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meditandoconlaika

Tomando un café con leche

Tomando un café con leche El eco espiritual de la caricia - un temblor que responde desde la médula más intima de la vida.
Ernst Jünger Radiaciones, Diarios de la Segunda Guerra Mundial

Laika, el otro día...

El se había sentado a mi lado. Era un hombre mayor, de unos 70 años. Los hombres de 70 años tambien pueden ser guapos y atractivos. Olía a una colonia que me recordaba, vete a saber porqué, mi infancia. Y este hombre vestido de azul empezó a hablarme de su mujer que se estaba muriendo de un tumor de cerebro, en el hospital situado justo enfrente de la granja en donde estabamos desayunando aquella mañana.

El día, del otro lado del ventanal, seguía amarillo, soleado. Los ojos del hombre brillaban mucho, como bañados con agua de mar.

Yo, Laika, escuchaba. Y miraba, desde mi profundo corazón, la muerte de una mujer que aquel hombre amaba. Y sin embargo el café estaba delicioso, caliente y espeso. Todo, a mi alrededor, brillaba de un candor extraño, misterioso, el verde de las paredes de la granja, el delantal blanco de los camareros, el pelo de los otros clientes que nos rodeaban. La voz del hombre tenía una tonalidad suave y calmante.

Juntos nos levantamos y salimos a la calle, una calle llena de actividad matinal con su trafico incesante y sus pasantes nerviosos. Yo tambien iba al hospital a recoger a mi madre. En el ascensor el hombre me pidió disculpas y yo le dije que nó, que lo que habíamos hecho era simplemente compartir. Me sonrió porqué era hora de separarnos y de no volvernos a ver nunca más. Enfrente del ascensor, en el piso tercero, yo le di dos besos, uno en cada mejilla y le apreté la mano con un cariño, con todo el cariño que había en mí, con un cariño azul y tierno, profundo como el agua, profundo como el alma.

Y entonces me separé de él, como una se aleja de un lugar triste y a la vez cálido. Y fui a buscar a mi madre. Pero dentro de mí, Laika, el cariño que yo había dado se había transformado en energía.

Por esto digo que a veces Laika, sin querer y tomando un café con leche, una se encuentra con la vida, simplemente.

9 comentarios

Noctámbulo -

Comparto tu idea de que nos unimos con los demás con el simple hecho de prestarles atención, y ese pequeño detalle, insignificante a primera vista, no lo es tanto para quién recibe nuestra atención. Y su agradecimiento regresa a nosotros alimentándonos con esa energía que tú mencionas. Creo que en ocasiones se enriquece más el que escucha que el que habla. Gracias mil por compartir este momento maravilloso. Un beso.

llydia -

Corazón,
Hola amiga. Tienes mucha razón, simplemente estar presente y solamente con el oido es suficiente para dar y recibir. Y, además, es tan reconfortante.

Un beso fuerte,
lydia

llydia -

Hola Sefarad,
Lo que sí sé es que aquel hombre me dió vida y energía. Y desde aquel día me siento más fuerte.

Todos somos vasos comunicantes, y todos estamos unidos. Creemos que estamos separados pero no es cierto... Un poco de atención es suficiente para unirnos a los otros.

Magda! Gracias por tu comentario y tu visita. Tú tambien, Sefarad y a tí Blakwings. Que paseis todos un buen fin de semana.

Besos immensos,

Blackwings -

Tienes una prosa esquisita...
Me encantan tus descripciones.
Firma:Blackwings

Corazón... -

Hola Ilidya ;)

cuando la vida no va, como quisieramos que fuera y, alguien nos escucha, no importa si nos comprende o no, pero sabe escuchar cuanta tranquilidad nos proporciona. Este hombre se sintio seguramente feliz de percibir tu cariño y atención...

Un abrazo fuerte, feliz día...

;o)

Magda -

De acuerdo totalmente con Joaquin, genial Ilidya.

Cómo cada quien lleva su vida a cuestas ¿verdad? Y a veces la talega es muy pesada... Y si alguien nos ayuda a cargarla aunque sea por unos instantes, nos ayuda a continuar...

Un abrazo para ti.

Sefarad -

Te doy las gracias por aliviar el dolor de ese hombre por unos momentos. Le dio vida para poder continuar.

Petonets!!!

llydia -

:)

Joaquín -

Genial.