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meditandoconlaika

Un día cualquiera y una mujer, leyendo

Un día cualquiera y una mujer, leyendo Laika: Salem y tú estais castigados. Tú por haber perseguido maliciosamente a Salem, y Salem por haber subido sobre la mesa y haberme tirado la taza de café sobre el teclado.

Así pues, he bajado al centro de mi ciudad a por un nuevo teclado. ¡Ah! Es un buen día de descanso, lejos de mi querido trabajo, de mis compañeras, de las habitaciones del hotel. Un día para mí, solamente.

Un día gris pero es igual, llevo el sol dentro de mi cuerpo. Lo primero que hago es pararme en la cálida cafetería cerca de la librería de segunda mano, dónde puedo encontrar libros en ingles a un precio casi ridículo. Un grupo de viejas mujeres toma café en un rincón, yo me siento en la barra y pido un cortado. Es una mañana como otras pero hoy nada corre prisa, o mejor dicho el tiempo corre despacio y suavemente. Abro mi John LeCarré. Es una buena novela y LeCarré siempre me pone de buen humor. Su ironía, su mirada del detalle, sus personajes humanos y su critica del mundo me apasionan. Leerlo es realmente uno de los grandes placeres de mi vida.

La acción de la novela pasa en Asia, en plena guerra de los Khmer Rouge. Justamente, he llegado en medio de una escena realmente interesante en la historia, una escena potente y fuerte: un periodista inglés (pero tambien espía), una joven fotógrafa y un comerciante británico están dentro de un Mercedes (del comerciante) en medio de un camino en plena batalla (pero lejos). El lugar: Phom Penh. Empieza a llover.

- Está lloviendo y no hay ningún crío, esto no es normal, dice la joven fotógrafa.

En Phom Penh si llueve y no hay crios jugando bajo la lluvia es signo de peligro. De gran peligro. Dentro del Mercedes hay un momento de silencio, una especie de limbo mental. El chofer, un nativo que habla francés, ha parado el automóvil.

- Jesús Christ, dice el comerciante. Holy God.

Los ingleses son muy finos. Si el comerciante fuese americano diría simplemente:

- ¡Holy Shit! ¿What a fuck is that?

- El cortado, guapisima.

Levanto la cabeza. Algo en el tono del hombre, como una amargura camuflada detrás de su tono. Es un hombre moreno, interesante y alto y sin embargo su cara está muy triste. Miro de reojo a su compañera, preparando bocadillos a la otra punta de la barra. Y siento la tensión entre ellos como si fuese mía. Ya se han vuelto a pelear.

- Lentamente, dice el periodista.

Y es que del otro lado de la lluvia, del otro lado de la vida y de la frágil protección del Mercedes un camión gris ha cerrado el paso y detrás del Mercedes, del otro lado del camino, otro camión tambien ha hecho lo mismo.

Ay.

- Enseñar las manos, aconseja el comerciante. Que vean nuestras manos... Que las vean sin armas, sin nada, mostrar las manos...

- ¡Paquito! ¡¡¡Me oyes!!!

Una de las ancianas del rincón está hablando con su teléfono mobil.

- ¡Soy Carla, Carla tu tía! ¿¿¿Que no me oyes???

Y, dirijiendose a una de sus compañeras:

- El pobre está sordo, y mira que no tiene ni cincuenta. Que desgracia...

Y es que no se trata de camiones cualquiera. Estamos hablando de camiones ocupados por soldados Khmer Rouge. Y estos están afuera, depié, armados y esperando bajo la lluvia...

- ¡Que si quieres comprar la lotería hijo! ¡La lotería de Navidad!

Maldita tía, pienso.

Corre la voz por toda Asia que es mejor suicidarse antes que caer bajo las manos de los Khmer Rouge. Compañeros del periodista llevan consigo veneno o un pequeño revolver por si las moscas y dispuestos a utilizarlos en caso de que los Khmer Rouge los tomen como prisioneros. El folklore es muy fuerte, en estas regiones.Pero más que folklore se trata de una realidad. Si te cogen, la primera noche es la única noche que tienes para poder escaparte. De lo contrario, estás perdido. Los Khmer Rouge no solamente te quitaran los zapatos pero tambien tu salud y harán de ti lo que ni Dios puede imaginar en sus peores pesadillas.

- ¡Que no hijo, que no! Que no estoy hablando de bollería pero de la lotería. ¡Joder!

El Mercedes avanza lentamente hacia su destino. Y llueve, llueve sin parar y hay tensión en el auto. Una cosa es segura: si logran pasar el baraje, vale. Pero de lo contrario entrarán de pleno en el magnifico infierno de Pol Pot.

- ¿Que no ves que a este maldito bocadillo le falta el queso?

Ha hablado fuerte, el morenazo. Levanto la cabeza, de nuevo. Que pena que un hombre tan así haga pareja con una mujer tan asá. Cosas de la vida...

Todos sabemos lo que hicieron los Khmer Rouge, para esto no hace falta mucho conocimiento en Historia. Mataron sin piedad, torturaron, aniquilaron, fueron responsables de un genocidio, otro. Enfin, la triste vida...

El Mercedes va avanzando con mucha lentitud. ¿Pasará por el hueco entre el borde del camino y el camión? ¿Y si no pasa, si no hay espacio, si, por cosas así, del destino, los Khmer Rouge deciden parar el automóvil, vaciarlo de sus ocupantes?

- Lentamente, muy muy lentamente, vuelve a decir el periodista.

¿Cuántos fueron? Dos millones, o algo así, los que murieron bajo el yugo de estos hombres demoniacos, dementes, locos.

El Merce...

- ¡Cinco euros, hijo, solo cinco euros!

Cierro el libro de un golpe fuerte. Basta. La vieja chillona me mira con sorpresa. Yo, simplemente, me pongo a reír. El guapetón me guiña un ojo. Pago el cortado y salgo de la cafetería. Que bonito día, pienso.

9 comentarios

llydia -

Hola Moonsa,
gracias por tu visita.

Piensa que siempre es interesante escuchar lo que dice la gente, aunque sea chillando. Es una manera de indagar sobre el comportamiento humano y de entrar, sin permiso, en la vida de la gente, en su intimidad. Simplemente estar presente es callarse y escuchar. A mi me gusta.

Lo que pasa es que a veces uno está en una historia muy complicada (como la que estoy leyendo) y de repente todo se abre, la historia se amplia, ya no sabes si la viejita chillona es un Khmer Rouge disfrazado o si el espia es el camarero que me hace un guiño (como lo divinó nuesto amigo Ardi). Uf!

Un abrazo fuerte,

llydia -

Eduardo, contenta que te haya gustado mi pequeña historia. Todo lo que cuento es verdadero, menos lo del guiño del camarero. Es una pena, porque no está nada mal, pero bueno, que le haremos...

Contenta de tu visita por aqui. Un beso muy fuerte.

llydia -

Je je je, Ardi, eso de Laika mordiendo no me lo esperaba. Muy bueno.

A ver si un dia escribes algo sobre espias, Ardi. Estoy segura que tienes muchas ideas en la cabeza. Un día, alomejor, en uno de tus posts? :)

Un beso fuerte,

Ardi -

y 4) Llydia está boquiabierta. No sabe si está leyendo todavía el libro de los khmers rojos o el mocetón es de carne y hueso. Ante la duda, hace lo único prudente. Exclama: "Laika, múerdelo".

Ardi -

3) "¿le importaría ceñirse a lo previsto? Usted abre el libro de Lecarré y pide un cortado, yo guiño el ojo, la vieja grita, y usted cierra el libro de un golpe. Yo le digo la primera parte de la contraseña: está viniendo lluvioso el otoño, y usted responde; en el otoño suele llover, ¿estamos? Bueno, salga por la puerta de atrás, hay una furgoneta gris sucio con las llaves puestas y un plano, conduza hasta la embajada británica y pregúntele al portero por dónde se va a Pequeño Pimlico. Recoja el mensaje que le envían desde Londres y continúe...."

Ardi -

2) El mocetón se para en un árbol y la espía por la cristalera. Comprueba que le han servido un té y que ella vuelve a abrir el libro de espías. Entra, se le acerca, guiña de nuevo un ojo y dice: "Está viniendo lluvioso el otoño". Ella ríe: "bueno, eso es normal en otoño, ¿no?". Desconcertado, el mozo se sienta, hace visera con la mano para ganar intimidad y la riñe.

Ardi -

1) Llydia salió, todavía riendo, todavía enojada, todavía feliz, esas contradicciones que tiene la vida. El mocetón guapo se acerca a la vieja chillona y le susurra algo al oído. "shh, avisa al cónsul británico". Deja allí la servilleta que llevaba anudada a la cintura, se peina a toda prisa y sale a buen paso. Sigue a Llydia a prudente distancia, sin que ella le vea. Cruzan dos calles. Llydia entra en otra cafetería, a ver si allí se puede tomar un té en paz.

Moonsa -

Me encantó el post. Yo también hubiera hecho callar a la señora. Me fastidia que el hecho de llevar móvil haga pensar a algunos que pueden vocear sus vidas en lugares públicos (ya se que el sobrino era sordo, pero que le llame desde un lugar más privado). Por cierto yo hablo muy fuerte siempre, y cuando me llaman en un lugar público me las veo y me las deseo para no engrosar las filas de los gritones :))

Noctámbulo -

Haces de un día cualquiera un evento digno de ser considerado, gracias a tus palabras. Por cierto, he estado a punto de callar a la señora yo mismo, jaja. Excelente narración Llydia, gracias por compartirla. Un fuerte abrazo y un beso.