Entre una hija y una madre
Madre, ¿me perdonas?
Y el silencio me responde. Es muy tarde, no puedo dormir, he cerrado los ojos...
A veces hay días en que tengo cita con ella, aquí, dentro de mí. Cuando necesito volver a verla, a mirarla, a estudiar su faz redonda y agradable, su mirada tan brillante, sus largas pestañas.
Madre, perdóname... ¿Qué no me oyes?
Recuerdo sus manos que eran anchas pero con dedos muy largos. Recuerdo aquel día de invierno cuando las sentí temblar apoyadas sobre mi brazo y lo mucho que me dolió aquel temblor de vejez. ¡Cómo me enfadé! Con migo y con los ancianos y con la vida misma. Y mi mal humor fue como una chispa en el aire y sé que te dolió como si te hubiese abofeteado.
Dónde estas, madre querida que he amado tan mal. Madre separación, madre misterio. Donde, como. ¿O acaso no sabes lo mucho que te necesité entre el odio y el amor? Lo triste que luche para no parecerme a ti, lo mucho que aprendí con el rechazo y el desprecio.
Y que pasa. Las hijas tenemos a nuestras madres como guías, como ejemplos, nuestras madres que son aire y pan. Ellas nos muestran una visión del mundo que acaba siendo nuestro mundo. Tú fuiste la que me enseñaste que los hombres no eran buenos. No parabas de criticarlos, de señalarlos con desdén y cinismo. Yo supe, desde jovencita, odiar a los hombres. Y a largo plazo a la vida. Y a despreciar al primer hombre, mi padre. Y a partir de este aprendizaje mi vida siguió un camino. Y que no siempre fue un buen camino.
Ahí, en este espacio de odio y de búsqueda, de descubrimiento y lucha, empecé a separarme de ti. Ahí, en el recodo del mal amor, de la pasión, del sexo reprimido y liberado a la vez, empecé a juzgarte. Y claro, madre, a juzgarme, claro, claro, claro...
Pero no fue tu culpa, yo te he perdonado. Hay que perdonar la mala educación, hay que compatir cuando enfrentados a la represión ajena que tarde o temprano se vuelca en contra de nosotras mismas. Yo te he perdonado, madre. No fue tu culpa. Como no fue tu culpa que yo me revelara. No fue culpa tuya tus limitaciones, ni las mías. ¿De quien, pues? Ah, esto es otra historia...
Perdono la visión cerrada que tuviste de mí misma, que era la misma que tenias de ti. Perdono el abismo que había entre tú y padre, que fue el que busqué en mis parejas. Sí...
Pero un día, un día espeso, húmedo y muy importante en mi vida, quizas el más importante, me liberé de ti, me liberé de mi madre sacrificando mi maternidad sobre una cama de quirófano.Y cuando salí de la clínica de Morgentalor supe que nunca más la visión de tu mundo sería la mía.
Y en agosto, recuerdo, oyendo las grandes tempestades de aquel verano tan triste, empecé mi propia educación a la vez que empezaba el duelo de una vida que yo había rechazado. Sí, madre, aquella cría que hubiese podido ser fue sacrificada para que yo pudiese amarme, finalmente.
Hoy te pido perdón por mi silencio que me ayudó a cambiar de camino, por mi rechazo y por haberte juzgado en todo mi itinerario de mujer adulta. Por haber creído que eras responsable de mis faltas y mis tropezones. Por haberte tenido responsable de mis decisiones drásticas y dolorosas.
Por no haberte nunca pedido perdón.
Tú, tú eras simplemente una madre, simple, buena, inconsciente. Hiciste lo que pudiste, lo que supiste. Nada más aunque yo quisiese más. Aunque yo pidiese a gritos lo que tú no me podías ofrecer...
Ah, esta noche es pesada y amarga. Contiene espacios de incomunicación, de penas, de palabras calladas por el miedo y el temor.
Madre, ¿me perdonas?
No... No respondas. No pido nada, no quiero nada. Tenemos tiempo, tú en la eternidad y yo en este camino interior.
Escuchando: Musique de film, Les Choses de la Vie de Philippe Sarde
Y el silencio me responde. Es muy tarde, no puedo dormir, he cerrado los ojos...
A veces hay días en que tengo cita con ella, aquí, dentro de mí. Cuando necesito volver a verla, a mirarla, a estudiar su faz redonda y agradable, su mirada tan brillante, sus largas pestañas.
Madre, perdóname... ¿Qué no me oyes?
Recuerdo sus manos que eran anchas pero con dedos muy largos. Recuerdo aquel día de invierno cuando las sentí temblar apoyadas sobre mi brazo y lo mucho que me dolió aquel temblor de vejez. ¡Cómo me enfadé! Con migo y con los ancianos y con la vida misma. Y mi mal humor fue como una chispa en el aire y sé que te dolió como si te hubiese abofeteado.
Dónde estas, madre querida que he amado tan mal. Madre separación, madre misterio. Donde, como. ¿O acaso no sabes lo mucho que te necesité entre el odio y el amor? Lo triste que luche para no parecerme a ti, lo mucho que aprendí con el rechazo y el desprecio.
Y que pasa. Las hijas tenemos a nuestras madres como guías, como ejemplos, nuestras madres que son aire y pan. Ellas nos muestran una visión del mundo que acaba siendo nuestro mundo. Tú fuiste la que me enseñaste que los hombres no eran buenos. No parabas de criticarlos, de señalarlos con desdén y cinismo. Yo supe, desde jovencita, odiar a los hombres. Y a largo plazo a la vida. Y a despreciar al primer hombre, mi padre. Y a partir de este aprendizaje mi vida siguió un camino. Y que no siempre fue un buen camino.
Ahí, en este espacio de odio y de búsqueda, de descubrimiento y lucha, empecé a separarme de ti. Ahí, en el recodo del mal amor, de la pasión, del sexo reprimido y liberado a la vez, empecé a juzgarte. Y claro, madre, a juzgarme, claro, claro, claro...
Pero no fue tu culpa, yo te he perdonado. Hay que perdonar la mala educación, hay que compatir cuando enfrentados a la represión ajena que tarde o temprano se vuelca en contra de nosotras mismas. Yo te he perdonado, madre. No fue tu culpa. Como no fue tu culpa que yo me revelara. No fue culpa tuya tus limitaciones, ni las mías. ¿De quien, pues? Ah, esto es otra historia...
Perdono la visión cerrada que tuviste de mí misma, que era la misma que tenias de ti. Perdono el abismo que había entre tú y padre, que fue el que busqué en mis parejas. Sí...
Pero un día, un día espeso, húmedo y muy importante en mi vida, quizas el más importante, me liberé de ti, me liberé de mi madre sacrificando mi maternidad sobre una cama de quirófano.Y cuando salí de la clínica de Morgentalor supe que nunca más la visión de tu mundo sería la mía.
Y en agosto, recuerdo, oyendo las grandes tempestades de aquel verano tan triste, empecé mi propia educación a la vez que empezaba el duelo de una vida que yo había rechazado. Sí, madre, aquella cría que hubiese podido ser fue sacrificada para que yo pudiese amarme, finalmente.
Hoy te pido perdón por mi silencio que me ayudó a cambiar de camino, por mi rechazo y por haberte juzgado en todo mi itinerario de mujer adulta. Por haber creído que eras responsable de mis faltas y mis tropezones. Por haberte tenido responsable de mis decisiones drásticas y dolorosas.
Por no haberte nunca pedido perdón.
Tú, tú eras simplemente una madre, simple, buena, inconsciente. Hiciste lo que pudiste, lo que supiste. Nada más aunque yo quisiese más. Aunque yo pidiese a gritos lo que tú no me podías ofrecer...
Ah, esta noche es pesada y amarga. Contiene espacios de incomunicación, de penas, de palabras calladas por el miedo y el temor.
Madre, ¿me perdonas?
No... No respondas. No pido nada, no quiero nada. Tenemos tiempo, tú en la eternidad y yo en este camino interior.
Escuchando: Musique de film, Les Choses de la Vie de Philippe Sarde
10 comentarios
white -
Un abrazo.
hechi -
Cariños...
Lydia -
muralla -
Que te perdones por juzgarla, por no entender que ella vivió y pagó por su vida y tú lo harás por la tuya. El día que entiendas plenamente que la culpa de tu manera de vivir es sólo tuya y de nadie más, que esa manera de ver y vivir la vida puedes cambiarla ya, en el momento en que te lo propongas, y que nunca es demasiado tarde para hacerlo, en ese momento te darás cuenta que os habéis perdonado y os queréis infinitamente, y sólo recordarás sus valores, porque sus defectos los perdonarás y olvidarás junto con los tuyos, esos que tanto te molestan...
Un fuerte abrazo y muchos besos. Muralla.
rosa -
Donde pongo que no (existe la madre perfecta), no es una interrogación, es una afirmación, yo habia puesto comillas, pero seguramente algún problema de conversión ha sacado las interrogaciones.
Un beso muy fuerte.
Noctámbulo -
Y ya no lloren tanto por esto que luego se contagia... snif...
Besos.
Lydia -
muchisimas gracias por tus palabras, yo he llorado leyendolas!
Al escribir este texto despues me sentí un poco culpable. Tuve la impresión de haber tocado un tema tabú, y creo que en parte lo es. Las madres, los padres, es un sujeto delicado porqué lleno de emociones y tambien de frustaciones. Siempre culpamos a los padres de todos nuestros males y en parte tienen mucha responsabilidad en como vemos la vida y de ahí en como la vivimos. Sin embargo cada uno hace lo que puede y hay que perdonar. Y perdonar no es facil.
Pero en ello estamos y es un trabajo ardúo, dificil, que requiere mucha compasión. Los budistas tienen mucho que enseñarnos en esto de la compasión, camino de la liberación y de la paz. Hay que ser compasivo ante y sobre todo con uno mismo, muy dificil, ¿no? pero esencial para seguir creciendo.
Muchas gracias, de nuevo y un beso muy fuerte,
Rosa -
Mi madre como la tuya como todas, sufrió tambien de mi imcomprensión, todas nos hemos enfadado con ellas.Pero ellas son como son quieren lo mejor para sus hijas, aunque se equivoquen ¿No existe la madre perfecta?. Tu escrito ha sido un acto sublime de sinceridad y sentimiento. Espero que te sientas mejor.
Fuertes abrazos amiga.
Rosa
llydia -
Un beso fuerte para tí,
Ardi -
Firmado: Teseo :-p