquello entonces, yo enamorada e ilusionada que estaba ya que el amor no ve que lo que quiere ver, no me molestó en absoluto, hasta me pareció una particularidad interesante, una línea de carácter y mi madre enfrente de mí, con tanta claridad que he pensado voy a tener que llamarla y decirle que me he acordado de ella, mamá, este hombre es muy desordenado y ella, comprensiva, me sonríe, me sonríe de esta manera tan particular, los ojos de repente medio achinados, algo que yo he heredado ya que cuando sonrío tambien mis ojos se achinan y en vez de ojos parece que tenga media lunas, toda su presencia, física y moral, su cuerpo amistoso y tierno, y hasta el olor suave de lavanda de su agua de colonia, y en este olor su figura cuando le besaba las mejillas antes de salir, cuando vivía con ella, la textura impecable de su piel como de bebé, mi madre sonriendo, permitiéndome viajar en este instante parado en el tiempo cuando yo le hablaba de Claude, de este nuevo hombre en mi vida y que, aunque solo conocido desde apenas tres semanas, me había convencido de irme a vivir con él, en un piso desordenado, cerca de un río, mi madre sonríe, el tiempo no ha pasado, el tiempo sigue ahí, abierto, una entidad única, personal, inmortal, un espacio que no se ha movido, es un lugar que está como en espera de retorno, que en realidad sólo espera esto, una nueva visita, un tiempo que aparece como un regalo escondido, aquí estoy parece decir, ¿no ves? sigue mi madre igual que aquel día, en realidad mi madre no es que siga igual, es que mi madre es la de aquel día, está en aquel día de verano y yo he ido hacia ella, a través de un camino interior y libre, ella me mira con anticipación, con altruismo, y sonríe como diciendo que no es importante que Claude sea desordenado, que lo que importa es el amor, solo esto importa, y viendo a mi madre diciéndome esto me sorprendo, la miro como con ojos nuevos, no recordaba que ella hablaba del amor así, con tanta simplicidad, pero el tiempo acepta, el tiempo de aquel día, esta nueva visión, estos ojos como más límpidos, más claros, menos ciegos, y mi madre me aprieta una mano con énfasis, ya veras que todo irá bien, lo importante es que sea buen chico, y no solamente el tiempo aquel me envía una madre, aún joven, aún llena de energía, una madre que yo había olvidado, una misteriosa madre aceptando con naturalidad mi amor hacia un hombre, una madre como un regalo intocable y protegido, pero tambien, y en especial ternura, el sentir de aquel día que llevaba en sí la ilusión que rodeaba de una sombra suave mis noches, aquel amor que me parecía tan extraordinario y defendido, por un hombre único que me hizo abandonar sin merced a Boris, mi compañero de aquellos años, y emprender una nueva vida cerca de un río, todo esto, la emoción que casi me ahogaba de alegría, las dudas que me hacían soñar por las noches en humos y fuegos, la confusión aquel día enfrente de mi madre que sonríe para calmarme, una emoción que no recordaba, tan simplemente todo esto mientras le digo a Claude, esta mañana, que tendría que ser un poco más ordenado porque francamente no hay nadie en el mundo tan desordenado como él.
3 comentarios
rosa -
Abrazos fuertes.
lydia -
Un beso immenso,
muralla -
Besos, muchos besos, niña querida...Muralla.