Un lugar en mi corazón llamado Polo Norte
Ha llovido toda la tarde, unas gotas finas y ligeras y desde el comedor oímos su resbalar sobre el gran ventanal. Ya es de noche.
Después del pastel de queso es bueno descansar con unas copitas de dulce alcohol. Salem y Laika nos hacen compañía, estirados sobre el suelo enfrente de nosotras.
Digo:
- Este Marie Blizard está muy requetebueno.
- Me lo ha regalado Pierre, que acaba de llegar de la Moselle. Dice que está haciendo mucho frío por allá. Brrrr, con lo bien que estamos aquí...
Yo, estos días, me añoro del frío. He vivido treinta años en un país dónde en invierno las temperaturas podían bajar a menos 40 y, curiosamente, me gustaría estar en pleno invierno, en medio de una buena tempestad de nieve. Me añoro, sobre todo, de temperaturas extremas. Del sentir del frío, palpable como el metal, como la plata o el oro. Y su color... blanco intransigente, y plateado mojado. ¿Cómo no recordar el tacto, duro y suave? Del hielo, que pintaba el paisaje de cristal y era como entrar en un cuento de hadas. De la nieve, que parecía azúcar cristalino. Y el sonido que hacían las botas sobre el suelo, crac, crac. Y todo esto, ahora, es una gran ausencia en mi vida, una ausencia que nunca hubiese pensado recordar.
- Dame otra copa de este Blizard.
- Cuidado, que este anís es duro aunque sea muy dulce.
He hablado mucho del Polo Norte, y tambien he soñado con el Polo Sur. A tal punto que mi compañero me ha significado que vaya a ver al psicólogo. Yo, francamente, siempre me quedo nostálgica cuando hablo o pienso en ello. La dureza de estas tierras me atrae, no le puedo hacer nada. Es como si estuviese poseída por el viento del Norte.
- Me pregunto como debió sentirse Roald Amundsen, al pisar el primero y por primera vez aquel inmenso trozo del planeta. Fue un 14 de diciembre de 1911. En el Sur. Y en el Norte, en 1909, Robert E. Peary.
- No pienses más en ello, dice Luisa. Estamos aquí y aquí no hace frío y se está tan bien...
Pienso en ellos, es más fuerte que mi voluntad. Los grandes exploradores, sus acompañantes, todos ellos que osaron largarse, dejarlo todo... Quizas es de esto que me añoro, en el fondo. Irme, irme lejos de todo, todo...
Estos héroes locos me hablan. De lo valientes que eran, cosa que admiro. De sus penas y sus dificultades en aquellos viajes interminables. Del hambre, de la sed, del frío, del cambio. La dureza del ambiente debió tambien, en algún lugar, endurecerles por dentro.
Iban acompañados con perros y gatos, sabían de vientos y cielos. Entraron en contacto con los nativos de aquellas tierras, intercambiaron, dieron, recibieron. Cuanto, cuanto.
¿Y cuando vieron por primera vez las ballenas, los osos, los remos? Los lobos marinos, las focas, toda esta fauna que hoy está en peligro de extinción, toda esta fauna rica y viva, y ellos ahí, como sobre otro planeta, lo que era. ¿Qué pasó por sus mentes? ¿Cómo se sintieron? No eran cazadores, estaban ahí para investigar, investigarse, aportar información, para ofrecernos el Norte, la punta de la tierra, o el Sur, mostrarnos dónde yacía la antena de la tierra, su cabeza, su corazón de agua helada, sus vísceras de hielo.
El Norte me está llamando. O quizas lo que oigo es su llanto. Por esto sueño con él, por esto me añoro de aquellos años cuando su soplo llegaba hasta la puerta de mi casa embriagándome de los pies a la cabeza.
Un compañero de trabajo me ha dicho
- ¿Existe aún el Polo Norte?
Y cuanta razón tiene esta pregunta, cuanta verdad hay en ella. Pronto, por el calentamiento de la tierra, ya no habrá más ni Polo Norte ni Polo Sur.
- Y por esto, Luisa, hay que vigilar al Polo Norte, por esto. Cuando cese de existir, ya no habrá más vida sobre la tierra.
El Polo Norte es un barómetro, una especie de pulso de la tierra. Yo lo siento aquí, en el fondo de mi pobre pequeño corazón. No le puedo hacer nada. Es un latir incesante. Es una canción de frío y de pasión, llena de vida y de una luz extraña y salvaje.
Después del pastel de queso es bueno descansar con unas copitas de dulce alcohol. Salem y Laika nos hacen compañía, estirados sobre el suelo enfrente de nosotras.
Digo:
- Este Marie Blizard está muy requetebueno.
- Me lo ha regalado Pierre, que acaba de llegar de la Moselle. Dice que está haciendo mucho frío por allá. Brrrr, con lo bien que estamos aquí...
Yo, estos días, me añoro del frío. He vivido treinta años en un país dónde en invierno las temperaturas podían bajar a menos 40 y, curiosamente, me gustaría estar en pleno invierno, en medio de una buena tempestad de nieve. Me añoro, sobre todo, de temperaturas extremas. Del sentir del frío, palpable como el metal, como la plata o el oro. Y su color... blanco intransigente, y plateado mojado. ¿Cómo no recordar el tacto, duro y suave? Del hielo, que pintaba el paisaje de cristal y era como entrar en un cuento de hadas. De la nieve, que parecía azúcar cristalino. Y el sonido que hacían las botas sobre el suelo, crac, crac. Y todo esto, ahora, es una gran ausencia en mi vida, una ausencia que nunca hubiese pensado recordar.
- Dame otra copa de este Blizard.
- Cuidado, que este anís es duro aunque sea muy dulce.
He hablado mucho del Polo Norte, y tambien he soñado con el Polo Sur. A tal punto que mi compañero me ha significado que vaya a ver al psicólogo. Yo, francamente, siempre me quedo nostálgica cuando hablo o pienso en ello. La dureza de estas tierras me atrae, no le puedo hacer nada. Es como si estuviese poseída por el viento del Norte.
- Me pregunto como debió sentirse Roald Amundsen, al pisar el primero y por primera vez aquel inmenso trozo del planeta. Fue un 14 de diciembre de 1911. En el Sur. Y en el Norte, en 1909, Robert E. Peary.
- No pienses más en ello, dice Luisa. Estamos aquí y aquí no hace frío y se está tan bien...
Pienso en ellos, es más fuerte que mi voluntad. Los grandes exploradores, sus acompañantes, todos ellos que osaron largarse, dejarlo todo... Quizas es de esto que me añoro, en el fondo. Irme, irme lejos de todo, todo...
Estos héroes locos me hablan. De lo valientes que eran, cosa que admiro. De sus penas y sus dificultades en aquellos viajes interminables. Del hambre, de la sed, del frío, del cambio. La dureza del ambiente debió tambien, en algún lugar, endurecerles por dentro.
Iban acompañados con perros y gatos, sabían de vientos y cielos. Entraron en contacto con los nativos de aquellas tierras, intercambiaron, dieron, recibieron. Cuanto, cuanto.
¿Y cuando vieron por primera vez las ballenas, los osos, los remos? Los lobos marinos, las focas, toda esta fauna que hoy está en peligro de extinción, toda esta fauna rica y viva, y ellos ahí, como sobre otro planeta, lo que era. ¿Qué pasó por sus mentes? ¿Cómo se sintieron? No eran cazadores, estaban ahí para investigar, investigarse, aportar información, para ofrecernos el Norte, la punta de la tierra, o el Sur, mostrarnos dónde yacía la antena de la tierra, su cabeza, su corazón de agua helada, sus vísceras de hielo.
El Norte me está llamando. O quizas lo que oigo es su llanto. Por esto sueño con él, por esto me añoro de aquellos años cuando su soplo llegaba hasta la puerta de mi casa embriagándome de los pies a la cabeza.
Un compañero de trabajo me ha dicho
- ¿Existe aún el Polo Norte?
Y cuanta razón tiene esta pregunta, cuanta verdad hay en ella. Pronto, por el calentamiento de la tierra, ya no habrá más ni Polo Norte ni Polo Sur.
- Y por esto, Luisa, hay que vigilar al Polo Norte, por esto. Cuando cese de existir, ya no habrá más vida sobre la tierra.
El Polo Norte es un barómetro, una especie de pulso de la tierra. Yo lo siento aquí, en el fondo de mi pobre pequeño corazón. No le puedo hacer nada. Es un latir incesante. Es una canción de frío y de pasión, llena de vida y de una luz extraña y salvaje.
12 comentarios
llydia -
Un abrazo,
Ardi -
Me has dado una gran alegría con tus comentarios, Llydia. Te debo un beso, o dos, o...
:-)
Muacs
¿Nos vemos en el Polo? (pero en verano, ¿eh?, que ahora mismo, si es el Norte, como que no, quizás la Antártida...?
llydia -
Yo creo que el Polo Norte es un cambio en mi vida, interior ante todo. Tengo que indagar más sobre ello al igual que un explorador y ver adónde me lleva el Norte.
Un beso fuertisimo,
llydia -
Un abrazo,
hechi -
una vez más tienes el don de llenar de paz a tus lectures.
Cariños
Corazón... -
Quiera Dios que ese día del que escribes tarde mucho en llegar :) Mientras tanto me gusta disfrutar del frío me gusta más que el calor. Y acompañado con una taza de café o un buen tequila no se diga más ;)
Un gusto saludarte y saborear tus lecturas. Un beso y abrazo!
;o)
llydia -
Pero yo sigo soñando con mi Polo Norte. Esto nadie me lo quita.
Un abrazo,
blind -
llydia -
Un beso fuerte amigo,
Noctámbulo -
Un abrazo muy fuerte y millones de besos Llydia.
llydia -
Por lo de los gatos: tengo aquí un libro muy bonito sobre una expedición canadiense que se hizo en 1913 en el Polo Norte con un barco llamado Karluk. Y en una de estas fotos HAY UN GATO, negro y blanco, y este se llamaba Nigeraurak y era la mascota del equipo y era muy bonito. Y en la trágica expedición de Scott, en el Antarctico, habia un ponny llamado Nobby. ¿A que te sorprendo?
Un beso de una de tus admiradoras,
Ardi -
Por cierto, espero que no te moleste que yo te haya declarado amante de John LeCarré. Amante en sentido figurado, claro. No creo que hayáis tenido una aventura de cama. ¿O sí? :-p