Mi amigo el otoño
Ya he sentido el otoño, Laika, en la suave brisa de esta mañana. Ah, otoño, mi otoño querido... mi amado otoño que cada año llega con sus olores y sus bellos colores. Otoño, como todos los que he vivido con gran pasión.
Años antes de que nacieras, mi querida Laika, muchos años antes de que fueras una estela en el firmamento, yo he vivido otoños en otro país, otoños rojos y ocres, otoños que me aturdían la mente y mi corazón latía suave, suave... Si, Laika, el otoño es mi estación preferida. Es la época del año que más me gusta, y mi alma, la oigo, suspira de placer.
Ahí, en aquel país tan grande y tan frío donde estuve viviendo tantos años, el otoño era corto pero intenso. Llegaba con un olor, el olor fuerte del viento del Norte, y este viento que tenia mucha personalidad y fuerza me acariciaba la cabeza, el pelo, la mente, las mejillas. Sobre mi bicicleta Gertrude yo bailaba con él. Era como hacer el amor con un soplo de energía. Aaaaah, el otoño. Que sople el otoño sobre mi cuerpo y mi espíritu, que sople y me golpee con toda su fuerza y su intensidad. Que llegue, que llegue...
Y que maravilloso espectáculo de luces y tonos nos ofrece el otoño. Los arboles parecen, de pronto, llamas y la tierra una piel de viejo toro. Todo arde como desde dentro, como si sangre brotase con arte desde el fondo de la tierra. Rojo, rojo y amarillo y verde y ocre salmón y marrón y carmín... manantial de luz y de materia viva.
Yo iba y venia en medio de los otoños del gran Canadá que eran cortos y que lentamente, con sabiduría, nos preparaban al duro invierno blanco. Recuerdo el ultimo otoño que pasó como una constelación, dejándome en un baño de alegría. Era mi ultimo otoño en Quebec y yo lo sabia y hasta el otoño, mi gran amigo, tambien lo sabia. A cada esquina de mi pueblo amado el otoño me esperaba sonriendo, aquí un árbol que de repente me saludaba con sus ramas espesas, bailarinas y coloreadas de múltiples tonos bermejos, allá pájaros y aves volando felices en medio del viento y yo, en compañía de Firgoff mi perro canadiense, lo veía todo como por primera vez, y mi corazón no paraba de sorprenderse. De repente aparecían trozos de campo que súbitamente se habían vestido de rojo violeta y turquesa, y era como entrar en una fiesta luminosa. Hasta las calles de Montreal parecían más límpidas y limpias. Y la gente ya se vestía con tejidos más tiernos y cálidos.
Aquel ultimo otoño amado me permitió centrarme en mi misma. A ratos, sin saber porqué, me miraba en el espejo. Mis ojos brillaban de todo el paisaje exterior que me saludaba por ultima vez. Por la noche con Firgoff me despedía de los arboles de mi barrio querido, dónde fui tan feliz gracias en parte a ellos. Cuantos abracé con ternura y con una tristeza muy otoñal, muy sabia y viva. Gracias, gracias les decia bajo un cielo que siempre estaba habitado por muchas estrellas. Y el otoño, yo lo sé, sonreía.
Que llegue el otoño y yo estaré aquí, con Laika, esperando. Que llegué ya, mi amado amigo el otoño.
Años antes de que nacieras, mi querida Laika, muchos años antes de que fueras una estela en el firmamento, yo he vivido otoños en otro país, otoños rojos y ocres, otoños que me aturdían la mente y mi corazón latía suave, suave... Si, Laika, el otoño es mi estación preferida. Es la época del año que más me gusta, y mi alma, la oigo, suspira de placer.
Ahí, en aquel país tan grande y tan frío donde estuve viviendo tantos años, el otoño era corto pero intenso. Llegaba con un olor, el olor fuerte del viento del Norte, y este viento que tenia mucha personalidad y fuerza me acariciaba la cabeza, el pelo, la mente, las mejillas. Sobre mi bicicleta Gertrude yo bailaba con él. Era como hacer el amor con un soplo de energía. Aaaaah, el otoño. Que sople el otoño sobre mi cuerpo y mi espíritu, que sople y me golpee con toda su fuerza y su intensidad. Que llegue, que llegue...
Y que maravilloso espectáculo de luces y tonos nos ofrece el otoño. Los arboles parecen, de pronto, llamas y la tierra una piel de viejo toro. Todo arde como desde dentro, como si sangre brotase con arte desde el fondo de la tierra. Rojo, rojo y amarillo y verde y ocre salmón y marrón y carmín... manantial de luz y de materia viva.
Yo iba y venia en medio de los otoños del gran Canadá que eran cortos y que lentamente, con sabiduría, nos preparaban al duro invierno blanco. Recuerdo el ultimo otoño que pasó como una constelación, dejándome en un baño de alegría. Era mi ultimo otoño en Quebec y yo lo sabia y hasta el otoño, mi gran amigo, tambien lo sabia. A cada esquina de mi pueblo amado el otoño me esperaba sonriendo, aquí un árbol que de repente me saludaba con sus ramas espesas, bailarinas y coloreadas de múltiples tonos bermejos, allá pájaros y aves volando felices en medio del viento y yo, en compañía de Firgoff mi perro canadiense, lo veía todo como por primera vez, y mi corazón no paraba de sorprenderse. De repente aparecían trozos de campo que súbitamente se habían vestido de rojo violeta y turquesa, y era como entrar en una fiesta luminosa. Hasta las calles de Montreal parecían más límpidas y limpias. Y la gente ya se vestía con tejidos más tiernos y cálidos.
Aquel ultimo otoño amado me permitió centrarme en mi misma. A ratos, sin saber porqué, me miraba en el espejo. Mis ojos brillaban de todo el paisaje exterior que me saludaba por ultima vez. Por la noche con Firgoff me despedía de los arboles de mi barrio querido, dónde fui tan feliz gracias en parte a ellos. Cuantos abracé con ternura y con una tristeza muy otoñal, muy sabia y viva. Gracias, gracias les decia bajo un cielo que siempre estaba habitado por muchas estrellas. Y el otoño, yo lo sé, sonreía.
Que llegue el otoño y yo estaré aquí, con Laika, esperando. Que llegué ya, mi amado amigo el otoño.
3 comentarios
Magda -
Muchos saludos
llydia -
Corazón... -
Triste pero cierto... el verano se va y llega otoño... que de prisa va la vida.
Lo mejor de cada estación es lo que vivimos, y nos va dejando para despues recordar, valorar lo bueno y lo malo, nada es de más.
Un abrazo y saludos.
;o)