Ah, los hombres
El pastel de Luisa, de soya y con dátiles, está delicioso. Lo tomamos sentadas en el comedor en compañía de Laika y de Salem.
- ¿Así que no recuerdas a tus primeros amores?
Le sonrío a mi amiga. Siempre, hablar de hombres, le hace subir la tensión. Lo percivo en su voz que de repente a tomado un aire nocturno y oscuro.
- ¿Te molesta que sea así?
Luisa ríe, acariciando las orejas de Salem que ha saltado sobre sus rodillas. Su risa... es algo tristona. Yo no quiero que mi amiga esté triste. No quiero que mis palabras le recuerden amores desgraciados. O más, que simplemente le recuerden hombres pasados. Pero Luisa tiene memoria, como todas nosotras, ¿no? Esto pienso mientras saboreo otro trozo de pastel.
- Los hombres son enseñanzas, creo, digo. Una vez aprendidas, o almenos una vez descubiertas, hay que pasar a la practica y olvidarse del profesor.
Es tarde porque Luisa ha venido después de una reunión de trabajo. He puesto a Sade, he encendido una vela que desprende el delicioso aroma de Lavanda, mi planta preferida entre todas. Laika esta sentada al lado mío y parece una estatua egipcia con sus ojos cerrados y sus orejas levantadas, en atención. Prefiere escucharnos que comer el pastel. Sí, es tarde y ya no se oye ningún ruido exterior. La ciudad, alrededor, duerme.
Los hombres... siempre los hombres. Vivimos con ellos, vivimos por ellos, vivimos a través de ellos. No somos nadie, creemos, sin los hombres. Hasta que un día nos damos cuenta que es al revés, que ellos sin nosotras no pueden ser nadie ni nada. Pero cuanto tiempo y cuantas historias antes de darse cuenta de ello. Y cuando tomamos conciencia de esto que es tan evidente, tan claro, se nos atraganta el aire en la garganta. Ah.
Uy, hubiese dicho mi abuelita. Cuidado con los hombres, cuando se habla de los hombres. Cuando se piensa en los hombres. Cuidado, nena.
Vale, vale...
Hace mucho que no hablo de los hombres. Solo con Luisa, pero sino, no. Hablo con los hombres, esto si. Me gusta entrar en sus mentes, tan... ¿cómo diría? tan así. Es cierto que no hay ningún Ivan en mi vida, para hacerme soñar. Por cierto, ¿qué pasa con el ruso?
- Se ha ido a su tierra, a su querida estepa. Me ha abandonado. Que buen profesor he tenido, hija. No me ha servido de nada.
Laika ha abierto los ojos y fija a mi amiga. Calma, Laika... ¿no ves que las mujeres somos medio tontas?
Recuerdo: hubo un hombre que me clavó un puñal, en sentido figurado. Era inteligente, cultivado, universitario, había hecho una maestría sobre un gran revolucionario guineano, torturado en las tristes prisiones del dictador africano. Yo lo escuchaba, siempre, con mucha atención. Me gustaban, en aquella época, los hombres inteligentes, cultivados y universitarios. Pero este me clavó un puñal y del día a la mañana me encontré muy sola, y tuve que abortar y a partir de este instante mi vida cambió, decidí que nunca más me enamoraría de hombres así. Fue una gran revelación. Empezaron a aparecer, en mi camino, hombres-ángeles. Aprendí mucho. No solamente ángeles, pero hombres buenos, simples y buenos. Una gran enseñanza que me aportó el doctor especialista en héroes mártires de la Guinea de Sekou Touré. En silencio le doy las gracias.
- Era un buen tipo, sin embargo, el ruso. Me gustaba su locura de los grandes espacios, ha hecho bien en irse. Aquí estamos todos demasiado apretados, parecemos calamares en conserva.
- Si, pero me ha dejado y esto es difícil de aceptar.
Laika se ha levantado y con mucha suavidad se acerca a Luisa, quiere que esta le acaricie la frente. Salem ha saltado sobre el parquet y desde ahí, estirado como una pequeña pantera negra, nos mira de reojo. Es difícil, si, aprender. Primero perdonar y luego aceptar que no somos perfectas. Luisa, para el ruso, no puede igualar la tundra, con sus misterios y sus voces subterráneas. Ivan no puede transformarse en un príncipe. Así es la vida.
Y sin embargo en esta misma imperfección de los hombres, que es la nuestra tambien, yo veo como unas luces extraordinarias, como mapas a recorrer. Me gustan los hombres porqué son como las mujeres, incompletos, frágiles, buenos y malos a la vez, infinitamente misteriosos, complicados, duales, profundos. Me gustan porqué gracias a ellos he crecido, he perdonado, he aprendido y enseñado. Ah, hombres de mi vida, cruces y alas, caminos sin salida, rutas de locura, pájaros en mi mente sois, suaves recuerdos y crueles pesadillas. Pero base de mi crecimiento personal. Yo no puedo ser una mujer sin un hombre. Sin los hombres.
Claro, claro, hubiese dicho mi abuela. Así, así. Y nada más.
Laika ha apoyado su cabeza negra, fina y delicada, una perfecta cabeza de pastora belga sobre las manos de mi amiga Luisa. Luisa no puede sentirse triste con tanta presencia y tanto cariño.
- Pero bueno, dice ella, aquí estoy. ¿Te ha gustado mi pastel de soya?
- Si, pero a Laika no le ha gustado nada.
Luisa ríe y siento que esta vez no hay tanta pena en su garganta.
Prometido, asegura mi amiga, que la próxima vez hará un pastel de queso sólo para Laika. Y Laika, entendiendo, le lame la nariz.
- ¿Así que no recuerdas a tus primeros amores?
Le sonrío a mi amiga. Siempre, hablar de hombres, le hace subir la tensión. Lo percivo en su voz que de repente a tomado un aire nocturno y oscuro.
- ¿Te molesta que sea así?
Luisa ríe, acariciando las orejas de Salem que ha saltado sobre sus rodillas. Su risa... es algo tristona. Yo no quiero que mi amiga esté triste. No quiero que mis palabras le recuerden amores desgraciados. O más, que simplemente le recuerden hombres pasados. Pero Luisa tiene memoria, como todas nosotras, ¿no? Esto pienso mientras saboreo otro trozo de pastel.
- Los hombres son enseñanzas, creo, digo. Una vez aprendidas, o almenos una vez descubiertas, hay que pasar a la practica y olvidarse del profesor.
Es tarde porque Luisa ha venido después de una reunión de trabajo. He puesto a Sade, he encendido una vela que desprende el delicioso aroma de Lavanda, mi planta preferida entre todas. Laika esta sentada al lado mío y parece una estatua egipcia con sus ojos cerrados y sus orejas levantadas, en atención. Prefiere escucharnos que comer el pastel. Sí, es tarde y ya no se oye ningún ruido exterior. La ciudad, alrededor, duerme.
Los hombres... siempre los hombres. Vivimos con ellos, vivimos por ellos, vivimos a través de ellos. No somos nadie, creemos, sin los hombres. Hasta que un día nos damos cuenta que es al revés, que ellos sin nosotras no pueden ser nadie ni nada. Pero cuanto tiempo y cuantas historias antes de darse cuenta de ello. Y cuando tomamos conciencia de esto que es tan evidente, tan claro, se nos atraganta el aire en la garganta. Ah.
Uy, hubiese dicho mi abuelita. Cuidado con los hombres, cuando se habla de los hombres. Cuando se piensa en los hombres. Cuidado, nena.
Vale, vale...
Hace mucho que no hablo de los hombres. Solo con Luisa, pero sino, no. Hablo con los hombres, esto si. Me gusta entrar en sus mentes, tan... ¿cómo diría? tan así. Es cierto que no hay ningún Ivan en mi vida, para hacerme soñar. Por cierto, ¿qué pasa con el ruso?
- Se ha ido a su tierra, a su querida estepa. Me ha abandonado. Que buen profesor he tenido, hija. No me ha servido de nada.
Laika ha abierto los ojos y fija a mi amiga. Calma, Laika... ¿no ves que las mujeres somos medio tontas?
Recuerdo: hubo un hombre que me clavó un puñal, en sentido figurado. Era inteligente, cultivado, universitario, había hecho una maestría sobre un gran revolucionario guineano, torturado en las tristes prisiones del dictador africano. Yo lo escuchaba, siempre, con mucha atención. Me gustaban, en aquella época, los hombres inteligentes, cultivados y universitarios. Pero este me clavó un puñal y del día a la mañana me encontré muy sola, y tuve que abortar y a partir de este instante mi vida cambió, decidí que nunca más me enamoraría de hombres así. Fue una gran revelación. Empezaron a aparecer, en mi camino, hombres-ángeles. Aprendí mucho. No solamente ángeles, pero hombres buenos, simples y buenos. Una gran enseñanza que me aportó el doctor especialista en héroes mártires de la Guinea de Sekou Touré. En silencio le doy las gracias.
- Era un buen tipo, sin embargo, el ruso. Me gustaba su locura de los grandes espacios, ha hecho bien en irse. Aquí estamos todos demasiado apretados, parecemos calamares en conserva.
- Si, pero me ha dejado y esto es difícil de aceptar.
Laika se ha levantado y con mucha suavidad se acerca a Luisa, quiere que esta le acaricie la frente. Salem ha saltado sobre el parquet y desde ahí, estirado como una pequeña pantera negra, nos mira de reojo. Es difícil, si, aprender. Primero perdonar y luego aceptar que no somos perfectas. Luisa, para el ruso, no puede igualar la tundra, con sus misterios y sus voces subterráneas. Ivan no puede transformarse en un príncipe. Así es la vida.
Y sin embargo en esta misma imperfección de los hombres, que es la nuestra tambien, yo veo como unas luces extraordinarias, como mapas a recorrer. Me gustan los hombres porqué son como las mujeres, incompletos, frágiles, buenos y malos a la vez, infinitamente misteriosos, complicados, duales, profundos. Me gustan porqué gracias a ellos he crecido, he perdonado, he aprendido y enseñado. Ah, hombres de mi vida, cruces y alas, caminos sin salida, rutas de locura, pájaros en mi mente sois, suaves recuerdos y crueles pesadillas. Pero base de mi crecimiento personal. Yo no puedo ser una mujer sin un hombre. Sin los hombres.
Claro, claro, hubiese dicho mi abuela. Así, así. Y nada más.
Laika ha apoyado su cabeza negra, fina y delicada, una perfecta cabeza de pastora belga sobre las manos de mi amiga Luisa. Luisa no puede sentirse triste con tanta presencia y tanto cariño.
- Pero bueno, dice ella, aquí estoy. ¿Te ha gustado mi pastel de soya?
- Si, pero a Laika no le ha gustado nada.
Luisa ríe y siento que esta vez no hay tanta pena en su garganta.
Prometido, asegura mi amiga, que la próxima vez hará un pastel de queso sólo para Laika. Y Laika, entendiendo, le lame la nariz.
16 comentarios
Buba -
Besos de buenas noches
El marinero loco -
Un saludo.
LeeTamargo -
TE SALUDO: LeeTamargo.-
Sefarad -
Me gustó tu final, gracias por no calificarnos de seres planos. No digo nada más porque es 'cosa de mujeres' :p ... jajaja
Petonets!!!
Ardi -
No sé cómo somos los hombres, y menos aún cómo sois las mujeres.
Reaccionamos de distinto modo a los mismos estímulos, y eso es bueno. Nos causa muchos problemas, pero si actuásemos igual no sentiríamos esa atracción mutua.
En algunas cosas somos más parecidos de lo que pensamos.
Nosotros vamos a una cita hechos un manojo de nervios, creyendo que la chica nos va a radiografiar con la mirada...
sin darnos cuenta de que la chica está hecha un manojo de nervios, pensando que la queremos diseccionar con los ojos.
No sé. Yo entiendo poco de mujeres, nada de parejas (parezco un sacerdote) y no gran cosa de la vida. Pero qué alegría que existáis, las mujeres.
:-)
Noctámbulo -
Y ahí le paro antes de que los hombres me acusen de venir de otro planeta...
Besos... muchos.
Noctámbulo -
Noctámbulo -
En lo particular no me gusta tener conversaciones con hombres similares a la que describes. Es muy difícil llegar a un clima de intimidad como ese sin que piensen que algo te falla en la caja de velocidades. Me refiero a que los hombres normalmente no muestran sus debilidades entre sí y las ocultan con una actitud de fortaleza fingida y actuar de una manera distinta inmediatamente levanta sospechas y corta la comunicación. La única excepción a lo anterior se presenta cuando los cerebros masculinos están embotados con alcohol, pero ese es un estado que no acostumbro.
Por lo anterior, tendré que darte mi opinión particular, no discutida y probablemente no compartida acerca de como son los hombres. Digamos que es la versión no oficial.
llydia -
Al contrario... Nos encantaria saber lo que los hombres piensan ... de los hombres!
Un beso,
Noctámbulo -
llydia -
pues ya ves que paz puede existir entre dos amigas y dos bestias. Salem, un gato muy travieso negro y valiente, y Laika la pastora belga más bonita de Barcelona, esto creo. La soya es la soja pero yo lo escribo a la americana no por hacerme la interesante pero porqué siempre para mí ha sido soya y no soja. Si conoces la soja ya sabes lo buena que es para la salud, sobre todo para las mujeres.
Un beso,
llydia -
Un abrazo fuerte,
llydia -
tienes razón, los hombres y las mujeres somos diferentes, a veces creo que venimos de dos planetas distintos. Y sin embargo aqui estamos, para unirnos. Unas veces es extraordinario, otras veces es fatal, asi es la vida con los hombres.
Un beso fuerte y gracias por tu visita!
rosa -
Feliz día.
Un beso
Corazón... -
¿Sabes? Creo que los hombres son muy importantes en nuestra vida y en conversaciones entre mujeres/amigas nunca falta ese tema :)
Pero pienso que a ellos les sucede lo mismo...
Somos dos piezas distintas, pero que al unirlas pueden complementarse muy bien :)
A propósito que tengas un feliz día de San Valentín. Un beso!
;o)
muralla -
Me ha gustado vuestra conversación. Esa valoración de los hombres que pasaron por vuestra vida.
Somos diferentes, ni mejores ni peores, simplemente diferentes. Sensibilidades distintas, maneras de ver la vida diferente y eso marca una distancia, que aleja o acerca, depende de los seres y del momento.
Y a pesar de eso estamos condenados a amarnos, a sufrir por ese amor, y a buscarnos, entendernos y complementarnos.
Misterioso y real.
Besos. Muralla.